jueves, septiembre 29

Hello Kitty en el Buzón



Al abrir el archivo adjunto enviado a mi correo electrónico, se despliega a full pantalla la imagen de un oso frontino con la cara tristísima más un cartelito que reza: “Si estás triste…”; el osito se esfuma y emerge en su lugar una palomita y un segundo cartel: “…y no tienes compañía”, para seguidamente surgir algún otro bicho con el semblante igual de consternado y la leyenda “…o piensas que la vida es oscura”. Y así continúa el culebrón mexicano hasta que al término de un par de segundos que demoran una eternidad, aflora la imagen de un querubín envuelto en corazones y el escrito de remate: “Disfruta cada hora y sonríe… (bla, bla, bla, bla) que la vida es bella”. Sí, claro, la vida es bella. Hasta que aparece en tu correo electrónico una proclama de cursilería que alguna mente retorcida (y, sobre todo, ociosa) envió sin consulta previa.
Correos electrónicos no solicitados hay de toda calaña. Están los publicitarios, mejor conocidos como spam, que borro de un plumazo sin remordimiento alguno; se han puesto de moda los de tinte político por medio de los cuales los partidarios de uno u otro bando esparcen deliciosas leyendas como que en las maternidades públicas siembran microchips en el cráneo de los recién nacidos o que los militares que resisten las manifestaciones traen en sus bolsillos bombas atómicas. Confieso que en mí se activa un nervio supersticioso cuando borro los de tipo cadena, esos que, a modo de venganza, si omitimos reenviarlos a otras diez víctimas tocarán a nuestra puerta escalofriantes desgracias. Pero son los mails rosa, como escritos a cuatro manos entre Hello Kitty y Dekpra Chopra, los francamente bochornosos.
El remitente es casi siempre un conocido que, sin consentimiento alguno, decidió cursar hacia nuestro buzón un mensaje en formato Power Point, letra caligráfica e impregnado en jazmines. Y lo peor es que el día en que nos topemos por ahí con el pimpollo, casi luego del saludo este preguntará imbuido en un aura bienhechora: “¿Viste el mail que te envié, el de la palomita?”. Y uno, poniendo cara de que aquella prosopopeya nos restituyó el gozo de vivir en el preciso instante en que colgábamos la soga al techo, respondemos como un bolsa: “Ay, sí… ¡Pero que ternura!”. No podemos exigir que no nos envíen más pendejadas de ese tipo porque, además de labrarnos reputación de insensibles, el conocido puede que hasta nos quite el habla luego de tamaño desprecio, aunque él o ella -fuera de la red- sea un bicho de temer. Lo sostengo: cuídate de aquellos redentores que aspiren lavar sus culpas en las aguas de tu nombre, porque ellos serán los primeros que al menor desliz te meterán de cabeza hasta el fondo.
Quizá en ciertos destinatarios los correos vivificantes surtan algún efecto; pero, en lo que a mí concierne, a quien esté interesado en redimirme la existencia lo exhorto, sí, a que me envíe un mail… pero consultando mi número de cuenta bancaria. Que yo, con todo gusto, responderé de inmediato añadiendo la cifra de la cuota del carro o aquella que cada quince y último debo parir para medio llenar la nevera.

1 comentario:

Bandera Negra dijo...

hace mucho tiempo eso mismo sucedía
pero en el correo!
usted, de repente, recibía un cheque de un millón de dólares
-igualito
y atrás en le tras chiquitas - si usted se suscribe a la revista tal o cual y entra en el sorteo anual de1 millón de dolares etc etc

primero te daba el infarto
luego te enterabas

y luego estabas pendiente, y alguien se lo ganaba

salud,

Bandera Negra