lunes, septiembre 26

Misión Osmel


A ningún libretista en su sano juicio se le ocurriría escribir una telenovela que lleve por nombre “Qué inteligente se puso Lola” o “Cosita Summa Cum Laude”. Sería un fracaso abrumador porque lo de “Mi Gorda…” se mitigó con lo de “Bella”, pero… ¿Mi Gorda Sabihonda? ¡Jamás! Y es que las telenovelas son el cristal donde brilla lo que somos: aquí -unos más, otros menos- todos deseamos estar buenas o buenos. Ser una miss o un mister representa el sueño acariciado por millares de compatriotas desde la más tierna infancia, incluso antes de aprender a escribir, presumiendo que si alcanzada cierta edad la naturaleza favorece con un físico cautivador, ya el mandado está hecho y lo de abrir un libro podría interpretarse como un capricho inocuo.
Por eso afirmo que alfabetizar y graduar bachilleres como objetivos de las misiones ideadas por los planificadores gubernamentales, deberían ceder sus recursos a la implementación de un anhelado proyecto nacional que nos haga verdaderamente felices y el cual contaría con la venia hasta del más obcecado miembro de la oposición (recuerden que, si de instituciones se trata, el Miss Venezuela -1952- le lleva años de antigüedad ininterrumpida a nuestra democracia). El proyecto al que aludo podría llamarse, no faltaba más, Misión Osmel, en honor a ese prócer que ha cincelado como nadie que hoy descanse en el Panteón Nacional, los rasgos categóricos de nuestra idiosincrasia.
Las razones que inspiran dicha iniciativa son elocuentes: el mundo reconoce la guapura de los venezolanos y las venezolanas… pero tampoco es que sean todos. Debemos admitir la existencia de miles y miles de compatriotas genéticamente damnificados, quienes -producto de décadas de injusticia estética- continúan sufriendo los embates de la exclusión facial. Sólo las elites han tenido acceso a las cirugías plásticas y la imperiosa lipoescultura es un privilegio de las clases pudientes, atropello que ha profundizado las desigualdades cosmetológicas y cutáneas en un pueblo al que por quinquenios se le negó su derecho a las pastillas adelgazantes. Para revertir esta iniquidad que condena a muchos coterráneos a la postración física, entre las acciones a ejecutar mediante la Misión Osmel, sugiero:
- Ya es un tímido comienzo invitar a los mercados populares a profesionales del corte de cabello, pero debemos ir más allá con sesiones de mesoterapia y bronceados en cabina; así como incluir en la Cesta Básica productos de primerísima necesidad tales como fajas de yeso y el indispensable Abtronic (exento de IVA).
- Para acelerar la administración de justicia, poner los tribunales del país a cargo de los jueces de los certámenes de belleza cuyas decisiones son siempre tan acertadas.
- Incluir en los niveles básicos de la escolaridad materias clave como Modelaje I y II, Pasarela; y Corte y Costura de Traje Típico.
- Publicar un decreto que exija a las entidades bancarias ofrecer entre sus rubros crediticios financiamiento para liposucciones y rinoplastias, cuyas secuelas llevarían a que ningún descreído venga a estar diciendo por ahí que ésta no es, efectivamente, la revolución bonita.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Coño muy cierto, aqui en Vzla si no ienes el culito duro y no eres rubia estas jodida... y si por desgracia eres la unica "nariz de negra" de tu familia e lo recalcan... hasta la muerte!!!!

Anónimo dijo...

Bueno queria entrar a lo qu escribiste de los poco hombres del mister pero no pude..te lo digo aqui la verdad es que da pena ajena tan solo observarlos. Representan la antitesis del homosapiens