sábado, octubre 22

Cuando mamá sale a relucir

Al momento de agredir de palabra a otra persona, nadie en su sano juicio elegiría como blanco del insulto a una tía, a la prima segunda, o a cualquier otro pariente que no sea la madre del sujeto al que vaya dirigido el manotazo verbal. “¡Tu madrina se acuesta con todo el mundo!”. No, no, no, eso no levanta ninguna roncha; y gruñir algo así como: “ojalá y a tu suegra la pise una gandola”, despertará en muchos individuos muestras de gratitud más que deseo de venganza.
De allí que la madre, doñita destinataria de la más honda devoción, sea por excelencia la presa preferida de las voces hostiles al momento de fastidiar.
Pero no siempre fue así. Adán y Eva se anotan como los únicos seres humanos en la historia que pueden jactarse de haber tenido a una madre libre de ofensas, por la obvia razón de que carecieron de ella (¿cómo habrá hecho la primera pareja para insultarse satisfactoriamente? Por que, convengamos, la frase “¡estúpido el barro que te parió!” carece del ímpetu desafiante que precisa todo buen insulto conyugal). Entretanto, los primeros hijos del planeta, Caín y Abel, estaban de manos atadas para tomar a su mutua progenitora como objeto de los agravios, sin caer en la torpeza de blasfemar contra sí mismos.
Creció la raza y, al mismo tiempo que los hijos elevaban a sus madres hacia lo alto del afecto, los adversarios sumergieron a las dadoras de vida en el caldo donde bulle la provocación junto a los ajíes picantes de las palabrotas.

DESCENDIENTE DE LAS ESPINILLAS

Desde una bronca con el portu del abasto por un mal corte de carne, hasta detrás del escenario donde la segunda finalista invoca entre dientes a la madrecita de la concursante ganadora, la maledicencia gusta arrojarse sobre la reputación materna y así calmar su sed de venganza
“Tan fea es tu madre que tu padre se la lleva al trabajo para no darle el beso de despedida”, o “es tan tonta que piensa que la menopausia es otro botón del DVD”, son recientes variaciones ideadas por los niños, esas criaturitas que, pese al hipotético candor que los define, sorprenden con una creatividad pasmosa al momento de ensañarse con la madre del desafortunado muchachito que se niega a prestar sus tareas o un carrito.
Pero el golpe maestro consiste en calificar a la mamá ajena como anfitriona de muchas camas. Según el “Inventario General de Insultos”, de Pancracio Cedrán, el término “filio de puta” apareció en Europa para el año 1202, época cuando el boquiflojo que no demostrara la veracidad del improperio era penado con varios días de cárcel. Aunque ya en la antigüedad, acota Cedrán, se empleaban insolencias afines para herir verbalmente al “hijo bastardo, ilegítimo y espurio, recordándole sus orígenes”.
Es el único bochorno con carácter universal. El “Diccionario Secreto”, de Camilo José Cela, el “Diccionario de expresiones malsonantes del español”, de Jaime Martín, y el “Diccionario de español equívoco”, de Manuel Criado de Val, citan numerosos ejemplos de esta animadversión ejercida en diversidad de culturas, al punto que -aclara el periodista Stephen Burgen en el texto “La lengua de tu madre”- abatir la reputación de una matrona es ofensa esgrimida entre los indígenas yanomamis, quienes, en su idioma nativo, gustan cantar a sus rivales esta flor: “¡eres un descendiente de las espinillas!”.
La embestida conoció formas abreviadas como ahijuna o juepucha, perdiendo con los años “relativa virulencia hasta convertirse en exclamación sin intenciones de injuria”, indica Cedrán. Como ocurre cuando olvidamos las llaves dentro del carro o le pegamos la rodilla al horno, mentar la madre es una insolencia arrojada al aire, sin destino, con meros fines catárticos y, sin duda, mucho más desestresante que una sesión de bailoterapia.

LITERATOS MALHABLADOS

La expresión no sólo aflora durante las trifulcas callejeras, como podría pensarse; también brotó de la pluma de muchos escritores favorecidos con el elogio universal, apareciendo en boca de varios personajes de “El Quijote de la Mancha”, de Miguel de Cervantes; en “La Celestina”, de Fernando de Rojas, el “Cancionero”, de Juan del Encina; en el “Ratón Manso”, de Lope de Rueda, o en las “Representaciones”, de Sebastián de Orozco.
Agustín de Salazar y Torres, poeta del siglo XVII, en su “Cítara de Apolo”, descuartiza hasta a la madre de los dioses: “hijo de Venus y sus maldades, que la veleta fue de las deidades...”; y Francisco de Quevedo, celebrado escritor del siglo de Oro Español, en “La Vida del Buscón Don Pablo”, cita el berrinche de un personaje que “todo lo sufría, hasta que un día un muchacho se atrevió a decirme hijo de puta y de hechicera; lo cual, como me lo dijo tan claro –que aún si lo dijera turbio no me pesara- agarré una piedra y lo descalabré”.
Isaak Bábel, escritor ruso fallecido a mediados del siglo pasado, inicia su texto "La Carta" con la muerte de Feodor Timofeich Kurdjukov, quien, en primera persona, narra cuando “papá comenzó a golpear al tío diciéndole bestia, perro rojo, hijo de perra y otras cosas (...) Y me dijo: sois hijo de vuestra madre, de su misma raíz de prostituta, pero soy yo el que la ha fecundado y lo haré todavía”.

HASTA EN LA CASA BLANCA

Según grabaciones de los Archivos Nacionales de Estados Unidos, Richard Nixon, quien en 1974 renunciara a la presidencia de los Estados Unidos tras el escándalo Watergate, admitió a un confidente que las labores de espionaje en la sede del Partido Demócrata perseguían “coger a ese hijo de puta'', en alusión al entonces senador Edward (Ted) Kennedy. En lo que a la realidad venezolana concierne, sin duda esta práctica ha gozado de seguidores bajo la cúpula mirafloriana, hasta los confines de la nación: sin una mentada de madre de por medio, ninguna trifulca es digna de ser recordada, llegando apenas a trémulo retozo entre mamitas.
Con temor a quedarnos cortos, podríamos aventurar las siguientes cifras: en oficinas públicas: de 500 mil al millón 500 mil mentadas diarias; Asamblea Nacional: igual número pero por sesión; en las colas oficiales: un número aún no estimado por la mente humana; y entre los seguidores de diferentes tendencias políticas, apenas un par de mentadas antes de que ruede el primero.

AUNQUE NO LA QUIERA

De acuerdo a Alexis Márquez Rodríguez, estudioso de las encrucijadas del idioma, esta tendencia ofensiva desembarcó en América de la mano (mejor dicho, de la lengua) de los conquistadores españoles, propensos a conciliar en su habla la audacia con la desfachatez.
“Los españoles, que además de procaces son irreverentes, se cagan en Dios, en la hostia o en las once mil vírgenes varias veces al día” –citamos a Márquez Rodríguez en torno a esta afición exclusivamente humana porque, que se sepa, el resto de los mamíferos no se saca la madre entre sí, prefiriendo ventilar sus diferencias a dentellada limpia sin atreverse a profanar la reputación de esas doñitas que, ignorantes de la barbaridades que animan, permanecen en casa meneando un quesillo o remendando la ropa.
Responder con un escueto “¡la tuya!” no califica como desagravio, por lo que se acostumbra lavar la honra materna aminorándole el número de dientes al rufián que ose deslucir el prestigio de la mensajera de la vida. Porque habrá sujetos que no quieren a su madre, pero ¡ay de quien se meta con ella!

viernes, octubre 21

Junta de condominio



- Se inicia la junta de condominio, apreciados inquilinos ¿Cuál es el temario de hoy, señor secretario?
- Hay dos temas, señor presidente, inmensamente preocupantes. El primer punto es que los perros de algunos inquilinos se han estado haciendo caca en la jardinera y el conserje se queja de que tiene que trabajar de más. El segundo tema es que las paredes del edificio están partiéndose en dos y más de un apartamento amenaza con despeñarse desde el balcón.
- ¿Cómo? ¡Ese es un problema urgentísimo que debemos atender pero ya! Cómo no reparamos antes en un asunto tan serio. Y dígame… ¿cuáles son esos perros?
- Son varios, señor presidente. Los videos que grabamos con las cámaras del circuito cerrado muestran a los infractores caninos, plenamente identificados.
- Ya sabía que lo del circuito cerrado iba a rendir sus frutos para toda la comunidad.
- Y no sólo eso. De la cámara del ascensor tenemos un video bien chévere del vecino del 14 metiéndole mano a la actriz del 6.
- ¿La que aparecía en “Protagonistas de Novela”?
- La misma, señor presidente. Lástima que no haya ganado en el reality show; tan buena moza la muchacha, verdad.
- Y harto pechugona, aunque como actriz es malísima. Pero qué va, me le abres a esa Estefanía un expediente por atentar contra la moral y las buenas costumbres de todos los aquí presentes.
- Pero sólo estamos usted y yo, señor presidente.
- Queda decidido entonces, por unanimidad, que perro que no haga caca en bacinilla será emplazado con una orden de desalojo, así como se prohíbe la tenencia de canarios o pecesitos, escarbarse la nariz en los pasillos, y besuquearse en las áreas comunes. ¡Ah, y me mandas un memo en donde se anuncie la inminente colocación sobre la cerca de un alambre de púas electrificado!
- ¿Para amedrentar a posibles merodeadores?
- No, chico, sino que los carricitos del otro edificio se la mantienen saltando a recoger la pelota. Son un fastidio. Para diferenciarlos de los que viven aquí, pásame otro memo en donde se indique que será ilícito el tránsito de niños y adultos que no vistan el uniforme del mismo color de la pintura del edificio.
- Se me ocurre que esos uniformes podemos mandarlos a hacer en la sastrería de su propiedad, señor presidente, que presta servicio tan excelente como su agencia inmobiliaria, su empresa de cámaras de circuito cerrado y la compañía de televisión por cable donde trabaja su esposa como ejecutiva de ventas. La imagen se ve clarita.
- Nunca se me hubiese ocurrido. Entonces, si no queda ningún otro asunto por ventilar…
- ¿Y lo de las paredes que se están cayendo, señor presidente?
- Eso lo discutimos la semana próxima. Y dígame, señor secretario… ¿trajo el videíto de la pechugona?

martes, octubre 18

Las desgracias de Apolímero

Apolímero vive en una casa con un patio cubierto de rosas y una fuente en forma de querubín que al encontrarse encendida despide agua por el pipí. Los vecinos elogian la casa de Apolímero, comentan la holgura de sus ventanales o la admirable cordialidad con que los rayos del sol avanzan durante el día por las diferentes habitaciones. Pero Apolímero sólo tiene ojos para esa solitaria costra de pintura que la humedad alojó en el techo de la habitación donde Apolímero pasa las noches sin dormir, temiendo que de un momento a otro el cielo raso le caiga encima, asunto que hace de Apolímero una persona desdichada.
“Mi vida es una porquería”, reflexiona Apolímero, concentrado en su pedazo de infierno, por lo que su señora intenta reanimarlo con amorosas insinuaciones. Pero Apolímero reprocha la negligencia de mujer tan insensible, qué sabe ella de las agitaciones del alma cuando ha pasado la vida junto a una hornilla o cosiendo botones caídos. Apolímero se lo echa en cara, ella no responde, situación que lo hace sentir ignorado y terriblemente abatido, ahora con dos desdichas de que ocuparse.
A donde vaya Apolímero lleva la costra en sus pensamientos, ya sea asociada a una nube, malquerencia o chicle bajo la suela del zapato. Toma entre manos su versátil desventura con el mismo interés de quien encuentra un raro caracol en la playa, se detiene en sus grietas y matices, se lo lleva al oído para dejarse seducir por esa oscura tormenta interior que le confirma que no es hora de echarse al mar, que lo ata sutilmente a la orilla.
Cuando Apolímero regresa a casa y vuelve la mirada al techo de su habitación para contemplar el origen de su miseria, descubre lo inesperado. La costra ya no está ahí. Su mujer jura no haberla removido. Apolímero nada a la deriva al percibir que un cosquilleo de felicidad asciende por la boca de su estómago. Acorralado por la buena fortuna, huye despavorido al patio, donde el sol lo abraza en una ráfaga de bienestar que amenaza con instalarle una sonrisa plena. A punto de renunciar a su destino, Apolímero ve que un feo manto de moho trepa por entre las alas del querubín de la fuente.
El caracol regresa al alma de Apolímero como una sustancia conocida y reconfortante.

martes, octubre 11

Abajo el pezón



Días atrás la firma Victoria's Secret se abstuvo de transmitir en la televisión norteamericana su tradicional desfile de ropa interior femenina debido a que, hace cosa de dos meses, Janet Jackson echara uno de sus senos al aire durante el medio tiempo del Superbowl, derrape que escandalizó a las abuelas, despertó los celos de las señoras planchas, mientras concedía un merecido aunque fugaz gustazo a los esposos aburridos de lo mismo siempre. Como se ve, la televisión gringa sufre hoy una racha conservadora (en la última entrega del Oscar por primera vez la transmisión satelital reservó tres segundos en diferido que permitieran a los censores suprimir comentarios impropios) cuyo fin es el rescate de la decencia y las sanas costumbres, tan de capa caída en estos tiempos.
Damos por sentado que mostrar el rabo por la TV de la nación que preside Bush es hoy una fechoría digna de cárcel y ni se diga exponer un mínimo rastro de vello púbico, aunque sea un pelito asomado fuera del traje de baño o la llamada “sombra” que suele aparecer días luego de acicalada la totona, perversión suficiente para que, en algunos estados de EEUU y con toda razón, la exhibicionista que a ello se preste sea conducida a la silla eléctrica para que el corrientazo fulminante achicharre su desvergüenza (y de paso al pelito perverso).
El pezón es otro perseguido, asunto que explica por que Discovery Channel ahora lo piensa dos veces antes de transmitir esos documentales donde mujeres africanas salen de viciosas mostrando las lolas; o que editen los programas en que unas sátiras inician a la teleaudiencia en el amamantamiento de los críos.
Ante esta cruzada del decoro que nos viene del norte, propongo para la televisión criolla -habituada a repetir al caletre los patrones foráneos- ciertas sugerencias que rescaten la virtud perdida (aunque no me sorprendería que un censor visionario al que le disguste enormemente la exhibición mediática de pechugas, y que cocina sabroso, tiene la letra bonita y viva con su mamá, ya se encuentre en plena redacción de un cuerpo estatutario que redima a la Sodoma y Gomorra en que tiende a convertirse nuestra pantalla):
- MISSES EN BURKA. Sustituir los desfiles en traje de baño del Miss Venezuela, por desfiles en burka, esa prenda enteriza que tan noblemente cubre la doncellez talibana.
- BETTY AL REVES. Que al principio de la telenovela la protagonista salga buenasa y millonaria, y el galán la repudie por ello. A medida que avance la trama, la chica se pone lentes culo e´ botella a causa de una creciente miopía, engorde, quede pobre y nunca se lave el pelo.
- DOÑA FLORINDA. Nadie ha reparado en qué carrizo hace esta señora cuando recibe en casa al profesor Girafales y cierra la puerta a sus espaldas sin dejarse ver por un buen rato. ¡Fuera!

viernes, octubre 7

Un ovni en la Libertador


AP (Octubre 7).- Un atasco vehicular nunca visto en la capital venezolana se viene produciendo desde semanas atrás en el cruce de la Avenida Libertador con la calle Negrín, donde fue avistado un artefacto inaudito que titila una luz verde, amarilla y roja en lapsos intermitentes, y cuya súbita aparición en un principio hizo pensar a la ciudadanía que se trataba de un objeto volador no identificado.
El fenómeno llevó a numerosos caraqueños a huir despavoridos hacia la provincia ante un posible ataque alienígena. “Pensamos que era una invasión marciana”, dijo un transeúnte a los reporteros de la televisión que han instalado su microondas en el sitio para informar al mundo sobre el desasosiego que hoy vive el país a causa del extraño aparato responsable de una ola de compras nerviosas y saqueos, mientras los centros hospitalarios de las inmediaciones no se dan abasto para atender el sinnúmero de víctimas de incontinencia estomacal y colapsos nerviosos producidos por el presunto fin de mundo.
Ante la irrupción del pánico, las autoridades se apersonaron en el sitio para sosegar a la muchedumbre. De acuerdo a los voceros oficiales, el extraño aparato no es más que un semáforo que funciona bien. “¿Un semáforo que funciona bien? ¡Qué mamadera de gallo es esa!”, se mostraron reacios los incrédulos, quienes olvidaron –o nunca supieron- la finalidad de esos misterios rectangulares colgados en algunas esquinas caraqueñas, y que muchos suponían adornos dejados allí por el municipio desde hace muchas navidades. Cuando ya los conductores de la capital venezolana se habían acostumbrado a sortear las calles tocando corneta o sacando la mano –cuando no la madre- por la ventanilla, la aparición de este semáforo que funciona bien ha suscitado el caos. Los cuerpos policiales peinan la zona realizando allanamientos para dar con el responsable de la conflagración.
La tranca vehicular es intensificada por los curiosos que se acercan a tomarse fotografías teniendo de fondo al objeto luminoso, mientras diversas agencias turísticas ofrecen paquetes promocionales cuyo destino ya no es Canaima o Isnotú, sino esta esquina que muchos abogan sea declarada Patrimonio Histórico de la Nación. Fuentes dignas de todo crédito aseguran que las instancias gubernamentales inyectarán una fuerte suma de dinero destinada a una campaña que informe a los ciudadanos sobre la secreta utilidad de un semáforo que funciona bien.
Efectivos de la Guardia Nacional han acordonado ésta y demás esquinas estratégicas de la metrópolis en vigilia de otro suceso extraordinario que pueda conmocionar a la población, como podría ser un hidrante que eche agua cuando los bomberos así lo requieran o un teléfono público con línea, informó CNN. Se supo que el director estadounidense Steven Spielberg compró los derechos de esta historia para cuyo rol principal se menciona a Russell Crowe en el papel de un taxista que se traga la roja.

lunes, octubre 3

Videos fritos



Mucho antes de que las estrellas de cine se desplacen sobre la alfombra roja para acudir a un estreno, ya la película amasa polvo en los tabiques dispuestos en Sabana Grande o en el mercado El Cementerio o el de Guaicapuro, donde los buhoneros satisfacen las demandas de un público ávido de séptimo arte. Al menos eso he escuchado.
Ya debería ir pensando en otro oficio Don Rodolfo Izaguirre pues en estas tierras de nadie y de todos –me han dicho- los comerciantes funcionan como críticos concienzudos. Frente al cliente indeciso entre Spielberg o Amenábar, tales servidores públicos diseccionan la mejor alternativa, ya sea para elogiar el grado de verosimilitud alcanzado por los efectos especiales en “La Guerra de los Mundos”, o aplaudir el desempeño de la Kidman en un reciente filme (“merecía otro Oscar por su extraordinaria actuación en la que con sumo verismo interpreta a una muerta”). Y es que el apoyo brindado por los buhoneros a los cineastas es inconmensurable: para ellos, todas las películas son buenas. O, más significativo aún, “se ven bien”.
Esta alternativa ofrece un valor agregado nunca provisto por el alquiler o la compra de una película original: al introducir el disco dentro del DVD –me he enterado por otros- el espectador afronta el enigma de si su aparato podrá leer aquello o no. Superado este preámbulo rico en suspense, se asiste a una extraordinaria experiencia sensorial, como acudir en persona a la sala de cine y ver superpuestas a la imagen proyectada las cabezas de quienes llegan tarde y buscan un asiento frente al nuestro. Si se trata de un drama, se escuchará yuxtapuesta a la música ambiental cómo alguien llora no se sabe dónde; de ser una comedia, las risas propias se mezclarán con las carcajadas emitidas por las sombras de aquel auditorio de otro tiempo.
He oído que los mayoristas -quienes durante la clonación abandonan preciosismos inútiles para imprimirle al filme un aire documentalista y difuso, al mejor estilo de la corriente alemana Dogma- improvisan desenlaces que superan en originalidad al final ideado en un principio por el guionista. En estos casos -me han dicho- la película se congela de golpe en la imagen donde la pareja protagónica esquiva el acoso del vampiro… hasta que, días luego, alguien en la oficina precisa que no fue así, que en una escena posterior el engendro reaparece para dar fin a los amantes ¡Y es que a ningún cineasta se le había ocurrido la idea de otorgarle a una misma cinta una infinidad de desenlaces que varían de una esquina a otra, según el buhonero elegido!
La mayoría de los espectadores se levanta de sus asientos sin molestarse en leer los créditos que ruedan al final de una película. Eso lo saben muy bien los buhoneros, quienes prescinden de apuntes superfluos para, a cambio, cerrar el espectáculo con la presentación de su correo electrónico a donde acudir para otra experiencia cinematográfica única, y a la que nunca tendremos acceso las personas que -como yo- sólo vemos películas originales y si nos enteramos de estos sucesos, Luis, es por ojos de terceros.