sábado, febrero 25

Contrato conyugal


Muchos odian su trabajo. Y su matrimonio. Pero si pudiéramos fusionar ambas angustias en una misma modalidad, quizá surgiría una experiencia gratificante. Recuerdo un artículo del colega y alto pana Rafael Jiménez Moreno sobre una propuesta de la política alemana Gabriele Pauli quien hace algunos años abogó en su país para que el matrimonio fuese un contrato con fecha de vencimiento a los siete (7) años de firmado; transcurrido ese tiempo, las partes negociadoras, es decir, marido y mujer, se sentarían alrededor de una mesa bien sea para renovar los votos o -como sospecho que ya muchos están pensando- bajar definitivamente la santamaría conyugal. A algunos les parecerá extrema esta iniciativa; yo opino más bien que se queda corta en sus posibilidades.

Ciertos ritos de pareja, tales como empiernarse con un compañero/a de cubículo o poner cara de cañón cuando éste llega tarde, son asiduos en casi todas las oficinas; lo que sí está en mora son las costumbres laborales aplicadas al ámbito nupcial, cuando sería una excelente alternativa instituir acá, por poner un caso, la figura del asueto vacacional: por espacio de aproximadamente veinte (20) días hábiles, el lazo conyugal quedaría suspendido para que los temporales exesposos revivan sin ataduras los dulzores de la soltería.

No es una idea arbitraria. Las vacaciones tienen como propósito brindarle al trabajador un periodo de descanso para que regrese con renovadas energías a la faena, de lo que se concluye que, tras el asueto matrimonial, los cónyuges volverían reanimados a seguir echándole pichón a su alianza, cargados de fotos, suvenires e interesantes anécdotas a compartir sobre el sofá de la sala ¡Es más!, si la cosa funciona, el lazo marital podría ser enriquecido con el disfrute de fines de semana libres, feriados, Carnaval y Semana Santa. Con Ley Orgánica del Trabajo en mano, paso a nombrar algunos otros beneficios labores posibles de ser incorporados al acta de matrimonio:

- Las labores domésticas no podrán exceder de las 3 horas diarias, a partir del momento en que la esposa fríe la primera empanada matutina, hasta que recoge del piso del baño el último interior del marido. También, aquella disfrutará de un lapso de 4 horas diarias destinadas a la actividad cultural basada en la contemplación del bloque dramático de telenovelas vespertinas.

- Las picaduras de aguamalas cuando se camina en la playa tomados de las manos o patinazos producidos en la sala sanitaria durante una romántica ducha compartida, serán calificados como accidentes laborales.

- La esposa disfrutará de derecho a huelga en caso de que su contraparte se presente a altas horas de la noche con tufo a caña.

- A los 15 años de antigüedad y/o tras cumplir los 40 de edad, la esposa podrá acceder a su jubilación y debida pensión, luego de lo cual no estará obligada a sancochar ni un solo huevo o fregar un plato.

- Si el marido insiste e insiste en retozar con su mujer pero ella se niega alegando el padecimiento de una jaqueca, aquel podrá ser acusado de acoso sexual.

- Si la esposa insiste e insiste en el padecimiento de jaquecas, el marido podrá apelar a la modalidad del outsourcing o tercerización de arrumacos y caricias sobre el lecho.

viernes, febrero 17

No al 1x1




- Basta de calarnos esta discriminación que pisotea nuestros derechos como trabajadores del espectáculo que sudan la gota gorda para producir un disco y llevar honradamente el pan a la casa- fueron las palabras pronunciadas por Madonna durante el acto de apertura del I Encuentro de Megaestrellas contra el 1x1, evento organizado con carácter de urgencia por los más aclamados interpretes del mundo (ahora caídos en desgracia), en respuesta a la aplicación de la Ley de Responsabilidad en Radio y Televisión que ha desplazado de la radio venezolana el pop y el house trance, a cambio del entreverao y el golpe tuyero.
- Hasta el “Libera tu mente” de Trino Mora o el “Limón limonero” de Henry Stephen han vuelto a sonar, mientras yo ya no hallo qué hacer para pegar un temita –intervino Britney Spears, quien ante las cámaras de los paparazzis allí presentes se llevó a la boca una tercera porción de cunaguaro crudo con el propósito de elevar los niveles de audiencia de su reality show-. Con la Ley Resorte, lo que falta es tirarme en parapente desde la torre quemada de Parque Central para no pasar desapercibida.
- ¡No hay derecho! –vociferó Sinead O´Connors, mientras desbarataba con sus manos una foto tamaño afiche de Betulio Medina.
- Y es que ahora los buhoneros hasta prefieren quemar los discos de Rummy Olivo y Cristina Maica antes que los míos –dijo Witney Houston, revolviendo con un dedo el palo de ron que ya empezaba a aguarapársele.
- Yo cambiaría todos los Grammy que gané la semana pasada por un “2 de Oro” –reveló Mariah Carey, pidiendo disculpas por retirarse del evento pues temía que se le adelantaran en la compra de los derechos de “La Tómbola”, tema interpretado por Mirla a mediados del siglo pasado y que hoy arrebata en la cartelera Billboard.
- Es que si me encuentro con Roque Valero ¡le arranco la cabeza! –confesó con justificado disgusto Justin Timberlake.
- Debemos tomar acciones contra esta exclusión del talento internacional. No sé, quizá inscribiéndonos en “Fama, Sudor y Lágrimas” y así recuperar el terreno perdido – aconsejó Jessica Simpson ¿O sería Hilary Duff? ¿O sería Lindsay Lohan? ¿O sería Mandy Moore? Ninguno de los presentes pudo distinguir alguna diferencia entre una y otra mamita rica/rubia/cantante pop.
- También podríamos sembrar arbolitos en el Ávila o darle de comer a los muchachitos de la calle para salvar al universo de la expansión de los agujeros negros -sugirió Bono.
- Yo presto mi casa para darle camita a esos muchachitos –planteó Michael Jackson…
- Orden, camaradas –exclamó en tono recio (por primera vez) Elton John-. Propongo que organicemos una marcha desde Beverly Hills hasta la sede del canal 8 o la de CONATEL para exigir que sean respetados nuestros derechos laborales. De ahí nos vamos en cambote hasta “Aló Presidente” a montar una guarimba y ponerle coto a la arremetida del neofolklore.
- ¡No al neofolklore! ¡Sí a la neochanga! - remató Britney, ganada a la idea de calzarse unas alpargatas para su futura boda con el comegente a celebrarse en mototaxi a la altura del Viaducto 1 el venidero Día de la Divina Pastora.

martes, febrero 14

El arca vacía de Reinaldo



El diputado brasilero Reinaldo Santos e Silva presentó recientemente al congreso de su país un proyecto de ley que prohíbe llamar a los animales con nombres de personas. Tan interesante propuesta responde, según Santos e Silva, a que “si un animal lleva el mismo nombre que alguien, ese alguien puede sentirse desvalorizado, creándole a los niños una crisis de identidad”. Para complementar su ponencia, el ocupadísimo parlamentario carioca -y también ministro evangélico, conocido entre la feligresía como el Pastor Reinaldo-, se ha esmerado en la elaboración de una guía de nombres acorde al estatus del reino animal, emprendiendo pesquisas en las clínicas veterinarias dispersas a lo largo y ancho del coloso del sur para constatar que los pacientes peludos o alados no incumplan la cláusula legislativa.
Bajar a los animales del podio de arrumacos con que los halagan sus dueños consentidores, es una loable iniciativa ideada por el congresista para revertir los achaques anímicos de los 204 millones de personas, no sólo en Brasil, sino en toda América Latina, sin medios con que llevarse el pan a la boca. Aunque presiento que el diputado ha sido tímido en su propuesta, que debería ser enriquecida con acciones tales como la aplicación de una ordenanza que prohíba vacunar a los canes contra la parvovirosis y el moquillo, precepto que reconfortaría de manera indecible al millón de personas que según la OMS mueren anualmente de paludismo.
Todos debemos poner nuestro granito de arena en este ilustre cometido, y renunciar a lanzarle migas de pan a las palomas de las plazas con el objeto de que los 790 millones de individuos privados en todo el planeta de los tres golpes diarios, no sean víctimas, además, de resentimientos enfermizos; así como desistir de la vergonzosa manía de acariciarle el lomo al gato cuando éste ronronee enroscado en nuestras piernas, con el fin de que a los huérfanos de América no los aturdan tan visiblemente los embates de la paternidad irresponsable. Los bichos que sean sorprendidos recibiendo tales cortesías deben ser objeto de sanciones ejemplarizantes, y conducir a la jaula eléctrica aquel loro que ose responder con un “truuuua” a la convocatoria de Pepe, o despojar de paseos a los perros que meneen la cola ante el nombre de Bobby.
Sospecho que si momentos previos al diluvio Dios lo hubiese elegido para reunir al reino animal dentro de un arca, el Pastor Reinaldo se habría negado rotundamente a cumplir el pedido divino bajo la excusa de ahorrarles una “crisis de identidad” a los hombres y mujeres arrasados por el desbordamiento de las aguas. A diferencia de Santos e Silva, admito ser un pecador insensible al dolor humano por llamar Paquita y Lucas a mi pareja de Cocker Spaniels. Y desde que leí en la prensa la iniciativa del congresista brasilero, he decidido luchar por el bien del mundo rumiando denominaciones sustitutas, quizá Fru Frú y Motica, cualquiera vaina… menos Reinaldo. Porque aunque duerman todo el santo día y se hagan pupú en la sala, Paquita y Lucas no alcanzan tal grado de ociosidad como para merecer llamarse Reinaldo.

lunes, febrero 6

Cajeros sin uniforme


Hoy los bancos ofrecen servicios de bastante utilidad, tales como las transferencias por Internet y el horario extendido en aquellas agencias ubicadas en los grandes centros comerciales, opción ésta de extraordinario beneficio que, sin embargo, viene acompañada de una rareza que a mí me produce mucha desconfianza: durante los fines de semana los cajeros y las cajeras no usan uniforme.
Se entra al banco para depositar el alquiler del apartamento y, tras pedir prestado un bolígrafo (siempre olvidamos el nuestro cuando vamos a un banco y los de allí nunca tienen tinta), arruinar tres planillas como promedio (escasean los talentos capaces de llenar satisfactoriamente una planilla de depósito al primer ensayo), tomar el ticket (que indica a 16 clientes por delante cuando sólo se ven 5 aunque debamos esperar como si hubiese 28), o informarle al primero de la cola (a quien invariablemente se le ocurre mirar al techo justo cuando le corresponde el turno) que aquel cajero se desocupó, llegamos a la taquilla para descubrir tras ella a unos sujetos vestidos como si fueran al cine o vinieran de Mac Donalds, a saber: franelita con el logo de Metallica estampado sobre el pecho o esas ahora de moda –“¡Aquí se habla maracucho!”-, jeanes y sandalias rajadeo. No sé si a usted le ocurre, pero yo sudo y me tiembla la mano al momento de entregarle media quincena a unos civiles que, desprovistos de la solvencia institucional que confiere el uniforme, parecen un poco como si anduvieran en pelotas.
Miro alrededor para comprobar que no he entrado a una agencia de lotería, o me asalta una duda peor a que si corriese la bola de que dicha entidad no entró anoche a la Cámara de Compensación “¿Tan mal está el sistema bancario–pienso con nerviosismo- que carece de los recursos para proveer a sus cajeros de otra muda de uniforme?”. “¿O será que minutos antes arremetió una banda armada que mantiene a los auténticos cajeros amordazados en la bóveda para, en su lugar, los malhechores apropiarse del dinero de los cuentacorrientistas incautos?”.
Claro, ahí está el vigilante de la compañía de seguridad que, siempre uniformado, anda pendiente de cualquier anomalía. Aunque su presencia también amedrenta porque, si es uno quien se apersonó con la franelita de Metallica, seremos mirados de arriba a abajo con notable suspicacia, para lo que nos esforzaremos en poner nuestra mejor cara de honestidad u omitir la realización de movimientos bruscos no vaya ser que el agente confunda un calambre con un conato de asalto y nos deje tirados sobre el piso como queso gruyere.
Concedo que algunos uniformes son absolutamente prescindibles, como los de las cachifas y los heladeros; pero si estoy a punto de ser operado de la vesícula y veo al anestesiólogo en bermudas y camisa con estampado de Winnie Pooh, juren que huiré azorado del quirófano. Igual pasa con los cajeros sin uniforme durante los fines de semana, situación cuando provoca guardar los reales bajo el colchón, o insinuarle a la cajera ceñida en un revelador escote: “mamita… ¿y a dónde vamos hoy de rumba?”.