sábado, abril 8

Ideas para el desconcierto


Ya los programas de cámara indiscreta que transmite la televisión criolla comienzan a mostrar los signos de un cansancio generado por la monotonía de las coartadas: el enano que salta de un bote de basura hacia la serenidad de un peatón o el panadero reacio a complacer los pedidos del cliente, por ejemplo, son trucos que ya no sorprenden al público y mucho menos al personaje objeto de la broma, quien (mientras mira de reojo el lente de la cámara “escondida”; es muy obvio a veces) saborea en secreto su pequeña gloria, su transitoria estadía en la arena de las celebridades.
Ante la falta de originalidad en la formulación de asombros genuinos, la vida derrocha potenciales circunstancias para la sorpresa y el desconcierto que, de ser aprovechadas por los guionistas de estos programas, sin duda le instalarían a más de uno una legítima e insuperable cara de bolsa:
- Comienza el desfile del Miss Venezuela y sobre el escenario irrumpe el grupo de concursantes compuesto por astrofísicas, poetisas, expertas en nanoingeniería, antropólogas, neurólogas, filósofas, violinistas, historiadoras y críticas de literatura, todas ellas ajenas al quirófano y a los rigores de la laca (¡claro! todo esto armado previamente por la gente de video loco, encompinchados para la ocasión con Mayte y Joaquín Riviera). El clímax de la broma lo constituiría el momento cuando, durante la sesión de preguntas y respuestas, las eruditas y espontáneas beldades reciten sin margen de error la tabla de multiplicar o la capital del estado Trujillo.
- Un señor se levanta a las 3 de la mañana y toma un termo de café y una silla con el propósito, supone con inocencia, de sobrellevar las horas de espera en la cola en la Onidex para la renovación de la cédula o el pasaporte. A las puertas de dicha dependencia, Cynthia Lander echa a andar el simulacro: no hay ninguna cola pero sí estampillas y sello, al tanto que la recepcionista convida al señor a tomarse un tres en uno mientras una maquilladora lo acicala para la sesión de fotos.
- Un candoroso televidente sintoniza “Alo, Presidente” (cuyo conductor es cómplice de la broma). Oculta tras una mata del balcón, la cámara graba el gesto de incredulidad del sujeto cuando el primer mandatario anuncia que no tiene nada que decir, y el espacio concluye en menos de un minuto.
- Sin saber que está siendo grabada, una doña observa en la esquina del semáforo cómo un niño malabarista improvisa acrobacias en el aire empleando lápices, cuadernos, sacapuntas, tarros de témpera y empanadas.
- Un señor ha creído toda su vida, inmune ante el acoso de la desesperanza, para al momento de su muerte irse al paraíso y poner cara de asombro (según capta una cámara alojada estratégicamente tras una nube, sonrisas de burla en off) al descubrir que allí es el único, que -si es por este género de virtud- el cielo se está quedando vacío.

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