miércoles, julio 26

El drama de la viuda hermosa




Teresa de Sales, australiana de 39 años, enviudó luego de que el marido se ahogara durante un accidente laboral, debiendo emplearse para mantener a sus dos hijos ya que los tribunales de su país se negaron a otorgarle la debida pensión ¿La causa? Teresa –calificaron los miembros del juzgado- estaba demasiado buena. Una ley australiana de 1863, vigente hasta hoy, establece que si un hombre muere en un accidente de trabajo dejando viuda a un mujerón, a ésta no le corresponde resarcimiento económico alguno debido a sus firmes posibilidades de conseguir otro marido con que optimizar las finanzas. El fallo, abiertamente discriminatorio, debería movilizar a todas las esposas del mundo, es decir, viudas potenciales. Particularmente si son hermosas.
A una viuda sin mayores atributos físicos, los allegados se le arriman en la funeraria a palmearle el hombro mientras subrayan lo buena gente que fue el difunto en vida. Una viuda hermosa puede que entrañe en su pecho el mismo dolor que una viuda común y corriente, pero es tratada por el mundo de manera distinta, su duelo convoca sentimientos dudosos. Los hombres salivan ante la viuda hermosa como el cazador enterado de que una codiciada presa anda herida a la intemperie, en cuyo caso las estrategias de consolación no se orientan a exaltar las virtudes del finado, sino hacia el mañana promisorio que le aguarda a la beldad apenas sea sellado el féretro –“con lo hermosa que eres, tienes la vida por delante”-; para acto seguido invitarla a tomarse un café o hasta un whisky y “olvidar juntos esta pena”.
En el vecindario la viuda hermosa desata agrias hipótesis –“segurito lo mató para quedarse con los reales y/o porque tiene otro”-, prejuicio explotado hasta la saciedad por el cine, proliferando las películas donde una guapa doncella, durante el jaleo de la luna de miel, se escurre con sigilo para verter un polvo tóxico en la copa del marchito consorte. De allí que la viuda hermosa sea confundida irresponsablemente con la viuda alegre; o lo que es peor, con la viuda negra, esa especie arácnida que luego de aparearse aniquila al macho volcando la ponzoña de su boca situada –no faltaba más- a la altura del vientre.
A una viuda federica vista a pocos meses de la pérdida tomada de la mano de un tipo, se le alaba su capacidad de respuesta para sobreponerse al amargo episodio. Pero si es una viuda hermosa, le será destinado el apelativo de cínica, de fresca que no esperó a que se ajaran las flores del sepulcro para emprender sus sinvergüenzuras.
Hasta una huella de maquillaje sobre su rostro será motivo de reproche.
Y es que la hoguera donde arde la viuda hermosa se nutre de un rencor casi nunca confesado: casi todas las mujeres, al calor de un altercado marital, se han imaginado viudas, estado civil posible de obtener deslizando apenas el secador de pelo hacia dentro de la bañera del aseado cónyuge.
Arrecho de conseguir es lo de hermosa.

1 comentario:

Anónimo dijo...
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