viernes, diciembre 15

En la antesala del consultorio


Cuando vamos al médico no aterra tanto la posibilidad de que se nos diagnostique una terrible dolencia, como el penoso momento (digo momento, pero es de agradecer si la espera no se prolonga por cinco horas y media) en que aguardamos nuestro turno en la antesala del consultorio.
El martirio comienza apenas uno pisa el frío recinto y los pacientes que allí ya esperan te reciben con una mirada virtuosa pero que por debajo esconde –los más pendencieros te entablan contacto visual con sus ojos inyectados de manifiesto desafío- la siguiente amenaza: “Cuidadito con colarte porque te vas a la tumba, no de tus dolencias, sino de la batuqueada contra el piso que podríamos darte aquí entre todos”.
De inmediato corresponde anotarse en la lista de espera y se concurre ante la soberana de aquel áspero reino, la recepcionista. Está la que, sin apartar la vista del culebrón mayamero que a esa hora transmite el televisor colgado en una esquina, te trata como si uno llegó para pedir reales prestado; aunque prefiero a la recepcionista descortés que a aquella situada en la otra orilla del carácter: la cabalmente inoportuna y quien conoce cada pormenor de nuestros más recónditos achaques.
Sin advertir que los otros pacientes escuchan (se hacen los distraídos, pero andan con la oreja afilada ante cualquier posibilidad de que un recién llegado se colee), improvisa a todo gañote su propia consulta:
- ¿Y te hizo efecto la cremita antimicótica que te recomendó el médico para el ardor al orinar? Porque déjame decirte una cosa, mi amor, estás vivo de vaina.
- Esteee, bueno, ujum – balbuceamos.
- ¡Qué bien! ¿Y ya no estás estítico? ¿Cómo sigues de aquel horroroso salpullido en la axila?
- Eeehh, mejor.
Antes de ocupar nuestro asiento (siempre será un misterio por qué el doctor, con tan nutrida clientela, no invierte en unas sillas más cómodas) calculamos tres o cuatro pacientes por delante. Tras hora y media de espera, la recepcionista aclara que no, que son dieciocho más dos o tres que el doctor ha de salir a atender en el área de Emergencias. No queda más remedio que concentrarnos en las revistas al parecer heredadas del consultorio de José Gregorio Hernández y que nos informan del inminente divorcio de Lila y El Puma.
La mayor y quizá única distracción en la antesala de un consultorio son los intentos por adivinar qué males acongojan al resto de la concurrencia. Alzamos la mirada por encima de la publicación de farándula que detalla la rivalidad entre Cyndi Lauper y Madonna. ¿Aquella señora de la esquina qué tendrá? ¿Por qué se rascará tanto la entrepierna este sujeto de al lado? ¿Y este otro por qué tose tanto? ¿Será contagioso? Por si acaso, nos cambiamos de puesto y renunciamos a visitar la sala sanitaria para no compartir el inodoro con algún individuo próspero en agentes patógenos.
Ataca el hambre. Avanza la deshidratación. En tan precarias condiciones, llega nuestro turno de ver al médico. Ya de regreso a la antesala, ha de emitirse el pago por la consulta mientras la recepcionista aúlla como si estuviera dando un mitin en la avenida Bolívar:

- Chico, ven pa´ sellarte el récipe… Pero qué casualidad. ¡Estos son los mismos supositorios que uso yo!

jueves, diciembre 14

Un día para ti


Para casi todo hay un día conmemorativo… Día del Árbol, del vecino, del peluquero, del archivista y hasta del agente bursátil y del conscripto naval; más otras fechas cuando el comercio hace su agosto, como es el de la madre, los niños y -para sumo agrado del sector motelero- el Día de la Secretaria. Pero en el curso de nuestras vidas hay personajes decisivos que, por pura indolencia, carecen de una efeméride cuando reverenciar su insigne labor. Propongo a la ONU, encargada de promover las fechas encomiásticas, que eche a un lado tanta desidia y oficialice ciertos días del año para servir con honor a quien honor merece:

Día de la Suegra Desconocida
En algunos países el 26 de octubre se celebra el Día de la Suegra y durante el Día de la Madre las suegras conocidas, esas que están ahí a la mano, proclives a tocar a nuestra puerta en cualquier momento, reciben regalos por partida doble: el de los hijos más los entregados por el yerno o la nuera (¡Dios los libre de olvidarse!). Pero nadie se ha detenido a consentir a la suegra ideal: La Suegra Desconocida, la que nunca se deja ver, aquella que se negó a ir a nuestra boda o renuncia visitarnos los fines de semana y, por lo tanto, es una perfecta extraña. ¡A celebrar con generosas cantidades de comida y alcohol el día de este ser angélico!

Día del Policía Acostado
Cuantiosos arrollamientos y accidentes vehiculares ha impedido con su presencia este martirizado montículo de asfalto que presta funciones las 24 horas en zonas residenciales y estacionamientos, y al que ningún gobierno -ni siquiera una prefectura- le ha consignado un día alusivo. Dejemos la negligencia y a agasajar a este honorable funcionario del que nunca se ha sabido que matraqueó la primera vez.

Día de la Tirria
Por todos son conocidas las bondades desestresante de la catarsis, aunque el comercio, concentrado en celebrar el Día de los Enamorados, no toma en consideración el potencial de retribuir al destinatario de nuestras animadversiones, ya sea un jefe puñetero o la ex cónyuge que nos dejó en la bancarrota. A tal fin, en su día nos levantaremos temprano a pincharle un caucho al susodicho, enviarle abominables sorpresas, esquelas injuriosas o al menos un chiclito ya masticado y lanzado inadvertidamente desde un balcón hacia el pelo del mimoso.

Día del Chofer de Camioneticas Prudente
Aunque celebrar la efeméride de este insigne paladín resultaría cuesta arriba: primero habría que localizar al menos a uno.

Día del Hablador de Pendejadas
Toda familia o empresa alberga a un representante de este género que, sin uno pedírselo, habla –o escribe- hasta por los codos sobre temas monstruosamente inútiles. Si llegara a decretarse un día en su honor y los conocidos y familiares se vieran precisados a consentir a este monumento a la vagancia, recuerden que yo muero por los dulces abrillantados y ando fallo de interiores.