miércoles, octubre 17

La bella y la bestia

Cuando un hombre feo alcanza el inusual logro de empatarse con una mujer bonita, sólo tiene que preocuparse de tres cosas: los amigos, la familia, y el resto de la sociedad.

Los amigos
Al inicio de la relación, los amigos y amigas del ala intachable figuran como los más severos adversarios, recordándole a la guapa cuando salía con determinado galán, todo un sinvergüenza y quien llegó a ponerle el ojo morado varias veces, pero que ahora está libre y arrepentido. O cometen el descaro de presentarle, a espaldas del feo, otros prospectos a la beldad. De allí que digan que los feos son celosos y dominantes. No es eso. Lo que pasa es que son realistas, saben que no pueden darse el lujo de abandonar a la intemperie tan apetecida joya. La bella, en cambio, no tiene motivos de qué preocuparse cuando el feo le informa: "Mi amor, mañana salgo a una playa nudista y regreso en una semana". "Chévere -responde la maja, impasible-. Pero cuidado y botas los lentes culo e´ botella".
La familia
Al momento de conocer a la bestia, los padres de la bella se topan de frente con la peor de sus pesadillas, que no es otra que la siguiente: si la relación madura y los asimétricos contraen matrimonio (durante la boda los invitados comentan convencidos que fue él quien debió de cubrirse la cara con el velo) vendrán los hijos, a quienes el ave sin gracia podría empañarles el patrimonio genético. Por eso en las salas de espera de las maternidades los padres de las parturientas hermosas se muestran el triple de nerviosos. Se muerden las uñas y rezan a la virgen por 1) la parturienta, 2) el bebé, y 3) por que el bebé no salga al padre.

El resto de la sociedad
Cuando ambos salen de paseo en el carro, los peatones piensan que el feo es el chofer de la sublime dama. O la policía los detiene frecuentemente al presumir que se trata de un secuestro express. Aclarada la situación, ella es perseguida por rumores del tipo: “Mujer pa´ interesada: seguro que anda con ese mamarracho por los reales”. De allí que el feo precise realizar grandes esfuerzos para adjudicarse valor agregado y, ya sea mediante el constante suministro de conversaciones amenas, platos exquisitos o un perenne sentido del humor, compensar el estrabismo o las marcas de acné.
Pero el tiempo, con su sabiduría, equilibra los contrastes. Cuando la bella envejece, su rostro pierde la lozanía; pero cuando el feo envejece, pocos notan la diferencia de cuando tenía 20 años de edad y ahora 57. Y es ésta, por qué dudarlo, la prueba definitiva de su amor.
Pocos bejucos, hierba malagradecida, se resisten al perfume de las rosas frescas.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Jejeje.. Muy bueno Castor!!! Pero que me dices cuando EL es el BELLO y una la BESTIA?? XD Eres un loco genial!!! Saludos.

Anónimo dijo...

Los bejucos malagradecidos que se cuiden: el amor dura mientras dura dura... jijijijiji