lunes, octubre 8

Sólo porque insistes

Los invito a estudiar cómo piensa una persona que gusta hacerse la dura. Para nuestro análisis utilizaremos el diálogo (ni tan ficticio) con una suegra, bastante válido para toda situación que involucre a otros individuos hambrientos de súplicas. Comencemos.
- Suegra, la invito a cenar.
- Es que no tengo mucho apetito –responde la doña, pese a que no ha probado bocado en todo el día a la espera de la invitación. Noten que enfatiza el adverbio “mucho”, es decir, su grado de apetito es cuestionable y deja una fisura abierta a los ruegos.
- Vamos, seguro que en el restaurante se le despierta.
- Es que no me gusta que gastes en mí –se excusa, aunque si esto fuese verdad, en las pasadas navidades no hubiera pedido de regalo una lavadora/secadora morocha. Y es que un experto en hacerse el duro tiene clarísimas sus prioridades: se hace el duro en lo intrascendente, para doblegarse en lo fundamental. Se opondrá con firmeza cuando un pariente o amigo pretenda obsequiarle, por ejemplo, un yesquero de mil bolos: “no, no, gracias… me daría mucha vergüenza despojarte de tan preciado bien” ¿Un bolígrafo tapa amarilla? “Déjalo así, a ti te hace falta” ¡Ah! pero ante el ofrecimiento de un televisor plasma de 42 pulgadas e interface de alta definición, inteligentemente abandonará toda resistencia: “me pones en un compromiso, pero dame acá ¡Ya está bueno de andar despreciando tanta generosidad de tu parte!”.
- Suegrita, una sopa por lo menos.
- No, mijo, yo me la preparo aquí –frase con que denota su sacrificio en aras del bien ajeno. Eso sí: conoce los límites, sabe cuándo detenerse pues, de sobrepasarse, entonces sí tendría que ponerse a cachifear.
- ¿No va a ir entonces?
- Bueno, está bien... Sólo porque insistes –y he acá el fin de toda persona ávida de súplicas: dejar por sentado que al recibir el beneficio, está haciendo un favor.
Destino las últimas líneas para ventilar un caso emblema, el de la moza negada a ceder su flor al pretendiente. Los inexpertos suelen reaccionar ante esta situación soltando con torpeza: “pero no te hagas la dura, mami”, terrible argumento con que sólo obtendrá que la chica, desenmascarada, redoble la resistencia. Así que tomen nota: el hacerse de rogar se combate con más hacerse de rogar.
- Mi amor, dame un piquito en la boca.
- Me da pena -porfía la doncella por cuarta vez.
- Tienes razón, tesoro. Por eso hoy mismo me uno a una secta donde se practique la abstinencia sexual.
- ¿Cómo es eso?
- Sí, una fe donde todo manoseo sea condenado por el sumo sacerdote.
- ¿Ni una agarradita de teta?
- Nada.
- Ay, cielo –dice ella, mientras ya desliza su mano por sobre la rodilla del beato-. Vente pa´ca.
- Bueno, está bien, mami... Sólo porque insistes.

7 comentarios:

Unknown dijo...

Como siempre¡ Gozo un mundo cuando por aquie vengo....es todo tan cierto je je

Anónimo dijo...

chico, eres una rata. pero si, totalmente veraz

Anónimo dijo...

Jajaja... Diosss!!! Tienes mucha razón... Castor eres un GENIO!!! Te estaba leyendo desde el anonimato. pero no resistí la tentación de comentarte XD Además ahora soy una adicta a tu blog!!! Que Dios me perdone... =P
Saludos

Bandera Negra dijo...

te acabo de descubrir
me encantó este artículo
el que pueda entenderlo en un ser amado
debe entenderlo a nivel macro
esto es, político

declaro adicción eterna a lo que escribas

salud,

Bandera Negra

Anónimo dijo...

cuanta realidad!!!! No me gusta darmela de dura pero de vez en cuando cae bien que te rueguen un poquito :D
Saludos!!
T.

Deya dijo...

Jajajajaaaa. LA dureza ante todo!!!
Pero no de a mucho :)

Como siempre, este post esta espectacular.

Un abrazo

Patty dijo...

jajajajaja xD yo tenía una suegra así.