Mientras la futura pasajera agudiza eso que llaman instinto femenino para decidir la opción más convincente entre el desfile de vacantes que, uno tras otro, saludan, chiflan, agitan sus brazos o sacan la cabeza por la ventanilla, he pasado hasta una hora bajo la lluvia. La dama justifica la rigurosidad de la escogencia evocando lo que le pasó a una vecina o una amiga, junto a informaciones de prensa y las no pocas leyendas urbanas que acuden a la mente de una mujer precisada a viajar sola en un taxi. De tan necesaria prudencia nace una tipología femenina a los pies de las aceras de la ciudad:
Las sambileras
Así sea el mismísimo Benedicto XVI quien conduzca el taxi, las asociados a este género se negarán a subir si el auto no está identificado con el logo de un centro comercial. Un criterio determinante es el tamaño del coco. Mientras más grande sea el coco, mayor será la confianza empeñada.
Las desnudistas
Grupo representado por aquellas señoras que antes de tomar un taxi, efectúan en plena vía pública un strip tease de prendas. Se quitan para guardar en el escote del sostén el reloj, los siete anillos, los collares y hasta las cadenas de gold filled, cuidando de disimular con la punta de la lengua el diente de oro, en caso de llevar uno.
Las latoneras
Dejan en pañales a los peritos de las compañías de seguro al momento de evaluar un siniestro. Si la carrocería presenta una abolladura o un rayón, se niegan a montarse porque “ese tipo maneja mal”. Les toca devolverse a casa porque en el país no existe un solo taxi desprovisto de abollón.
Las mecánicas
Variante más escrupulosa que la categoría precedente. Observan con detenimiento la presión de los cauchos o si la antena del radio está doblada. Las extremas le preguntan al chofer la última vez que le cambió la liga de freno o le hizo el motor al carro.
Jurados de Mister Taxista
Basan su decisión en el aspecto físico del chofer. Si quien conduce no es el doble de Brad Pitt, prefieren recorrer a pie el trayecto Catia-Petare.
Las antiparabólicas
A diferencia de los categorías anteriores, a cualquier hora de la madrugada se montan en el primer carcamal que pase sin importar que el chofer lleve cubierto el rostro con un pasamontañas y un pedazo de soga colgado del espejo retrovisor. Representan un riesgo importante para el tráfico vehicular cuando llevan minifalda y viajan de parrilleras en mototaxi, pues está comprobado que los picones accesibles a los ojos de la ciudad dejan a su paso una estela de fatales accidentes.