viernes, marzo 23

Que todos los santos bajen a Vargas


- Muchachos… ¿ya leyeron El Código Da Vinci? ¡Está buenísimo! –preguntó San Juan de Dios, patrono de los libreros.
- Yo le lleve la película al Jefe, pero como era una copia chimba quedó en la parte donde a Tom Hanks lo adormecen con burrundanga –replicó San Gabriel Arcángel, guardía de las telecomunicaciones.
- ¡Orden, colegas! Vayamos al punto principal de la asamblea –interrumpió el jaleo San Guido, defensor de los notarios-. Nos hemos reunidos en la presente ocasión para decidir a dónde vamos esta Semana Santa.
- Yo sugiero… -interrumpió el único asistente encorbatado.
- ¡Un momentico, José Gregorio, que tú estás coleao! –farfulló San Tomas Moro, custodio celestial de los abogados-. Aún no te han concedido el carné y sin las debidas credenciales, no puedes participar en las deliberaciones del gremio. Agradece asistir en calidad de beato oyente, pero sin voz ni voto.
- Vamos a ver si de aquí al 2021 la pego… –rezongó, volviendo a su asiento, el siervo de los pobres.
- ¿Otro cachito? –invitó San Onésimo, vigía de los sirvientes domésticos.
- Propongo que vayámonos este año a una playita, a un riíto por lo menos –planteó San Cristóbal, centinela de los viajeros.
- Negativo procedimiento. Debemos continuar en las iglesias y en los templos a la espera del fervor de los fieles –expuso, categórico, San Pedro, vigilante oficial de las puertas del paraíso.
- Ahí viene éste de nuevo con sus atropellos. Claro, como a él le han construido tremendas catedrales allá abajo y uno apenas cuenta con una que otra capillita –se lamentó, con muestras de resentimiento, San Liborio.
- Además de estar encompinchado con San José, otro apoya´o por ser el padre de quien ya sabemos… –dijo San Tomas Moro, cuidador de los políticos- ¡Propongo una habilitante que fomente la igualdad entre los santos!
- Ey: santos… y santas –replicó la Virgen María, madre del hijo de Dios (¡una pelusa!).
- Nos hemos apartado de la agenda -retomó el punto San Guido, el de los notarios-. Por fin… ¿pa’ dónde cogemos esta Semana Santa?
- Ya conocemos Hawai, Aruba, y esas hermosísimas playas que hay en los anillos de Saturno. Este año propongo que todos los santos bajen a Vargas. Bastantes milagros que hacen falta por allá – planteó San Francisco Javier, defensor de los misioneros.
- ¡Upa! Yo llevo la cavita con el vino de consagrar –secundó San Vicente de Zaragoza, patrono de los cultivadores de viñas.
- Y yo el CD con los cantos gregorianos para oír en la cola de la trocha – terció Santa Cecilia, bienhechora de los músicos.
- Nada de eso, hermanaza ¡Este año nos salen Las Cherrys! –determinó San Blas, favorecedor de los laringólogos y de los enfermos de la garganta.
- A todas estas –dudó San Judas Tadeo, protector de los policías-… ¿Y quién se va a quedar de guardia aquí?
Pero nadie escuchó.
Ya medio cielo comía corvina frita en “El pez dorado”.

jueves, marzo 15

Promotora


Está uno de lo más fiel en una tasca, jurándole a nuestra señora que es la cosa más bella del mundo cuando, de sopetón, llega a la mesa una señorita dentro de una pasmosa lycra bicolor. Con su sonrisa de promotora, explica que si ordenamos dos cartones y medio de cierta marca de cigarrillo, obtendremos de ñapa un yesquero.
La mujer que nos acompaña no pierde la compostura, qué va. Ni de vaina va a mostrarse menos risueña que la anónima hermosa. Hasta se pone participativa, exhibiendo un interés donde brilla una verdad grande como el sol: parte del instinto femenino se destina a estudiar el comportamiento con que los hombres reaccionan ante una promotora.
Hasta hay damas que, siendo abstemias y sin nunca haber aspirado el humo de un cigarro, prestan una atención inusitada al grado alcohólico de la bebida ofertada o si el cigarrillo en promoción ostenta doble filtro ¿El plan? Extender la estadía de la forastera para analizar con detenimiento la actitud del tipo ante un hembrón.
Es de novios y esposos sensatos hacerse los locos, reunir toda la fuerza de voluntad para fijar la mirada en el servilletero, tragar grueso, disculparse: “No, señorita, gracias por su gentileza. Yo fumo otra marca”; cuando en el fondo de la garganta se agolpa el grito: “Mami, yo inhalaría perejil si me lo pides ¡Al carajo con el cáncer! Pero déjate de esto y huyamos en el carro que tengo estacionado aquí cerquita”.
Pero no. “Muchas gracias”, repetimos, con una frialdad que podría valernos una postulación al Oscar en la categoría de Mejor Actor.
De los recursos del mercadeo directo, la gracia de las promotoras entraña la más perversa manipulación hormonal. En los pasillos del automercado sale a tu encuentro una chica para invitarte a probar un jugo de chirimoya endulzado con papelón. En un vasito de café sirve el absurdo elixir. Aquello sabe a diablo, pero la lycra tan bien arraigada, sus dulces modos… Uno termina llevando a casa dos cuñetes del menjurje.
Más el recuerdo de una sonrisa.
Aunque dudo que la promotora lo pase mejor.
Lidiar con adolescentes mamones, con viejos verdes, con las esposas de los viejos verdes, con cronistas babosos… todo eso que compone la noche, en el intento por juntar el dinero para la matrícula del tecnológico, quizá la rinoplastia fundamental para otra incursión ante Osmel (Dios quiera que con mejores resultados que en los dos casting anteriores), o cualquiera de los muchos alpistes que llevan a una ave espléndida a detenerse al borde de nuestro mantel durante su migración de mesa en mesa.

martes, marzo 13

Telenovela real


Para que no digan que sólo pasa en las telenovelas, el hijo de la conserje, un muchacho respetuoso, siempre alerta para llevarle a las ancianitas las bolsas del automercado, solía compartir en sus ratos libres con los otros adolescentes del edificio (antes de seguir con el relato es preciso subrayar que dicho inmueble está muy lejos de reproducir el lujo de esos quintones donde viven los ricos de las telenovelas mexicanas, nada de eso. Situémonos en un pulcro complejo habitacional de clase media, ocupado por amas de casa y pediatras abnegados para costear la estadía anual en un spa margariteño).
Decía que el hijo de la conserje disfrutaba del privilegio de compartir con los vecinos de su misma edad y nadie reclamaba, que los padres modernos concuerdan en que es de gran provecho para los jóvenes en formación la experiencia antropológica de coincidir, en un ambiente controlado, con sujetos provenientes de otros escaños sociales. Hasta ahí todo bien. Pero el muchacho se pasó de la raya ¿Qué comería para permitirse galantear a la carricita más guapa del edificio? Lo peor fue que la doncella respondió gustosa a las pretensiones del zagaletón, al punto de tomarse de las manos, sin coto de vergüenza, en la terraza del edificio.
Camino a la peluquería, las doñitas residentes observaban con cautela a los tórtolos, presintiendo la amenaza y sus posibles cortafuegos, que sin el establecimiento de medidas urgentes mañana el repartidor de los botellones de agua mineral podría venir por la damita del 3C; y luego la cajera del abasto envolverá con sus malas artes al hijo de la jueza del 5B.
Decaído el tópico del cableado eléctrico corroído por las ratas, el idilio juvenil pasó a ser el tema de la comunidad, esparcido el rumor de que los padres de la moza habían convocado a los miembros más honorables de la junta de condominio para debatir secretamente el percance.
Hasta aquí el parentesco con la ficción telenovelesca. El desenlace del drama que nos ocupa no contó con el resto de los ingredientes que caracterizan al género. El galán no heredó ninguna fortuna, ni la damisela quedó preñada para luego extraviar al bebé en un ataque de ceguera o tras ir a dar injustamente a prisión. Nuestro drama tuvo un fin bastante simplón, pero realista, eso sí.
Se argumentó que la conserje malbarataba la cera sobre el piso, que nunca cuidó satisfactoriamente de las cayenas del jardín, etc., y fue sustituida por otra señora (sin hijos). Pero ¡animaos!, que los finales felices son un asunto de perspectiva y -reestablecido el orden- la comunidad durmió tranquila esa noche, con algunos de sus miembros llevando una sonrisa a la almohada porque en la trama televisiva que antecede al sueño, la protagonista buhonera conquistó con su nobleza el corazón de un potentado.


viernes, marzo 9

Diplomas

A mí lo que me anima a inscribirme en talleres, cursos, seminarios, y hasta licenciaturas y maestrías, es el momento que comprende guindar el diploma en la pared. Para ello escogí el muro de la casa con mayor visibilidad, decisión subordinada al espacio del que disponga cada quien. Aconsejo la pared del vestíbulo, la del comedor, junto a la alacena o, para quienes vivan en un apartamento tipo estudio, sobre el water de la sala de baño. Lo importante es no engavetar el logro y que las visitas encuentren sin mucho esfuerzo tanta evidencia de porvenir.
Tras los arreglos preliminares, como lo es la contratación de un hábil marquista más la escogencia de rosetones en armonía con el mobiliario, se enfrenta un paso crucial: la elección del clavito. Los negligentes utilizan los de precio baratón, hechos un nudo al primer martillazo; los menos insensibles recurren a los de acero, negritos y cumplidores, aunque proclives a sacarte un ojo si pelas el golpe y el bicho salta hacia inesperado destino. Mi caso es ajeno a todas estas vulgaridades ¡Lo mío es el ramplus! Así borro toda duda sobre la firmeza de mi educación.
La jerarquía obedece luego a un orden inflexible: el título universitario corona el conjunto en actitud solar (recuerda utilizar un nivelador para que quede derechito), gravitado por los diplomas de especialización, si fuera el caso; y, en la órbita siguiente, los certificados de asistencia que acusen recibo de nuestras habilidades en materias tan diversas como el origami y la mecanografía.
Da gusto detenerse a contemplar el saber acristalado, ocasión cuando se comprende la echonería que embriaga al cazador frente a la pared llena de cabezas de osos y tigres fulminados por su escopeta. Tantas horas de insomnio, de quemarse las pestañas sobre un libro, constituyen una inigualable pieza decorativa al momento de enriquecer la ambientación de todo hogar.
Eso sí, procuremos no guindar las credenciales a mucha altura, por si se agotan las copias del currículo y toque descolgar la vida del muro para, por enésima vez y renacida esperanza, entrompar nuestro viejo taxi hacia el centro de reproducción.

viernes, marzo 2

Con todos los gastos pagados

Lo primero que pregunta mi señora al enterarse que la empresa me envía de viaje, es la razón y el tiempo en que se prolongará la estadía afuera. Luego de apurar esta inevitable muestra de interés, un brillo toma su mirada y hasta se muerde los labios al momento de averiguar lo importante: “¿Y cuánto te dieron de viáticos?”.Así se inicia el vía crucis de los viáticos. Los compañeros de la oficina reaccionan como si uno acabara de ganarle una demanda a Microsoft. “¡Upa, cachete, estás buchón!”, indirecta para que les convide el almuerzo o unas frías, que de negarnos se estrenará por los pasillos nuestra reputación de miserables. Pero recibir viáticos también tiene su encanto, que no es el dinero en sí, qué va; sino la renovación de argumentos para hablar pestes de la compañía.
Y es que ninguna empresa que se respete y siga a cabalidad el principio de la explotación del hombre por el hombre, es decir, ninguna empresa, ofrece viáticos decentes. Es un punto de honor en el manejo efectivo de sus finanzas. Hasta sospecho que en las escuelas de administración imparten una materia electiva llamada “Viáticos o cómo hacer que un empleado sobreviva fuera de la ciudad con 2 mil bolívares diarios”. El caso es que la pichirrería organizacional alienta los resentimientos laborales. “Me envían a Guasdualito por un mes y sólo me dan 20 mil bolívares de viáticos ¡Cuánta mezquindad! Con todo el dinero que ganan…”. Y por ahí uno se explaya en un encendido manifiesto contra el capitalismo salvaje.
Gastarlos con prudencia requiere acoger los hábitos de un faquir ¿No me iré a desmayar si desayuno sólo un juguito? ¿Si pido un quesillo luego del almuerzo, me lo irán a descontar de prestaciones? ¿Si economizo caminando los 15 kilómetros que hay del aeropuerto al hotel (a darse con una piedra en los dientes si es de una estrella), me quedará algo para un Cocosette como recuerdo de viaje? ¿Despilfarro en agua mineral o busco una manguera para mitigar la sed con agua e´chorro?
Lo peor espera al regreso. La relación de gastos. No hemos colocado la primera nalga sobre el asiento en la oficina, cuando ya está llamando la secretaria de administración para solicitar el envío de la relación de gastos. Brilla el enigma que atribula a todo empleado al regreso de un viaje: cómo justificar los traslados en taxi cuando ningún chofer tenía factura. Y de nuevo te llaman de administración, con un empeño que lleva a pensar que la empresa aguarda los 1.500 bolívares que quedaron de los viáticos para pagar nómina.
Porque algo es cierto: así se termine poniendo reales de la quincena debido a que la tarjeta telefónica adquirida para llamar a la madre moribunda no consta como consumo justificado, devolver parte de los viáticos es el mejor ardid para figurar como un empleado virtuoso, de esos a los que el jefe palmea en la espalda y honra con el privilegio de recorrer el mundo con todos los gastos "pagos".