lunes, agosto 20

Doble raya

Sorprende la variedad de cuadernos que hay hoy. Cosidos, anillados, con compartimiento para el celular, e imágenes de Barney o Bob Esponja impresas en la tapa. Hace poco hasta vi a Paris Hilton que sonreía desde la cubierta de un cuaderno, parte de una colección coronada con cartuchera y morral (por las señas del personaje, debió añadirse al kit una cigarrera y portavasos).
Cuando yo era tripón no había mucho de dónde escoger. Una fija era el cuaderno Caribe, el del busto de un indio seriesísimo en la portada y la tabla de multiplicar de ñapa al fondo. Tan altivo aborigen me acompañó durante mis primeros años de estudio, cuando destinaba las páginas finales para jugar al ahorcado, o al reto de alcanzar las puertas de un castillo sin detener el trazo ni caer en alguno de los agujeros circundantes (lo más divertido del asunto era la distribución de los agujeros que simulaban un campo minado, construido golpeando enérgicamente la punta del lápiz sobre el papel).
Compartían el espacio dentro del bulto los textos escolares heredados de unos primos. Mamá los reciclaba pasando el borrador sobre las prácticas de inglés, por ejemplo, hasta el día en que sus hojas lucieran más huecos que conocimientos –de allí creo que provienen los vacíos de mi cultura-. La norma era renunciar a escribir con bolígrafo para no inutilizarlos y legarle el bochorno al siguiente sucesor.
Así uno se empeñara en incorporar valor agregado pegando calcomanías por aquí y por allá, nunca igualamos el postín del magnate de la clase, dueño de un poli cuaderno de tapa dura y los márgenes de las páginas identificados con un color distinto para cada materia. Ese viejo resentimiento, y no otro motivo, fue el que me llevó a cursar estudios de postgrado para figurar, ahora sí, como propietario del cuaderno más apetecible del salón.
- Déme el más caro que tenga -pedí a la vendedora de la librería, asistido por el entusiasmo de cuando fijaba la nariz al mostrador durante la compra de la lista escolar. La adquisición, revestida con un oloroso semi cuero, pesaba kilo y medio y demandó el precio de una camisa buena.
El primer día de clases coloqué la lujosa revancha sobre el mesón del pupitre, bien a la vista para cuando llegaran los condiscípulos. Las chicas no pasarían por alto tan notorio símbolo de status que haría de mí la envidia del alma mater. Pero avieso es el destino. Al rato se presentó un tipo trayendo bajo el brazo un estuche negro, delgadísimo, de donde extrajo un mecanismo reluciente con capacidad para conectarse a Internet y todo mediante tecnología wireless. La laptop grababa en video la charla del profesor o vomitaba animaciones en Flash que los compañeros espiaban, fascinados, desde sus asientos, por sobre los hombros del saboteador.
Me mantuve firme. Si algo aprendí del indio Caribe fue a fruncir el ceño, a parecer inquebrantable.

miércoles, agosto 15

Desde la isla

Shakira es dueña de una isla en Las Bahamas. Y es que cuando un genio de los negocios o una estrella del cine o de la música logra una fortuna inusual, agrega a su lista de prioridades la adquisición de un pedazo de paraíso rodeado por agua y sol. El gesto refleja un propósito envidiable: despedirse de los vecinos.
El fundador de CNN, Ted Turner, propietario de un islote único sobre el Atlántico, es otro librado de esa rutina que ocupa a muchos cada mañana: tomar un ascensor en compañía de extraños con quienes tenemos en común sólo la cerámica del pasillo. Tampoco conoce el fastidio de transportar peroles durante una mudanza y presentir a una doña asomada por el ojo mágico de su puerta para analizar en qué estado yace la tapicería de nuestros muebles (acarrear públicamente un colchón sin sábanas es otra manera, muy penosa, de andar desnudos por ahí).
Congeniar con la comunidad inmediata es un deber a cumplir por la mayoría de los inquilinos, para quienes un vecino es, en la mejor de las circunstancias, un mal necesario. Pero Johnny Deep, terrateniente de una solitaria porción de Las Bahamas, no precisa tocar el timbre de al lado para pedir una llave de cruz cuando se le espicha un caucho a media cuadra de su casa, y su perro orina donde quiera sin ser acusado de terrorista ante el presidente de la junta de condominio, señor éste mundialmente aficionado a las camisas de cuadritos.
Hay ermitaños menos solventes, que recurren a una mansión envuelta en hectáreas impenetrables o un pent house al que se llega mediante ascensor privado. Aunque, pensándolo bien, para muchos vivir en una isla es ya un deseo cumplido. En mi edificio, por ejemplo, todos ocupamos desde hace tiempo nuestra propia insularidad, tras cuyas puertas vemos televisión por cable, leemos, jugamos Nintendo y demás recursos concebidos para remar lejos de los otros. Atravesamos el pasillo concentrados en nuestra propia orilla, bajando cada mañana en un ascensor con capacidad máxima para seis Robinson Crusoe.

miércoles, agosto 8

Instrucción Pre Matrimonial

Muchos critican la militarización de ciertos ámbitos de la sociedad venezolana, pero hay un espacio en el que sería oportuno que esto ocurriera: los cursillos prematrimoniales. La Iglesia debería cederle al Ejército el manejo de dichos talleres -que pasarían a llamarse Instrucción Pre Matrimonial- con el fin de adiestrar a los novios para cuando regresen a ese teatro de operaciones que es un apartamento luego de la luna de miel.
Los futuros cónyuges necesitan formarse en Guasdualito o Core-8, comer bachacos y demás bichos para cuando se agoten las provisiones o suba el precio de la cesta básica, y poner pecho a tierra por si se desata una ofensiva de platos y tazas; mientras, las novias ameritan dominar maniobras de contraataque en caso de que el bando hostil llegue paloteado a medianoche y haya que repeler la embestida blandiendo un coleto con la misma agilidad con que Josefa Camejo manejó una bayoneta.
El programa de estudio no debe dejar cabos sueltos. 1° Módulo: Noche de bodas y Tiro al Blanco. 2° Módulo: Fusilamiento de Amigotes y/o Comadres. 3° Módulo: Hijos y demás infantería. 4° Módulo: Visita de Suegra y otros estados de sitio. Tras el simulacro correspondiente, se pasa a la ronda de preguntas y respuestas:
- Oficial (porque nuestro cursillo no lo dictaría el sacerdote de la parroquia, qué va, sino miembros del alto mando, muy competentes en operaciones no siempre bélicas) ¿qué hago si sospecho que mi pareja me es infiel?
- Primero hay que descartar que no se trate de una guerra asimétrica, para lo que se recomienda la utilización de camuflaje o contratar los servicios de un espía; pero no reacciones hasta conocer al adversario y puedas sorprenderlo in fraganti en compañía del traidor a la cama. Entonces, saca a relucir todas tus armas de destrucción masiva.
- ¿Y si es uno el descubierto?
- Mejor que digan “aquí corrió”.
- ¿Cómo enfrentar las visitas inoportunas de la parentela política?
- Golpe de Estado inminente. Para estos casos, se aconseja la guerra biológica, como ponerle mucho curry a la carne guisada, o prescindir del uso de desodorante durante los días previos a la invasión.
- ¿Cuál sería un buen obsequio para el Día de los Enamorados?
- Anuncia desde muy temprano que, en cuanto llegues a casa esa noche, le vas a dar lo suyo a tu pareja.
- ¿Algún truco para reavivar la pasión?
- Sorprende con medios que favorezcan el romanticismo, tales como velas aromáticas, música suave, y fresas que reanimen el frenesí amoroso.
- ¿Qué hacer cuando la relación se encamina hacia la destrucción mutua asegurada?
- Ondea la bandera blanca y pacta un armisticio, una tregua, usando todos los mecanismos de inteligencia para reconquistar el territorio perdido.
- ¿Y si nada de eso funciona?
- En el amor como en la guerra, a veces es necesario desertar para seguir vivo.

viernes, agosto 3

Lo peor de la web


¿Conoces un blog que resalte por su cursilería, diseño estridente, lugares comunes? ¿Sabes de una página web célebre por su doble moral, convicciones balurdas, fanatismo, pedantería, ordinariez u opiniones tan políticamente correctas que dan nauseas? El Directorio Nauseabudo es el sitio para descargarlo! Envíando la dirección del sitio y una breve descripción de por qué le tienes tanta tirria, el adefesio virtual será incorporado a este nuevo espacio que pretende recopilar las peores web de la web.

miércoles, agosto 1

Te lo dije

Mejor que ofrecer un consejo y que la otra persona lo siga, es ofrecer un consejo, que la otra persona no lo siga, le vaya mal, y luego irrumpir en medio de la tragedia con la siguiente frase colgada de la boca: “¡Ajá! ¿viste? Yo te lo dije”. Hasta hay profesionales en la materia, individuos que cruzan los dedos para que el aconsejado se desbarranque por desobedecer la recomendación, y así saborear esa superioridad típica en los profetas que nunca se equivocan.
Esta sencilla frase genera y sostiene la reputación paterna. Si a un niño sus padres le advierten que no se suba a una mata de mango, pero el carricito desacata la orden y cae de bruces, sin duda el pequeño aprenderá la lección de no trepar allí de nuevo; pero, esencialmente, aprenderá que no oír a los padres trae terribles consecuencias. Y es que imaginen la tragedia que significaría para la credibilidad de un señor o una señora cuyo hijo, tras infringir el aviso, saboree sobre aquel árbol el fruto más dulce, la raya que hoy cargaría encima Mary Maxwell, madre de Bill Gates, de haberle dicho al hombre más rico del mundo -quien, por cierto, nunca terminó la universidad- cuando éste era un pelaíto apenas:
- ¡Muchacho! deje tranquilo ese perol y váyase a estudiar.
- Mami, es que se me acaba de ocurrir un software basado en ventanitas que se abren unas tras otras.
- ¡Qué ventanitas ni que ventanitas del carrizo! Agarre un libro de Derecho o de Medicina, que ahí es donde está la pomada.
Nada. Esa madre estaría hoy disminuida, de manos atadas para decir “te lo dije”. Abundan las expresiones equivalentes en los más diversos escenarios. “Te advertí que no le apostaras a tal caballo” o “eso te pasa por votar por ese candidato”. Ah, y el romance, fuente inagotable de “te lo dije” y su peor versión: cuando se reprocha en primera persona, cuando es uno quien interpreta para sí el rol de consejero no escuchado. “Yo me lo dije. Sabía que nunca me amó. Hace años que me lo dije”.
Claro, otro gallo canta cuando restregamos a terceros lo que resultó de desacatar nuestra sabiduría. No hay nada más hermoso. De allí que divulgue en las líneas siguientes una breve selección de mis mejores “te lo dije” ofrecidos, en su oportunidad, a panas que ignoraron mis iluminadas orientaciones:
“Compadre, no debió apostarle la casa y el carro a la Vinotinto”.
“Te lo repetí mil veces, Roxana, que borraras eso”.
“Yo te avisé que no te subieras a esa cerca, Henrique”.
“Hubieras dormido la rasca, Paris”.
“Irene, te previne de esa mala junta”.
“Carajo, José Luis, te advertí que no grabaras esa cuña de chicle”.

Y después no digan que no se los dije.