lunes, marzo 17

Adulto contemporáneo

Hoy me levanté de la cama con el firme propósito de convertirme en un adulto contemporáneo. Significará un gran esfuerzo alejarme de los viejos hábitos que me mantienen atado a mi actual categoría de adulto extemporáneo, pero estoy dispuesto a poner todo de mi parte para salir de esta otra época en la que permanezco varado -no sé si vivo a inicios del siglo IXX o en un futuro distante- y alcanzar la añorada dimensión de la contemporaneidad.
El primer paso será pedir un fuerte crédito al banco.
- ¿Y cuál es el motivo de la solicitud? -me preguntará la ejecutiva de cuentas, a lo que responderé, optimista pero concluyente:
- Convertirme en un adulto contemporáneo.
- ¿Y qué es eso?
- Esteeee, lo ignoro… pero ya todos mis amigos lo son y comienzan a mirarme feo.
Oído esto, la acogedora señorita sacará de una gaveta de su escritorio el fajo de billetes requerido, luego de lo cual visitaré tiendas de aparatos electrónicos para adquirir la laptop, el manos libres del celu y -¡por supuesto! - el iPod, pues es sabido que con el gusto musical apropiado ya se tiene medio camino resuelto en el difícil arte de ser un adulto contemporáneo.
De allí que no pienso escatimar en sacrificios y esconderé bajo los felpudos del carro los cedes de Don Omar y Estelita del Llano (tengo que preguntar si Los Panchos son permitidos), para poner a la vista de ocasionales pasajeros intérpretes de moda pero no tanto, más álbumes de agrupaciones de esas que llaman Clásicos, eso sí, desaparecidas mínimo hace una década. Esto es buenísimo porque las giras de reencuentro ofrecen un apasionante tema de conversación tanto en bautizos como durante ceremonias fúnebres (ya me perdí el concierto de The Police y el de Soda Stereo; pero ahora, como adulto contemporáneo, ¡no me pelo el de Air Supply!).
Sospecho que nadie con barriga cervecera es admitido en el gremio, por lo que desde hoy me propongo subir al Ávila bien temprano y por las tardes tirarme en parapente, es decir, ¡seré dinámico!, dejando atrás la despreciable manía de recorrer taguaras y peñas hípicas los fines de semana, para convertirme en asiduo de lounches y un entusiasta del sushi, aunque ruego me sea permitido llevar guasacaca durante la primera fase de la dura transición.
He de asegurarme de tener ideas progresistas, participar en intercambios de parejas, y enterarme qué es eso del calentamiento global para comenzar a crear conciencia. Ya anoté en la agenda (electrónica, obviamente): “hablar pestes de La Guerra de los Sexos y cada noche, antes de dormir, echarle pichón a un capítulo de Osho u otro autor de pasmosa sabiduría”, que no quiero pasar por bruto, quedándome con la boca cerrada en la primera reunión de adultos contemporáneos a la que asista durante mi debut, y venga un tercio y descubra -¡la pistola!- mi terrible pasado como adulto a secas.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Otros detalles: Comprarte una moto, abrazar el budismo como tu nueva fe, ver mucho cine europeo en idiomas que no entiendas, y hacerte un "retoquito"...

Yudith Valles de Perez dijo...

Creo que el prestamo del Banco va a ser insuficiente segun estos consejitos que te da mariale, yo te dare este: aptitud, sientete joven! Suerte!

Anónimo dijo...

espero que osho nunca te lave el cerebro. me gustas más cuando hablas de las suegras como "viejas cacatúas".

Karina Pugh Briceño dijo...

Me muero de las risas...

Te faltó hacer tours gastronómicos y gastarte una millonada en cursos de enología.

Jhonathan dijo...

¿cómo a que edad uno es adulto contemporaneo?