lunes, julio 14

Por qué doblar la página de un libro

Usted dobla el borde de la página del libro que lee porque a) nunca encuentra ese escurridizo pedazo de cartón llamado marcapáginas que le regaló una librería pudiente o un amigo pichirre, o b) no tiene a mano una servilleta o un lápiz que le hagan el quite al marcapáginas. Ante la ausencia de tan útiles recursos, improvisa entonces un dobladillo en la esquina superior de la hoja como señalización que indique dónde reanudar la lectura la próxima vez.
Mucha gente critica este método recordatorio por considerarlo un irrespeto a tan sagrada institución del saber. Yo opino lo contrario: doblar la página de un libro es el más sincero homenaje que pueda recibir la persona que lo escribió. Y es que cuando un pasajero del metro llega a su destino y dobla la página del texto que venía leyendo durante el viaje, acuerda una cita mediante esta operación, está diciendo hasta pronto, suscribe un pacto con el que promete que luego de honrar los compromisos del día y regrese a casa en un vagón con dirección opuesta al que tomó en la mañana, volverá a esa página para restablecer el encuentro interrumpido horas antes. Feo sería no doblar nada y cerrar muy panchos el libro, que es como despedirse de aquellas líneas con un adiós.
Quizá pretenda seguir leyendo corrido, pero usted también dobla cierta página antes de pasar a las otras porque en ella particularmente echa chispas un pensamiento esclarecedor, sobresale de entre el conjunto el verso más excitante o, si se trata de un recetario, el platillo que le volvió agua la boca. De allí que el sueño de cualquier autor sería que muchas, mejor aún, todas las páginas de su novela o de su tesis o de su poemario las honre ese doblez que funciona como el dibujo de la equis en un mapa del tesoro.
Desconfío de los libros que llevan mucho tiempo en la repisa de una biblioteca luciendo todavía impecables, como si ningún ojo, ningún dedo mojado de saliva hubiese pasado por ellos. Cuando le pido a un amigo que me preste uno, busco la hoja doblada para saber cuál episodio fascinó a mi amigo o lo llevó a colocar el libro en la mesita de noche antes de irse a dormir, qué dice o calla de su dueño la página marcada. Es una lectura dentro de otra. También pasa que cuando devuelvo el ejemplar hecho un acordeón se me recrimina furiosamente con un “¿Y esto?”. Provoca responder: “Chico, agradece el favor: ahí te dejo iluminadas varias perlitas”.
Aunque casi siempre el gesto se da sin siquiera tener un libro entre las manos. De las muchísimas páginas que componen la biografía de nuestras vidas, pocas logran que los dedos de la memoria doblen la punta de una tarde terrible o magnífica para volver a ella el día menos pensado.

6 comentarios:

César dijo...

Yo digo: mejor dobladas que rayadas ¿no? Y con respecto a lo de mojar los dedos con saliva para pasar las páginas, no sé, después de El nombre de la rosa no sé si a mucha gente le queden ganas...

Buen post.

Va un abrazo.

Anónimo dijo...

cada tanto releo un libro con marcas que yo no le hice. es el ùnico modo de volver a quien hizo las marcas... tengo suerte: a veces la vida deja pequeñas anclas de donde retomar un recuerdo...

Anónimo dijo...

Nunca he entendido para qué se mojan el dedo para pasar las páginas.
Yo no lo hago y las paso sin problemas.

Yudith Valles de Perez dijo...

Hola Castor, pasando a visitarte y disfrutar de este post la biografia de personas que viven recordando solo el pasado tienen el acordeon. Pasa por mi blog tengo presentes para ti! Besos

Anónimo dijo...

¿Tienes tú mi llave?

Anónimo dijo...

¡Gracias!
Ahora he de sentirme menos culpable de ese "acto sacrílego" de doblar una página cuando no memorizo el número de la hoja o tengo a mano un marcalibros... leer es mi mayor vicio y coincido en que los autores han de sentirse mejor de que uno lea, relea, marque, atesore y "desgaste" con deleite sus obras. Eso implica que han nutrido mucho a una o varias personas.

Por cierto, hay una frase: "no sé quien es más tonto, quien presta un libro o quien lo devuelve"... yo generalmente sólo presto aquellos que no me interesaría perder y pido prestados aquellos que... si me gustan, de seguro compraré...

Sigo leyendo!