martes, noviembre 18

El Empleado del Mes

Cuando visito una franquicia de comida rápida permanezco largo rato frente al muro donde resplandece la foto de El Empleado del Mes, especie de santuario corporativo cuya visión inspira preguntas cruciales, si fueron doce o dieciséis los sacos de papa freídos en media hora, o si tan alto honor le fue otorgado a quien logró la hazaña de erradicar el viejo rastro de salmonella sobre los mesones de la cocina.
En otros ámbitos laborales no se da de manera explícita la figura de El Empleado del Mes, aunque en todos los casos se sobreentiende y siempre es un privilegio muy difícil de obtener. No basta con marcar tarjeta a las 8 de la mañana y marcharse a las 7 de la noche (un dato: ningún jefe toma en cuenta cuando un empleado llega temprano, sino si éste se retira antes de la hora) para cumplir con las obligaciones por las que le pagan, no señor; dicho logro demanda sacrificios adicionales a resolver con gozosa disposición.
Inscribirse en el equipo de softbol organizado por Recursos Humanos -sería más vistoso todavía participar como entrenador y/o coser los uniformes-, llevar el antipasto cuando el patrón cumple año o invertir la hora del almuerzo decorando el pino navideño del lobby son actividades de muy buen ver. Y ni hablar de alinearse por todo el cañón a las metas organizacionales como, por ejemplo, el ahorro de insumos. Así que un fuerte candidato a El Empleado del Mes será quien recicle cinco veces una misma grapa, extrayéndola con los dientes del cúmulo de documentos para no despilfarrar los recursos mediante la manirrota adquisición de un sacagrapa.
Nunca está de más calentarle la oreja a los superiores con jugosas confidencias sobre amoríos entre compañeros de cubículo y -¡en esto sí que ha de mostrarse inflexible!- bajo ninguna circunstancia sugerir que cobra poco. Todo trabajador con ínfulas de Norma Rae verá desaparecer de cuajo la posibilidad de convertirse en El Empleado del Mes (y, si continúa de necio, hasta de seguir como empleado)
No hay que confiarse pues los responsables de la nominación son individuos de temperamento voluble, siempre atentos a cualquier disparate. Cuando supone usted haber trepado hacia el altar de El Empleado del Mes, puede que cometa la pifia de introducir un reposo médico por las quemaduras de tercer grado sufridas cuando instalaba las lucecitas del pino navideño del lobby y ¡zúas!, de nuevo al sótano del afecto patronal.
Atañe entonces remontar sin desmayo la cuesta, primero como El Empleado del Minuto, luego de la Hora, de la Semana y, si sigue así de derechito, sus esfuerzos serán recompensados no sólo con su fotografía en la cartelera o impresa en el boletín institucional, sino que hasta podría ser ascendido a supervisor, cuajando el sueño de todo sujeto que figurase regularmente como El Empleado del Mes: elegir a El Empleado del Mes sucesor y a tomar nota del número de informes, la cantidad de horas extra, cuántas papas fríe Martínez por minuto.

4 comentarios:

Rafael Jiménez Moreno dijo...

Amigo Cástor,

Leyendo su artículo caigo en cuenta de que en ninguna de las salas de redacción por donde hemos pasado (a veces como caballos de Atila)tuvieron a bien realizar el reconocimiento de empleado del mes. Acaso porque el periodismo más que un trabajo parece una moderna variante de la esclavitud, particularmente en tiempos de operativos especiales, del tipo Elecciones 2008. Reciba un abrazo y mis mejores deseos, ínsigne cronista

Principito dijo...

Yo siempre entro a los locales de comida rápida no porque me agraden sino unicamente porque abrigo la esperanza de ser atendido de una vez por todas por el ilustre personaje sonriente de la foto. Lamentablemente nunca lo consigo y termino haciendole mi pedido a uno de los simples mortales que aspiran al galardón. El hecho de nunca tener ese privilegio me ha hecho pensar en que el empleado del mes es solo un mito, pero bien, ahora comprendo que tal vez sólo un "cliente del mes" acceda a ese honor.

Anónimo dijo...

Yo más bien pienso que quien escribe tuvo una experiencia muy traumática con este tema.

JEM-C dijo...

Cuidado con el lenguaje, si lo que se pretende es escribir con buen leguaje... cambiar "papas freídas" por papas fritas; y el sacagrapas lleva s al final porque no sólo saca una, sino muchas.
Por lo demás, excelentes y divertidísimas sus crónicas, amigo, colega y paisano Cástor Emiro...!