martes, diciembre 8

Cómo decirle a su hijo que San Nicolás no existe

- Envíe a su hijo a que coloque él mismo los regalos bajo el árbol navideño.
- Diga la noticia como al boleo, mezclada distraídamente entre comentarios casuales: “Hijo, esta temporada de béisbol estuvo buenísima, mucho más emocionante que en años anteriores, San Nicolás no existe, y espero que en la Serie del Caribe nos vaya bien”.
- Razone la explicación con argumentos financieros: “Santa tenía su cuenta de ahorros en Banpro. Y ahora, ni Santa ni Banpro”.
- O barájela entre revelaciones mayormente descorazonadoras para minimizar los efectos de la decepción: “Tu madre y yo vamos a divorciarnos porque ya no nos soportamos. Y San Nicolás no existe”.
- “Sí, hijo, se parecen mucho, pero ese que ves ahí es Leonardo Padrón”.
- Gradualmente: “Lo último que supe de él es que estaba muy, pero muy enfermo…”.
- Llame a su hijo a la habitación donde precisamente usted se está colocando la barba de Santa.
- Con tono filosófico: “En el sentido lacaniano, la realidad es una percepción subjetiva inconstante donde quizá ninguno de nosotros existe, incluido San Nicolás”.
- Grabe la frase “etsixe on salociN naS” en una cinta magnética e inste a su hijo a que la escuche de atrás para adelante.
- Sustituya esta creencia por otra menos costosa (“¡Pero Campanita sí existe! Aunque ella no trae regalos”), o con mayor pertinencia patriótica como las leyendas de El Silbón, La Sayona, Juan Machete o la del Enano de la Catedral.
- Sostenga que se trata de otra teoría conspirativa más, junto al montaje de la visita del hombre a la Luna y el “suicidio” de Marilyn Monroe.
- “San Nicolás no existe y por eso no te va a traer jugueticos esta Navidad, pero igual te tienes que portar bien porque el Coco ¡sí existe!”.
- Versión ecologista: “Por el calentamiento global, el Polo Norte se está derritiendo y ahora no se puede ni ir ni venir de allá”.
- Proclame que esta creencia no es más que otra manipulación ideada por el capitalismo para exprimir a las masas: “Ese personaje fue un invento de la Coca Cola a principios del siglo pasado con el fin de vender más refrescos e incrementar así las ganancias de tan avariciosa trasnacional”.
- “Hijo, todas tus sospechas son ciertas”.
- Póngalo en tres y dos: “O crees en mí o en San Nicolás. Tú escoges”.
- La próxima vez que una pareja de Testigos de Jehová toque a la puerta, anime a su hijo a que los reciba y les pregunte sobre tan debatido tópico.
- Sin perder el contacto visual: “Piensa mal y acertarás”.
- “Era Michael Jackson”.
- Un momento apropiado para anunciar la verdad es cuando su hijo llegue a casa con películas triple X dentro de una bolsa (de seguro ya no le importará).
- “Con esta inflación acumulada del 20 y pico por ciento, tampoco existen el Niño Jesús ni los Tres Reyes Magos”.
- Muéstrele esta página.
- “Sí existe. Pero es pichiiiirre”.

martes, diciembre 1

Arroceros en la Casa Blanca

El pasado 24 de noviembre el matrimonio formado por Tareq y Michaele Salahi logró infiltrarse en la Casa Blanca durante la cena de Estado ofrecida por Barack Obama al primer ministro de India, Manmohan Singh; sin figurar en la lista de invitados, la audaz pareja no sólo evadió la vigilancia del Servicio Secreto, sino que aderezó su hazaña estrechándole la mano al mandatario de tez oscura, posó para las fotos en compañía de encumbradas personalidades del gobierno norteamericano y hasta saboreó con gusto los huevitos de codorniz en salsa rosada servidos durante la ocasión. A modo de primicia, ofrecemos en el presente espacio la primera entrevista concedida a un medio venezolano por estos paradigmáticos arroceros para que detallen los pormenores de su aventura:
- La Asociación Internacional de Arroceros proyecta honrarlos con el galardón “Arroceros del Año” ¿Qué opinan de tan prestigioso reconocimiento?
- Michaele (M): ¡Es un orgullo! ¡Nunca creímos merecer ese honor!
- Tareq (T): Los Obama han amenazado con demandarnos por allanamiento de morada, pero este premio demuestra que deberían más bien estar agradecidos pues no hay mayor garantía del éxito de una fiesta que la presencia de uno o más colados, sin contar que los arroceros somos los asistentes más genuinos en una fiesta: no vamos por compromiso sino porque, de corazón, deseamos estar allí.
- ¿Qué tal Obama?
- M: Ese negro es un show.
- ¿Qué los llevó a infiltrarse en esa rumba de la Casa Blanca?
- T:
Las cosas están peludas con el asunto de la crisis económica; por eso animamos a los arroceros del mundo a perseguir sus sueños de comida, baile y caña gratis.
- ¿Qué fue lo mejor del jaleo?
- M: Para ser francos, esa velada dejó mucho que desear. La ausencia de tequeños fue, definitivamente, deplorable; sin contar que al día siguiente nos aquejó un punzante dolor de cabeza como prueba incontrovertible de que el whisky estaba puyao.
- Sus palabras ratifican aquello de que el colado es quien peor sale hablando de una fiesta.
- T:
Así es, pero tampoco hay que ser injustos: aunque al principio la cosa andaba flojona, cuando pusieron reguetón el guateque agarró alma y perreamos hasta altas horas de la madrugada.
- ¿Se han colado en alguna gala venezolana?
- M:
Está entre nuestros planes. Ahora se dan unas celebraciones buenísimas, mucho más pomposas, pero a la calladita.
- ¿Qué les recomiendan a los principiantes que se inician en estos menesteres?
- T:
Colarse es una ciencia que se perfecciona con la práctica. Por ello, hay que comenzar con ensayos modestos; primero, en una cola de supermercado, luego en la del banco, hasta asumir misiones más ambiciosas. Eso sí, hay que despejar sospechas ocultando toda muestra de nerviosismo y comportándose como si se fuese el invitado estelar. Si se trata de un cumpleaños, cantar con el mariachi y abrazar de primero al cumpleañero.
- ¿Cuál sería la mayor conquista de un arrocero?
- T: Llevar “pa´Pola”. Aunque hay clásicos como encaletarse dentro del paltó una botella más la ración de pasapalos envuelta en una servilleta, existe un botín mayormente imponderable…
- ¿Cuál sería ese?
- M: Al arrocero memorable se le reconoce porque a la salida del sarao, camino al estacionamiento, lleva gozosamente entre las manos el centro de mesa. Así haya que pelearlo cuerpo a cuerpo con la madre de la novia, el centro de mesa es el trofeo que corona nuestra gesta.

martes, noviembre 17

Mi iPod soy yo

Noches atrás me invitaron a lo podría llamarse “trueque de la música del iPod”, sarao de moda donde los amigos de un anfitrión conocido por disponer de mucho tiempo libre y poco oficio, intercambian entre sí las canciones contenidas en sus aparatos; pero no fue sino cuando puse un pie en el sitio que advertí una certeza tan elemental como desafiante: la música que escuchamos nos constituye e interpreta, por lo que exhibirla en público supone un striptease a través del cual nuestra alma va quedando desnuda a medida que caen al piso las íntimas prendas musicales.
Somos Stravinsky o Metallica durante el transcurso de esta teletransportación sonora que nos toma de las orejas para, apenas presionamos el botón de Play, reinstalarnos en donde genuinamente queremos estar; aunque también es muy probable que la música nos hunda en el bochorno si las propiedades evocadoras de nuestro catálogo les son ajenas a terceros y cuando aquella noche me tocó al turno de conectar mi iPod al ordenador para volcar allí su contenido, la reacción del auditorio fue despiadada. De los 80 gigas mi perol, aproximadamente 75 me dejaban en vergüenza.
Mi deshonra debutó al conocerse el método con que clasifico las diferentes carpetas de mi inventario melódico. La lógica dicta ordenar el repertorio según categorías convencionales como Intérprete o Género, aunque yo recurro al esquema de organizar la música del iPod a partir de vivencias rotundas, como si se tratase del diario de una quinceañera. Así y ante la incredulidad de los presentes aparecieron en pantalla las casillas “Barranco”, “Pérdida de la razón”, “Reconcomio” y -entre muchas otras confidencias- “Guayabo”, apartado éste que reúne las canciones que sonaban justo en los momentos cuando me rompían el corazón.
“Ay, qué cómico… ¡Los Corraleros de Majagual! Ji ji ji”, hamaqueó precisamente la chica más guapa de la velada, una morena formidable que a la menor oportunidad sustituyó con arrogancia “La Yerbita” por su “Just stand up”, de Beyoncé, decisión que condujo nuestros destinos por rutas diferentes, de ahí en adelante ya no existí para ella pues aquella noche los gustos musicales afines constituyeron el parentesco que aglutinó en grupos específicos a los participantes de la tertulia, resultando natural que al rato Andrea Bocelli platicara animadamente en el balcón con Caetano Veloso mientras Huáscar y Jorge Drexler compartían divertidas anécdotas con Dudamel.
“Ojalá éste no arme un tiroteo”, me confió Celia Cruz cuando notamos a P. Diddy salir del área del bar. Es preciso añadir que también se produjeron desencuentros y por instantes Silvio Rodríguez y Justin Timberlake se entregaban feroces miradas desde extremos opuestos del salón donde Pimpinela iba y venía sin hallar paradero (nadie le dirigía la palabra para no rayarse, pobre ser).
Eché un pié con Diveana, pero yo sólo tenía ojos y oídos para la morena formidable, indiferente durante aquella noche en la que el compartimiento “Guayabo” de mi iPod crecía con cada tema que sonaba de fondo. “No te rajes y échale bolas”, me alentó Chavela Vargas y resuelto luego de unos tragos en compañía de Sabina, salí en su búsqueda, aunque demasiado tarde. Ya Beyoncé se conducía hacia la puerta de salida tomada del brazo de Sinatra, como era de esperarse.

martes, noviembre 10

Así eran las cosas

Entre mis planes está sustituir a Oscar Yanes como difusor de la memoria histórica reciente. Una de las razones que me induce a abrazar este propósito es el olvido que exhiben las nuevas generaciones sobre aspectos cruciales de nuestro pasado, esas hermosas tradiciones que hay que rescatar para que reverdezcan. En las siguientes líneas, un primer balance de varias prácticas marchitas que sin duda sumirán a muchos lectores en una nostalgia... ¿sin remedio?:

Rancios arcaísmos
Con el paso del tiempo numerosas expresiones cayeron en desuso y si hoy se utilizan ocasionalmente al momento de redactar una nota es por pura añoranza. A muchos asombrará que hubo una época en que cuando alguien quería escribir (*o*), colocaba la frase “estoy enamorado”; “bbt2+” en el pasado se redactaba “vamos a tomarnos dos más”; y antiguamente se solía apuntar “vamos al centro comercial” a cambio del lógico “ha vao d9 a cc”.

Servicios públicos
Hoy los más jóvenes ignoran la función de esos dispositivos de forma tradicionalmente rectangular llamados interruptores y que todavía pueden observarse incrustados en los muros de diversos inmuebles. Pues anteriormente dicho mecanismo, tras presionársele con la punta del dedo, redirigía una descarga eléctrica a través del cableado en dirección a una esfera de cristal denominada bombilla, la cual, milagrosamente, iluminaba la estancia. Otro artilugio que resulta un enigma para las nuevas generaciones es el grifo de agua, sí, de agua. El observador atento notará en la parte superior de este artefacto de metal una rosca que, en tiempos remotos, al ser girada de izquierda a derecha llevaba a que del agujerito dispuesto en la zona inferior del misterioso mecanismo brotara ¡nada menos que agua!

Inocencia infantil
Antaño un sentimiento de candor reinaba entre los integrantes de la más tierna infancia, quienes formulaban la pregunta “Mami… ¿la cigüeña viene de París?” en vez del actual “Mami… ¿lo mío fue por cesárea o parto corriente con anestesia epidural?”.

Mick Jagger
Astro del rock que durante el último medio siglo no ha cambiado absolutamente en nada.

Chuletas prehistóricas
El estudiante que en tiempos pretéritos quería copiarse durante un examen, solía acudir a estrategias actualmente en desuso tales como transcribir la fórmula sobre el tablero de madera del pupitre o en un papelito que guardaba con celo en el interior de las fosas nasales. Otro sistema hoy obsoleto para pasar un examen era estudiar.

El planeta fue azul
Aunque usted no lo crea, hubo un tiempo en que la nieve coronaba la cumbre del Pico Bolívar, el cóndor sobrevolaba el cielo andino, y la superficie del Lago de Maracaibo no se hallaba revestida de lemna.

Costumbres laborales
Antes muchas personas salían temprano rumbo a la oficina y regresaban horas después a casa sanas y salvas.

Acoso conyugal
Las esposas del pasado atosigaban tenazmente a sus maridos manipulando un módulo de aproximadamente 10 cms ancho x 6 cms de alto, conocido como Buscapersonas y que las víctimas llevaban adosado a la cintura. Los perseguidos frecuentemente no respondían al llamado alegando luego no haber encontrado cerca un teléfono monedero; pese a lo primitivo de dichos artefactos, las rastreadoras triangulaban la dirección exacta donde se encontrara el incauto y hasta allí, sin necesidad de GPS, iban a dar.

martes, noviembre 3

Meteoro en Plaza Venezuela

Los semáforos con cronómetro instalados recientemente en algunas esquinas de la ciudad satisfacen el viejo sueño de muchos conductores, quienes ahora experimentan el mismo vértigo que embriaga a los pilotos de la Fórmula 1 momentos antes de emprender la carrera. Alineados frente al paso de cebra, los automovilistas vigilan el conteo mientras una ráfaga de adrenalina tensa los músculos, durante ese instante se desatienden la radio o la plática del compañero de travesía, los más aguerridos mantienen la mano aferrada a la palanca de velocidades mientras el pie derecho permanece suspendido a pocos centímetros del acelerador. 3 segundos… 2 segundos… ¡1 segundo! Sólo se echa de menos la banderilla a cuadros que habría consumado la escena a cabalidad.
Ciertos ingredientes agregan realismo a esta experiencia automovilística. En mis observaciones a las costumbres afloradas tras el establecimiento del semáforo con cronómetro en las inmediaciones de Plaza Venezuela (también los hay en San Felipe, Lecherías, Guanare, Maracaibo, Maturín y Puerto La Cruz), he comprobado que la escena del enjambre de técnicos que se abalanza sobre el vehículo de Schumacher cuando éste se detiene a un lado de la pista para verificar el estado de los neumáticos, es reproducido con pasmosa exactitud por el tropel de buhoneros mediante el ofrecimiento de tostones o el último CD del Conde del Guácharo, operación que ha de liquidarse a velocidad relámpago y en cuyo concurso participa el menesteroso presto a limpiar el parabrisas con un trapito más sucio que la parte de abajo del carro.
La novedad también le depara al peatón todo género de emociones, proliferando el desconcierto pues los transeúntes se van de boca o tropiezan entre sí por caminar mirando el cronómetro; y así como Usain Bolt sabe que logrará devorarse 100 metros planos en menos de dos décimas de minuto, todo viandante ha de conocer y esforzarse en alcanzar la condición física necesaria para recorrer determinada distancia en x número de segundos (he notado que las ancianitas siempre calculan mal; arruga el corazón ver cómo el cuarto de minuto apenas les alcanza para, entre cornetazos e imprecaciones, resguardarse sobre la isla de mitad de calle).
Entre las desventajas de esta iniciativa hay que apuntar la precisión con que últimamente resuelven sus asuntos ciertos fiscales de tránsito (“Caballero, usted se acaba de tragar la luz roja por 2 segundos con 6 centésimas… lo que, aquí entre nos, ameritará el desembolso de 2.060 de los fuertes”), mientras los hembrones que antes paraban el tráfico perdieron protagonismo pues ahora todos andan pendientes de la cuenta regresiva (también las chicas de la mala vida hoy han de cerrar sus gestiones dentro del lapso cronometrado).
Un sector, no obstante, es el principal favorecido, los malabaristas apostados al pie de estos ingenios, quienes ahora manejan al dedillo el intervalo para concluir sus peripecias con varas ardientes y luego tramitar la remuneración antes de que el febril río metálico se ponga de nuevo en marcha sobre esta azarosa pista de carreras en que (ya antes de que aparecieran los semáforos con cronómetro) se nos convirtió cada esquina de la vida.

miércoles, octubre 28

Indicios de que tu pareja te va a abandonar

- Ahora mete separada en la lavadora la ropa íntima de ambos.
- De un tiempo a acá se expresa utilizando mucho las frases: “por favor”, “gracias”, “con permiso”.
- Ya no se interesa en sacarte las espinillas.
- Se compró su propio iPod.
- Ve habitualmente en la tele los programas “Casos de familia”, “Mujer, casos de la vida real”, “Mujeres con historia”, “Quién tiene la razón”, “Necesito una amiga”…
- Se maquilla hasta para ir al abasto.
- Solicitó su cupo de Cadivi sin decirte nada.
- Cuando van en el auto ya no te invita a que te abroches el cinturón de seguridad, ni en casa a que comas más frutas y brócoli.
- Se blanqueó los dientes.
- Ya no pregunta a qué hora vas a llegar cuando sales de farra con los amigotes.
- Ahora juega lotería rogando sacarse el premio acumulado.
- Cuando le preguntas “¿Todavía me amas…?” permanece en silencio.
- Te pasa la sección de avisos clasificados de los periódicos con los anuncios de apartamentos tipo estudio en alquiler marcados con bolígrafo.
- Cuando ve a un sujeto atractivo en una fiesta o en el centro comercial, se suelta inmediatamente de la mano.
- Se compró un body de lycra.
- En una pollera ya no te ofrece la pechuga, tu pieza favorita.
- Actualizó su perfil en Facebook y colocó “Viuda”.
- Te obsequia regalos sin ser tu fecha de cumpleaños.
- Se empeña en enseñarte cómo descongelar carne en el microondas.
- Ya no se disgusta cuando dejas levantada la tapa del retrete.
- Compró un juego de maletas sin que hayan planeado salir de viaje juntos.
- Se niega a darte su PIN.
- Empeñó su anillo de matrimonio.
- Has notado como, lenta pero consistentemente, saca su ropa del closet.
- Planificó celebrar el aniversario de la relación viendo Latin American Idol.
- La has visto inventariando los bienes de la casa.
- Actualizó su firma de la cuenta bancaria común.
- La has escuchado hablar con sus amigas por teléfono sobre el tema de la pensión alimenticia.
- No te ha vuelto a visitar a la cárcel.
- Ofrece minuciosas explicaciones de a dónde va y de dónde viene.
- Pintó la habitación de verde y tú odias el verde.
- Ya no te revisa los mensajes de texto ni las llamadas enviadas y recibidas de tu teléfono móvil.
- Esquiva los puñetazos.
- En un examen de orina se descubrió la presencia en tu organismo de pequeñas dosis de arsénico.
- Llegas a casa y te anuncia “tenemos que hablar” en presencia de su abogado.
- Te dice si no extrañas la comida de tu mamá.

martes, octubre 20

Retrato con estrella

Además de promover la triste desaparición de los fotógrafos que antes se ganaban el pan en las plazas públicas retratando a los turistas al pie de estatuas ecuestres, la incorporación de cámaras a los teléfonos móviles estimuló la costumbre de tomarse fotos en compañía de una celebridad, risueño género documental que persigue dejar constancia de que por unos segundos se compartió con Galarraga el mismo metro cuadrado, de que por un ratico (el gusto es libre) se respiró el aire cercano a Mayré.
Años atrás era tomado por embustero el admirador que no dejara testimonio gráfico de su encuentro con un famoso en la calle; si corría con suerte y llevaba una cámara a cuestas, debía cumplir con el arduo trámite de enviar el rollo a revelar e imprimir las imágenes para luego fijarlas en un álbum. Gracias a la fotografía digital ahora el álbum es portátil y hasta global para quienes quieran asomarse al perfil de Facebook o al salvapantalla de la PC donde espera el registro de la fugaz cita con un representante de la gloria.
Pero hay ocasiones cuando la inocencia nada tiene que ver con esta práctica. Personajes de módica resonancia andan BlackBerry en mano en procura de una estampa junto a un personaje descollante como vehículo de promoción curricular para así granjearse, cachete a cachete con quien bata el cobre, una notoriedad por extensión. Pocos salen ilesos del impulso de retratarse en compañía de un poderoso y son los trepadores del clic quienes en tales circunstancias posan con una entereza que deja en pañales a Gisele Bündchen. Mientras el ilustre ofrece a la cámara su más paciente sonrisa, el espontáneo adjunto le cuelga confianzudamente los brazos sobre los hombros, se instala cadera con cadera, por poco le pellizca una nalga al ilustre y si el escenario de la sesión es un jolgorio, el espontáneo adjunto agitará enérgicamente el güisqui durante la toma para dejarle claro al futuro espectador “mira con quien me caigo a palos”.
El ardid también corre en reversa y cuando declina el brillo de una estrella, una técnica de reanimación consiste en figurar junto a colegas en ascenso. Esas imágenes serán a la larga su pertenencia capital. Por cuestiones de trabajo he visitado casas de viejas celebridades donde las fotos de cuando se compartió el dogout con Aparicio o el micrófono con Manzanero cubren invariablemente los muros más visibles. Desde ese papel tapiz colosal siguen sonando los aplausos en aquellas casas de apariencia silenciosa.
Pecaría de farsante si no admito aquí haber sucumbido a la tentación de aparecer abracado a una estrella; fue sólo una vez y animado por una causa legítima: en una Polaroid puede vérseme la cara de sobrado mientras por el resto de la eternidad rodeo con mi brazo izquierdo la cintura de Fedra López durante su época de rumbera, aunque cada vez muestro menos dicha gráfica pues el observador incrédulo me detalla, detalla a Fedra, vuelve a detallarme, para concluir maliciosamente que se trata de un montaje inverosímil. Y así no vale.

martes, octubre 13

Razas en red

De todo hay en la viña de las redes sociales, desde el desbordadamente comunicativo que cada media hora actualiza su perfil con impactantes aportes del tipo “se me acaba de encajar un uñero en el dedo gordo del pie derecho”, hasta los discretos que recorren a la calladita, sin dejar huella de su paso, estos salones electrónicos. Aunque ocasionalmente un mismo individuo pueda combinar en el transcurso de una conexión varias naturalezas, presentamos en las siguientes líneas una tipología básica para que lea y descubra a cuál de estas razas virtuales pertenece usted:
- Los supersticiosos: Grupo compuesto por quienes, antes de tomar el cepillo de dientes o el primer café matutino, encienden la computadora para conocer en Facebook lo que ese día les depara el destino mediante aplicaciones tales como “La galleta de la fortuna”, “El trébol de la buena suerte”, “La bruja tabaquera”, “El secreto”, “Anita la adivina”, “El hada maravillosa”, “Mi bola mágica”, etcétera, etcétera, etcétera.
- Los Paulo Coelho: Ya sea a través de los 140 caracteres que brinda Twitter, o mediante Hi5, Orkut, Myspace, Sonico y el concurrido Facebook (en algunos casos, mediante todos ellos), quienes conforman esta categoría aspiran a hacer del mundo un lugar magnífico donde vivir gracias a la inagotable formulación de frases alentadoras, al mejor estilo de la autoayuda y el New Age. Ejem: “El placer de la existencia radica en amar a los otros como a ti mismo” o “Si lo quieres, ¡lo lograrás!”.
- Los enigmáticos: Aquellos que lanzan misteriosas sentencias que dejan en ascuas al auditorio, que se devana los sesos intentando descifrar qué quiso decir el hermético internauta. Ejem: “Ando fly”, “Noche en mi alma”, “Dios, perdóname”.
- Los levanta envidia: Asisten a animadas rumbas u organizan fines de semana en paradisiacos destinos con el único fin de anunciar la buena nueva y recibir comentarios que van desde sinceros parabienes, hasta -preferiblemente- abiertas confesiones de resentimiento. Ejem: “Preparando las maletas porque me voy para Aruba” o “¡Uhhmm! Qué rica esta parrilla”.
- Los ingenuos: Quienes integran esta casta suponen que por seguir a Britney Spears o a Ashton Tucker en Twitter, por ejemplo, estos también están al tanto de las diarias vicisitudes de sus muchos seguidores. Sí, Luis.
- Los combativos: Emplean las redes sociales como tribuna, armando zafarranchos de padre y señor mío a quien ose contrariarlos. Los espacios de controversia van desde el político, obviamente, hasta el deportivo y el religioso. Han comprobado que este medio es más seguro que poner un pie en la calle.
- Los expectantes: Sector integrado por quienes, cuando hacen un comentario en red, pasan la noche en vela refrescando la página a ver quién responde.
- Los dadivosos: Andan pendientes de quién cumple años para felicitarlo y enviarle un generoso cargamento de chocolates, flores y ositos virtuales, luego de lo cual se sienten satisfechos por su desprendida nobleza, así que no hace falta despilfarrar luego una llamada telefónica para congratular al agasajado.
- Los sensoriales: Notifican toda impresión que en ese momento registre su organismo. Ejem: “Tengo hambre”, “Tengo sueño”, “Tengo ganas de ir al baño”, “Me pica la espalda”.
- Los sigilosos: Son la versión virtual de las viejas averiguadoras. No dicen ni pío, pero permanecen asomados a estas rendijas electrónicas a ver qué hacen los otros, a dónde van, con quiénes andan, qué dicen. Manejan al dedillo la vida de sus conocidos para, al menor chance, despepitar en una crónica parte de sus conocimientos.

martes, octubre 6

Todo a 0,99

Sigo de largo frente a las vitrinas que exhiben espléndidos relojes y trajes de marca, pero apenas se me cruza en el camino un mantel echado sobre la acera por los buhoneros para exhibir su versátil mercancía, el embobamiento es instantáneo. Estos modestos bazares a la intemperie ejercen sobre mí un magnetismo ajeno a la ecuación precio/calidad (en dicho sector siempre vacila el segundo ingrediente del binomio) o a cualquier otra lógica mercantil; la fascinación responde más bien a una curiosidad por los exóticos frutos del ingenio taiwanés que me obliga siempre a reanudar el paso llevando dentro de una bolsita plástica un cubo de Rubik en miniatura o un juego de dados color magenta intenso que -lo sé desde un principio- nunca soplaré entre las manos para invocar la suerte.
Asistidos por la prosperidad, algunos comerciantes saltaron la talanquera de la economía informal para alojar en los centros comerciales el anzuelo del Todo a 0,99, sin que la naturaleza de sus artículos ni la simpatía que estos despiertan en mí sufrieran mayores cambios. Son tiendas de electrodomésticos, almacenes de lencería, locales de artículos decorativos, ferretería, juguetería y hasta boutiques de bisutería combinados en un mismo establecimiento, multidisciplinariedad que le transmite al Todo a 0,99 el encanto propio de una quincalla, ahora con música de fondo y aire acondicionado, pero igual quincalla.
No hay un departamento para envolver regalos porque aquí nadie asiste con el propósito de elogiar la finura de los productos en existencia ni ninguna señorita inoportuna con la fastidiosa cortesía del “qué se le ofrece”. El carácter utilitario de estos locales lo corrobora el ama de casa que cruza la puerta con la estricta determinación de sustituir el cuchillo de rebanar pan extraviado hace días, el caballero en la urgente búsqueda de un paraguas porque afuera el cielo está por caer. También figuran maravillas rebosantes de una originalidad que pasma, velones cirios, una representación de La Última Cena dibujada con acuarela en el reverso de una concha de caracol, lámparas de lava, un vaso de loza cuyo borde reproduce la filosa punta de un pezón, y demás desvaríos que la ley de probabilidades desbaratará entre las manos apenas se extraigan de la caja o, si se corre con suerte, a la tercera semana de uso.
Un pasatiempo accesorio en estos emporios de la baratija radica en observar qué lleva la gente, en interpretar a partir del trasto. Una doña recorre los pasillos con una cesta plástica colgada del antebrazo, parece una niña que selecciona concienzudamente los coroticos en una piñatería. Al llegar a la caja registradora libera su cargamento consistente -entre otras elecciones- en un colador de tela para café, una voluminosa orquídea elaborada en foami, un cortaúñas más un peine para espulgar piojos. Al conocer por medio de la empleada el saldo a pagar, confiesa haber sobrepasado el presupuesto y con rigor científico toma con una mano el colador y con la otra mano la orquídea que seguramente haría juego con el mobiliario de su sala; es visible la preferencia pero hay que elegir entre uno de los dos artículos y la cosa no está para derroches ni siquiera en un Todo a 0,99. Algo descorazonada, paga y sale del local.

martes, septiembre 29

Claves para ser un poeta maldito

Para algunos individuos de sofisticada naturaleza no es cosa fácil manejar sin que caigan al piso las pelotas del abatimiento y la irreverencia, que a la menor falta se corre el riesgo de ser confundido con un neurótico común y corriente, y no es el caso. Marchar primorosamente sobre la cuerda floja de la melancolía tendida en ámbitos tales como la literatura, la música, el cine, la pintura y -¡no faltaba más!- el periodismo, exige seguir ciertas directrices que le despejen a la audiencia toda duda de que se está ante la presencia de una genuina alma atormentada. Aquí, las instrucciones básicas para pasar de vulgar cariacontecido, a sublime poeta maldito:

Mercadee la congoja
Ser miembro activo del lado oscuro de la naturaleza humana es factor crucial para ser identificado como un poeta maldito. Haga del agobio su bandera y promocione que sufre, que sufre mucho. Sin que se lo pregunten, saque a relucir en medio de la conversación episodios de una desoladora infancia que justifiquen su perenne y huraño temperamento. Para subrayar esta lucha con sus íntimos demonios, ensaye frente al espejo el gesto Pesadumbre # 12 (mirada perdida en la distancia más chicote entre los dedos) o, si ha tenido una vida feliz, permanezca en silencio para que el público presuma una tragedia mediante la expresión Inconformismo # 16 (profundo suspiro más chicote entre los dedos).

(Des)cuide su apariencia
Si algún día lo llegan a descubrir en las tiendas Zara, ya puede dar por perdida su reputación de inadaptado. De allí que se recomiende andar con signos notorios de tener varios días sin bañarse (el uso de desodorante es un pecado inaceptable), el pelo hecho nudos, mejillas sin rasurar y piernas ídem en el caso de las damas, mientras en su guardarropa ha de sobresalir el medio luto. Si carece de camisetas con el rostro de Kurt Cobain y sandalias rajadeo -¡un golpe maestro sería andar descalzo!-, échese una paseadita por algún ateneo en cuyos alrededores los agentes de la buhonería le asesorarán sobre el look idóneo para los espíritus provocadores.

Péguele a su pareja
También es admisible dejarse pegar.
Abomine del consumismo
Ni loco se suscriba a Facebook y primero muerto antes que comprarse el último CD de Shakira. Y es que como todo insigne poeta maldito, a usted no le debe gustar nada o, mejor todavía, sólo gustarle aquello ante lo cual el resto del mundo muestre indiferencia.

Fúmese lumpias varias
Puede que no haya pintado su primer óleo ni escrito un solo poema en su vida, pero fumar y beber en cantidades ingentes son pasos esenciales para militar en la bohemia. Por ello tire a la basura sus potes de Herbalife o, preferiblemente, fúmese el contenido. El propósito es lucir a toda hora los ojos inyectados de sangre como evidencia de su condición de animal nocturno.

Repudie los trofeos
Echar pestes en contra de los galardones otorgados dentro del ámbito en el que usted se desenvuelva es una maniobra extraordinaria pues, si nunca recibe uno, podrá decir que así cobra factura su personalidad transgresora, su carácter siempre tan políticamente incorrecto. Claro que usted desea en secreto y ardientemente ser objeto del fervor popular; pero no se vaya de bruces que si su talento le es reconocido en vida, ya no será entonces un genio incomprendido. Así que rechace con firmeza laurel alguno, a menos que sea en metálico o involucre una beca. Recuerde que el propósito es ser maldito, no pendejo.

jueves, septiembre 24

Zona de confort

Tras bregar mucho para conseguir un quince y último más Cestatickets, llega mi señora a exhortarme: “Chico, no seas conformista y deja ya el achinchorramiento ¡Sal de tu zona de confort!”. Sospecho que mi señora se tropezó inesperadamente con la frasecita en ManagemenTV, canal por suscripción destinado a difundir asuntos de gerencia y que sin duda ha descrito el concepto de la zona de confort como el racimo de creencias y acciones a las que nos ata la rutina, el nuevo vestido dispuesto sobre los hombros del viejo dicho según el cual “quien no arriesga, no gana”.
Hasta un alentador mail circula por estos días en la web con el siguiente llamado: “Haz todos los días algo que te dé miedo ¡Deja la zona de confort!”, a modo de convocatoria para no permanecer inmóvil en el descanso de la escalera de la vida y proseguir el ascenso colocando el pie en el próximo peldaño. Sin duda la máxima será de gran provecho en Suiza, pero aquí a cada momento desaparecen inexorablemente las zonas de confort, nadie asegura la permanencia de confortabilidad alguna; mas para no ser acusado de negligente, escribí y doy a conocer a ustedes una lista de futuras actividades con las que procuraré darle un portazo al odioso estancamiento y saborear los riegos que depara lo desconocido. A ver qué pasa:
- Comprar el almuerzo donde un buhonero de comida china.
- Dormir boca abajo en una hamaca.
- Apostar por el Pastora de los Llanos en la próxima temporada de béisbol.
- Hacer la mudanza utilizando el Metro a la hora pico.
- Pasear a las 3 de la madrugada por la redoma de Petare.
- Saludar a las amigas con un beso en la boca.
- Enemistarme con la chismosa del edificio.
- Renunciar al seguro HCM para poner la salud en manos del sistema sanitario público.
- Arreglar descalzo una toma de corriente 220.
- Bajar por el ascensor durante el clímax de un movimiento sísmico.
- Servirle de fiador a un cuñado.
- Ir en franelilla y cholas a solicitar la visa norteamericana.
- Tomar un baño con los pies descalzos en la ducha del gimnasio.
- Exaltar los logros de Barrio Adentro en medio de una marcha opositora.
- Bajar de peso utilizando el Abtronic X2, y planchar la ropa con el Tobi.
- Alentar los silencios incómodos.
- Pasear frente a Miraflores con una gorra que lleve impresa la inscripción “I love Nueva York”.
- Planchar y después abrir la nevera.
- Decirle toda la verdad al jefe.
- Comprar casa y carro mediante el sistema de compra programada.
- No saludar a un Guardia en una alcabala.
- Pescar en el Guaire.
- Invitar a Norelys Rodríguez a un fin de semana en Isnotú
- Investigar para la tesis navegando en el internet del BlackBerry.
- Ver Latin American Idol.
- Viajar a Miami contando con el cupo de dólares de la tarjeta de crédito aprobado por Cadivi.
- Pedirle al chofer de la camionetica que le baje volumen al reguetón.
- Ponerse lentes de contacto en un tarantín de Quinta Crespo.
- Hablar de lo que no se sabe.
- Escuchar a mi mujer cuando habla.

martes, septiembre 15

Las aplicaciones que vendrán

El corazón de los internautas es nómada. Hace algún tiempo el entusiasmo se concentraba en los blogs y quien no manejara su bitácora en Blogger o Wordpress era un excluido del universo virtual; luego arrasó YouTube, periodo cuando los asiduos a Internet permanecían durante toda la noche frente a la pantalla del PC mirando videos de cualquier índole, seguidamente Facebook alcanzó la cúspide de la devoción que hoy parece llegar a su ocaso gracias a la reciente efervescencia de Twitter.
De allí que no sea una insensatez afirmar que cada flamante novedad de la red tiene sus días contados tras el arribo de una nueva aplicación. Y así por siempre. Muchos ignoran de qué tratará la moda del mañana, pero mis vastos conocimientos tecnológicos me permiten anticipar algunas opciones que, dentro de poco, llevarán a que los internautas empaquen de nuevo sus maletas para tomar transitorio domicilio en la rutilante aplicación por venir:

- Trompolive
Abundan los juegos en línea con los que los participantes de todo el planeta intervienen en partidos de póker, de Sky Warrior, Play Fish y hasta bingo, pero un compatriota ducho en técnicas de programación de seguro desarrolla actualmente una aplicación destinada a recuperar nuestra maltrecha idiosincrasia mediante juegos típicos tales como el gurrufío y las metras. Sin duda usted perderá la noción del tiempo retozando con la perinola P2P, participando en las reñidas competencias de palo ensebao electrónico, el quemao de acceso remoto, más el indudablemente vertiginoso palito mantequillero on line.

- VirtualMarch
¿Sus pies no soportan un callo más debido a tanta marchadera? Pues con sólo registrarse en este inminente site y poner un avatar con sus características físicas, podrá usted marchar hasta la Patagonia desde la pantalla de su PC las 24 horas del día y sin detenerse a beber agua o quejarse porque le incomoda el calzado. Si es de carácter pendenciero, podrá insultar en la cara a sus opositores (también virtuales), patear bombas lacrimógenas, esquivar perdigonazos y ¡hasta pasar años en huelga de hambre sin que su organismo pierda ni un solo kilo! Incluirá varios links a guarimbas y tomas de calle.

- BaraltSafe
Imitará el aspecto de la avenida Baralt, pero sin buhoneros, repleta de mesitas para tomar café, tulipanes en las aceras y ni un solo hueco, choro, temblor o apagón durante el paradisíaco trayecto.

- Nakedmamis
Portal en el que el interesado disfrutará de imágenes con desnudos frontales, mozas haciendo cositas y… ¡disculpen!, ya está exitosa aplicación existe. Y es poco probable que algún día pase de moda.

- Solitairebook
Web gratis con una interface bastante parecida a Facebook, aunque pensada para individuos cansados de tanta camaradería virtual. El usuario se registra y nadie se entera, no intercambia fotos ni recibe mensajes de ningún tipo, aprovechando así la ansiada intimidad para permanecer a solas con sus pensamientos.

- Happymarriage
- Mediante mensajitos de texto enviados por el teléfono celular que nunca serán recibidos por el destinatario, con esta interesante aplicación usted simulará que le canta las verdades a su pareja. Incluye animaciones en Flash en las que el usuario fiebrúo bebe agua del pico de la botella, deja arriba la tapa del retrete y llega a casa a la hora que le dé la gana sin que medie pescozón alguno.

lunes, agosto 31

Chapear

Quizá no pase nada si un día de estos olvida usted su cédula de identidad sobre la mesita de noche, pero bajo ninguna circunstancia salga de casa sin el carné, la credencial, el distintivo de boy scout o al menos un certificadito que acredite su pertenencia a un gremio o a alguna gloriosa institución, pues ese día -cual Ley de Murphy plastificada- chocará el auto o se romperá una pierna a la salida del Metro sin chance de extraer de su cartera el documento para invocar sobre las narices de quien pretenda contrariarlo alguno de los dos siguientes alegatos: 1) “Pana, hazme la segunda, mira que favor con favor se paga”…; o 2) “¿Ya te fijaste en el prominente cargote aquí especificado? Así que no te me pongas Popy porque te puede ir muy mal”.
¿Señor obstetra, se ha tragado usted la luz roja y un fiscal, libreta de multas en mano, le ordena detener el vehículo? ¡Plántese a la altura del nudo de la corbata el carné del centro hospitalario donde labore y salga en un santiamén del atolladero! ¿Atiende usted un cargo público? ¡Bienaventurado sea! Ya tiene ante sí, abiertas de par en par, las puertas del cielo. Hay individuos resueltos que sacan a relucir tan persuasiva herramienta hasta para encontrar puesto en un estacionamiento; mientras los escrupulosos vacilan al principio y hasta miran con repugnancia el gesto de procurar beneficios acudiendo a un rango… pero flaquear sólo es cuestión de tiempo. Cuando ya han cursado los trámites corrientes, ocupado por horas un asiento en la sala de espera y nada que avanzan hacia su objetivo, llegó el instante de perder la pureza y conducir la mano en dirección al compartimiento de la cartera donde brilla la chapa primordial.
En la Escuela de Comunicación Social de LUZ, donde estudié, una profesora de Introducción al Periodismo no tardaba en poner las cartas sobre la mesa. “Muchachos –juro que, durante las primeras horas de clases, aleccionaba así la catedrática a los aspirantes a reporteros-, si un día viajan Maicao a comprar electrodomésticos o ropa interior y durante el regreso un funcionario de la Guardia se pone cómico, ustedes sacan el carné del medio donde trabajen y verán cómo pasan rapidito las licuadoras y pantaletas que gusten. ¡Es que hay que hacer valer nuestros derechos gremiales!”.
La chapa no es sólo una presencia física materializada en un documento; es otra divisa de la viveza criolla y en el caso de las celebridades la fama ejerce el rol de credencial que consigue los mejores asientos en los restaurantes, mientras un alto funcionario superó el trámite de la plastificación pues ya él es en sí una chapa ambulante. Pero no se achicopale si ejerce usted una ocupación modesta, que todo quehacer carnetizado entraña su encanto y ese portero de discoteca al que usted le solicita que lo pase de primero sin duda necesitará algún día de los favores de un plomero o un electricista agradecidos. También puede recurrir a una chapa ajena: con la mágica frase “tengo un primo que es… (deslice sobre los puntos suspensivos un cargo impactante)” disfrutará usted de los rendidores beneficios del chapeo en tercera persona.
Y es que quien esté libre de chapear, que siga ocupando penosamente el último asiento de la sala de espera, no digo descalzo, desnudo, descarnado de prueba alguna de jerarquía, lo que aquí es peor a ser indocumentado.
Por no decir expropiado de licuadoras y pantaletas en la ruta Guarero/Maicao.

viernes, agosto 28

Excusas para no ir a trabajar

Hoy muchos vacacionistas desentierran la sombrilla playera e introducen en una bolsa el traje de baño todavía empapado para volver a casa y reincorporarse dentro de poco a sus labores. A algunos se les nota sumergidos en sus pensamientos, distantes, con los sesos a millón barajando una excusa convincente para presentar ante el patrono y diferir por unas horas el regreso a la rutina. Pero ¡mucho cuidado con el pretexto a escoger!, que una justificación inapropiada puede traducirse en vacaciones permanentes tras la llorosa visita al departamento de Recursos Humanos.
Una encuesta publicada en la web careerbuilding.com arrojó que el 23% de los empleadores ha despedido a algún trabajador luego de oír explicaciones manidas tales como el padecimiento de achaques, la perdida de un familiar o haber sufrido un accidente de tránsito; y a menos que decida usted combinar tales coartadas en una sola (“Jefe, ayer no vine a trabajar porque me compliqué del estómago tras enterarme del fallecimiento de mi suegra y así sería mi angustia que choqué el carro contra un poste”), despliegue su ingenio con argumentos originales que le permitan disfrutar sin preocupaciones de otro día de zambullidas y nuevas rondas de piñas coladas. Acá, ciertas sugerencias a ofrecer a golpe del próximo martes o jueves:
- “Me estaba bañando tranquilamente en la playa cuando quedé atrapado entre varios témpanos de hielo que atracaron en Macuto producto del calentamiento global”.
- “¿Recuerda el caso de Thomas Beatie? Pues sospecho que yo también estoy embarazado”.
- “Usted siempre ha dicho que uno tiene que aprender a delegar”.
- “Se me echó a perder el GPS del carro y no daba con la dirección”.
- “Estaba acompañando a un primo a visitar algunas empresas. Él es inspector del Seniat”.
- “Estaba donde el terapeuta para controlar los ataques de ira criminal que me asaltan cada vez que alguien se pone necio o me lleva la contraria”.
- “Aplacé mi regreso porque estoy loco por usted y me duele cada minuto que paso a su lado, saber que nuestra historia nunca será una sola”.
- “Fui a una marcha contra la intolerancia a las minorías ¿O es que aquí hay también discriminación y sectarismo, ah? ¿Los hay?”.
- “No me aparecí porque la última vez me faltaron el respeto”.
- “¿Sabía que el vago trabaja doble?”.
- “Una galleta de la fortuna en Facebook me sugirió que no saliera de casa porque me iban a atracar”.
- “¿Y ayer no era lunes bancario?” (si trabaja en un banco).
- “Estaba internado en una clínica de rehabilitación para combatir mi adicción al trabajo”.
- “La explotación del hombre por el hombre es inherente a todos los modos de producción antagónicos de clase, basados en el dominio de la propiedad privada sobre los medios de producción mismos”.
- “¡Claro que vine! Sólo que me aseguré de que no me viese nadie”.
- “No vine a trabajar porque estaba haciendo lo que me gusta”.
- “Disculpe la ausencia, es que dediqué el día de ayer para sacarme el porte de armas. ¡Y aquí lo cargo!”.

lunes, agosto 24

El indispensable

Para el indispensable no hay frase menos cierta que aquélla según la cual “nadie es indispensable”. Ejemplo: cuando alguna dolencia le impide -¡oh, catástrofe!- asistir a un encuentro concertado para elaborar una obligación académica, el indispensable jura que la cita será inevitablemente cancelada en respuesta a tan oscuro vacío, lo que pone en riesgo el futuro de la cátedra y hasta la suerte del sistema educativo en su totalidad si tan imprescindible alumno no abandona pronto la cama.
Sospecho que la inclinación a creerse indispensable deriva de un sentimiento de autosuficiencia mezclado con una escasa fe en el desempeño de los prójimos; su lógica responde al siguiente criterio: “Sin mí, esta causa está perdida, se la lleva el diablo” como hipótesis ajustable a diversas situaciones. Si el indispensable pertenece al género festivo, se figurará que su inasistencia a un sarao convertirá la velada en un velorio o, si llegara a faltar entre sábanas, que de una buena vez su desgraciada pareja se interne en un monasterio ante la imposibilidad de obtener nuevos orgasmos a partir de otra piel.
En el ámbito laboral brilla el carácter definitivo del indispensable (al menos, su espejismo de indispensabilidad). A cualquier otro empleado le será inalcanzable reproducir tanta eficiencia pues no basta hacer bien las cosas, ni siquiera excelentemente, puesto que el indispensable ordena los asuntos de tal forma que, en su ausencia, ni Mandrake logra encender la cafetera. No delega para que ningún advenedizo le arrebate su transitoria importancia, la ingenua sensación de que el negocio al que sirve entra en estado de hibernación cuando por la tarde el indispensable sella la tarjeta de salida, para reanimarlo al día siguiente con una breve pero rotunda sacudida del mouse sobre la almohadilla.
Por una u otra causa, lo botan del trabajo (no era tan indispensable como suponía). Durante las primeras horas, nuestro mártir permanece estupefacto, a la espera de que no sólo la ingrata empresa a la que pertenecía caiga en medio de una nube de polvo, sino que el sistema capitalista salte en pedazos mientras la civilización se desmorona hasta que de ella quede sólo esa imagen típica en las películas de desastres donde la cabeza de la estatua de la libertad aparece sumergida entre las aguas. Pasan semanas, meses… y nada que el planeta interrumpe su curso alrededor del Sol ni las estrellas se apagan una a una pues ya otro indispensable ocupa el escritorio del indispensable anterior.
A desconfiar de los insustituibles, que no hay sujeto más peligroso que aquél que aspire a resultar indispensable, esencial, casi obligatorio e irrevocable. En ningún caso los superhéroes existen, pero quien imagina ser uno de ellos durante la noche abraza la almohada rumiando que si mañana no abre los ojos, su ausencia desatará el Apocalipsis.
Sólo así concilia el sueño.

lunes, agosto 3

¿Un chocolatico?

El grupo de personas de paso por el kiosco escuchaba con interés la clase magistral de aquel señor que, sin ser chef pastelero, se refería al chocolate como una de sus más valiosas herramientas de trabajo. “Cuando veo a una recepcionista con cara e´ tronco, saco un chocolatico del maletín y se lo doy. ¡Vieran cómo le cambia el semblante! Hasta me atiende rapidito”, revelaba el individuo -sospecho que de oficio gestor- cómo muchas puertas se abren de par en par cuando se maneja sabiamente tan apetitosa llave a base de cacao.
Lo vi alejarse con sus bolsillos inflados por las golosinas con las que, durante el resto de la jornada, cruzaría victorioso recibos de empresas y antesalas de oficinas públicas en el azucarado cumplimiento de sus gestiones, cual Antorcha Humana que a cambio de un chubasco de fuego para superar obstáculos, recurre al superpoder de la Ovomaltina. Sin ser tampoco médico nutricionista, el tipo transfería instintivamente a la esfera burocrática aquello que procuran los pretendientes cuando entregan una caja de bombones a su amada: dispararle los niveles de serotonina para producir una momentánea sensación bastante parecida al enamoramiento.
De seguro la calórica conquista emprendida por el sujeto del kiosco y sus semejantes responde a una muy compleja escala jerárquica: una elemental consulta sobre horarios quizá sólo involucre el desembolso de una Nucita, mientras agilizar la tramitación de documentos en un registro mercantil contempla la significativa inversión de una tableta de chocolate blanco salpicada de nueves y avellanas, de esas que dicen Edición Aniversario en la etiqueta. Por mucha integridad que abrigue un funcionario, miles de ellos sucumben diariamente ante el suramericano ritual del soborno achocolatado.
Tan simpático gesto es un clásico del que se valen los motorizados para que los privilegien en las instituciones bancarias, el problema está cuando coinciden frente a la taquilla dos o más llevando entre manos el diezmo, lo que le plantea un dilema a la empleada que ha de decidirse por el botín más sustancioso; o si -por cuestiones dietéticas más que éticas- la chica acepta indiferente la ofrenda de flavonoides para seguir comportándose cual muro que arroja a sus escaladores hacia el último puesto de la cola.
La cultura del Toronto se reproduce asimismo entre compañeros de oficina, por lo que a media tarde Martínez frecuenta los escritorios inmediatos en radiante distribución de una variedad de delicadezas que también incluye Bolibomba, caramelitos de menta, maníes y Cocosette, cual amigo nada secreto que no se aguanta las ganas hasta diciembre. No dudo que el detalle ejerza las funciones de afrutado puente tendido para expresar afecto, pero también es un manejo orientado a establecer alianzas, mientras una pifia durante la repartición suscita enconos irreconciliables pues ¡ay! si te pones a compartir chocolaticos en la oficina y olvidas suministrarle su ración de grasas saturadas a un compañero de cubículo, quien de ahora en adelante y hasta el fin de los días te guardará un amargo rencor.
Dirán que soy un malagradecido, pero siempre he sospechado de las intenciones contenidas en el interior de una brillante envoltura, de los propósitos de Martínez cuando llega con una Samba entre manos.

domingo, agosto 2

En Ciudad Bolívar no comen cotufas

En Ciudad Bolívar no hay salas comerciales de cine. Años atrás, el Roxi, el Rivoli, el Imperial más un autocine resolvían el gusto de los bolivarenses por el séptimo arte, pero las constantes fallas eléctricas en la zona llevaban a que justo cuando en la gran pantalla aparecía la aleta de un feroz tiburón blanco, sobrevenía un apagón que dejaba en veremos la suerte de los bañistas. Aquellas salas pasaron a convertirse en espaciosos galpones, bingos, y templos donde los fieles elevan entusiastas oraciones al Espíritu Santo, desatando en su lugar una sequía cinematográfica que despoja a Ciudad Bolívar de una importante ración de ritos y sueños.
Me aventuro a afirmar que la rutina de sus casi 400 mil pobladores permanece incompleta. Los estudiantes de bachillerato ignoran el sobresalto de fugarse del liceo a media tarde para invertir el dinero de la merienda en cotufas, mientras los solitarios o aquellos sujetos renuentes a llegar temprano a casa, carecen de tan amable exilio entre penumbras. Peor aún: me pregunto cuántos romances no habrá frustrado la ausencia de Jason, quien, desbaratando una ventana con su inagotable sierra eléctrica, resulta la excusa ideal para que las señoritas del público busquen refugio entre los brazos de sus pretendientes.
Podemos fingir ser optimistas y apreciar el vaso medio lleno, suponer que esta privación quizá arroje beneficios tales como que numerosos bolivarenses estén a salvo de las opiniones de los “críticos” sentados en la fila posterior (“a ese segurito lo matan por pérfido” o “¡ay! qué bien se transforma ese robot en un Camaro”) y -a menos que alquilen el DVD- los habitantes de esta capital de estado que algún día fuera capital provisional de la República, se libraron de un ex James Bond balbuceando canciones de Abba, de Keanu Reeves como un alienígena interesado en advertir a los terrícolas que, si continúan portándose mal, arrojará sobre el planeta un enjambre de coquitos cibernéticos.
Los pobladores amantes del celuloide mitigan su apetito de imágenes fabulosas recorriendo el largo camino hasta Cumaná. Quienes permanecen en sus casas, sin duda esperan el regreso de los expedicionarios para escuchar las noticias halladas al final de la travesía y así enterarse de los pormenores de una reciente era de hielo o si el mundo fue asolado nuevamente por máquinas exterminadoras. La cinemateca del Museo Jesús Soto (paradójicamente, el maestro cinético nacido en la antigua Angostura inició su arte pintando carteles de películas) ofrece una atractiva pero insuficiente opción secundada por modestas soluciones como la contemplada años atrás por quien escribe estas líneas.
De muchacho, crucé en chalana el Orinoco para pasar de Ciudad Bolívar al árido caserío de Soledad, cuya primordial atracción turística residía en una sábana tendida por un lugareño sobre un muro de bahareque para proyectar allí películas de Pedro Infante sacadas quién sabe de dónde. Tal es la nostalgia de los bolivarenses por ese único y otro cielo donde las estrellas se besan.

martes, julio 28

Romance entre colegas

Porque la universidad los cría y ellos se juntan, el romance entre personas que ejercen una misma profesión u oficio ofrece numerosas ventajas, tales como la multitud de temas afines así como el lucimiento del galán mediante piropos facultos: “Tu boquita me atrae como la magnetita al níquel”, seducirá el ingeniero geólogo a la ingeniera de materiales, quien, vencida ante tan pertinente halago, musitará: “¡Ay! Me derrites como un panel de poliuretano en contacto con una fuente de ignición de alta energía”, transcurriendo el idilio entre entusiastas paseos frente a edificios a medio construir, más reglas T y calculadoras científicas como regalos “sorpresa” cada 14 de febrero.
Aunque dicha circunstancia también entraña inconvenientes, y si bien es cierto que la similitud de intereses acarrea amenas veladas, existe el riesgo de que la esfera profesional invada la alcoba y salgan a relucir afirmaciones tales como “¿Supiste que el gobierno nos aplicó un nuevo índice tarifario?” durante las horas de pasión con ese cuerpito colegiado. Si el noviazgo prospera y los tórtolos deciden casarse, la boda, repleta de colegas, parecerá una asamblea de sindicato, luego de lo cual los vaivenes de la relación pasan a convertirse en la comidilla del gremio más que los índices de desempleo en el área concerniente.
Suele decirse que el vínculo sentimental entre colegas supone una mayor comprensión de la rutina del otro, y es verdad, pero también introduce un arma de doble filo. Cuando un cirujano casado con una maestra desea llegar tarde por irse de jarana con los amigos, puede recurrir a la fabulosa coartada del trabajo pendiente; pero si ambos son cirujanos, desde el otro extremo del hilo telefónico ella contraatacará con un ducho arsenal de argumentaciones:
- No me vengas de nuevo con el cuento de una operación de várices de emergencia, mira que ahora es ambulatoria gracias a la fibra láser que permite ocluir la vena en un santiamén.
- Cielo, es que quisiera observar a la paciente por un ratico no vayan a producirse incompetencias en el sistema valvular.
- Aplica la miniflebectomía venosa que resulta menos traumática para el tejido cutáneo por no requerir puntos de sutura, ¡y te me vienes a casa de inmediato!
El matrimonio entre partícipes de un mismo campo del saber involucra una nueva escala jerárquica basada -además de en el salario de uno y otro- en el grado de especialización. Una psicóloga con doctorado en Harvard no tardará en restregarle a su marido, psicólogo también, el haberse achantado en estudios de pregrado, tras lo cual éste la acusará de sufrir de envidia del pene típica del Complejo de Electra (eso sí: por muy malo que sea un matrimonio, si ambos ejercen la abogacía, durante el divorcio es cuando realmente aviva sus llamas el infierno).
Pero no pierdan las esperanzas, cónyuges/colegas, que compartir un mismo destino profesional propicia el reencuentro amoroso. Pronto llegará el día en que los amantes en disputa coincidan en las áreas sociales del colegio, o en que la agenda mutua se cruce en un seminario o ciclo de conferencias con sede en un complejo hotelero donde intentar, entre gafetes y certificados de asistencia, una segunda luna de miel.

viernes, julio 24

Machos al tocador

Se dice que tanto hombres como mujeres pasan hoy el mismo número de horas acicalándose frente al espejo, que ahora los caballeros les disputan a las damas el espacio sobre los lavacabezas y ante los vaporizadores de los centros de estética, aunque yo dudo que tales afirmaciones sean totalmente ciertas: todavía muchos señores se niegan a introducir sus dedos en un tarro de crema pues suponen que tal gesto diluirá su hombría entre nutrientes lípidos y extractos de algas marinas.
Los responsables de dicha desconfianza son sin duda los creativos de la industria cosmética que, cuando promocionan en sus avisos y comerciales de televisión una pomada para los callos, por ejemplo, suelen adoptar frases de precaria virilidad tales como “mima tu cuerpo” o “haz que tu piel reluzca como la seda”, muy bien para los aspirantes a misters pero que no toma en cuenta al cervecero de la esquina como consumidor potencial. Si la industria de los potingues anhela convencer a los caballeros renuentes a combatir las líneas de expresión, ha de mostrarse recia, manifestar una aspereza como la exhibida en las siguientes ofertas publicitarias cuyo fin no es otro que ilustrar a los santos varones que untarse eventualmente una cremita no contraría los mandatos de la testosterona:
- “¿Mascar chimó reiteradamente ha opacado el esmalte de tu dentadura?
¿Sufrieron tus encías cuando te arrancaste tú mismo y con un alicate la muela del juicio? Enjuague bucal “Diente e´Perro”, con fosfato de calcio y peróxido libre de ion metal ideal para devolverte la sonrisa diezmada por tanto chicote.
- “Amigo camionero, si el constante cambio de cauchos reseca tus manos, despojándolas de su humedad natural, o la grasa del motor suele cuartearte las cutículas, no lo pienses más y regálate “Gandolero Cream”, con ácido ursólico que combate el despellejamiento producido por el frecuente contacto con aceite multigrado y ácido de batería”.
- “Caerle a trompadas a tu mujer suele afectar de manera importante la sensibilidad de los nudillos. Te presentamos “Primate”, el ungüento que estimula la síntesis de colágeno y elastina para una mejor cohesión celular de los ojos morados en caso de que tu mujer no sea gafa y te responda la golpiza”.
- “Basta de que se te rompan las uñas cada vez que pones el doble sena sobre la mesa de dominó o juegues pelotica e´ goma ¡Prueba esmalte “Parrilla No. 5”! Oculta las manchas dejadas por el hollín de los carbones y olvídate de los inconvenientes al momento de abrir latas de cerveza con la uña del dedo índice”.
- “Si tienes la letra bonita, vives con tu mamá y preparas unos espaguetis deliciosos, acalla las habladurías con fragancia Macho. Fragancia Macho saca a relucir tu recóndita masculinidad, dejando por donde pases un inconfundible aroma a semental gracias a sus ingredientes activos a base de polvo de cuerno de rinoceronte y testículos de buey. Fragancia Macho. Para los más machos”.

viernes, julio 17

Ahora, ni cambiar un bombillo

Vaticino aquí la pronta aparición de un nuevo técnico de los oficios domésticos, el cambiador de bombillos, quien -tras ser ubicado en las páginas amarillas o a través de los avisos clasificados de la prensa- llegará a casa acompañado de un asistente más un maletín repleto de fusibles, voltímetros e interruptores fotoeléctricos. “Éste es un caso complejo que exige varios días de trabajo”, dirá tras el minucioso análisis aplicado a la lámpara de la mesita de noche, solicitando de inmediato una exorbitante suma de dinero por diagnosticar el problema, para comprometerse luego a entregar el presupuesto destinado a sustituir el bombillo quemado.
Ante la absoluta ineptitud exhibida por muchos señores -como quien firma este artículo- al momento de asumir menesteres como el cambio de un caucho espichado o el arreglo de una grifería, no queda otra salida que pedir ayuda a un especialista. Como última defensa de nuestra herida reputación de machos alfa, quedaba el gallardo gesto de subirse a un taburete para devolverle a cierto espacio de la casa el fuego iluminador. Gracias a la laberíntica complejidad alcanzada por el rubro de los bombillos, ahora ni eso.
Basta adentrarse en el pasillo de los bombillos de esas ferreterías tipo automercado (repletas de armatostes enigmáticos e inexplicables herramientas) para sumirse, paradójicamente, en las tinieblas de la impericia. En un lado y otro del corredor se confunden bombillos incandescentes y de halógeno, reflectores, compactos, algunos con el tipo de luz ideal para la cocina, otros propicios para la sala o la sala sanitaria, de estructura tubular y cilíndrica… y cada uno de ellos ideado para un sócate diferente. Si usted no toma la precaución de llevar a modo de muestra el ejemplar malogrado, la diligencia involucrará dos o tres visitas a la tienda, cruzadas por la esclarecedora “asesoría” del vendedor:
- Quiero un bombillo.
- ¿Convencional o de diodo LED?
- ¿Y cuál es la diferencia?
- El material emisor semiconductor del chip-reflector que, aunado a las características del cátodo y el ánodo, determina el haz radiante.
- Es para la lámpara del comedor.
- El normal de 60w dura aproximadamente 1.000 horas, mientras que uno de luz blanca y de 11w resiste 10.000 horas de uso.
- ¡Uno que prenda!
La belleza de una lámpara es proporcional a la dificultad para sustituir el bombillo. Atrás quedó el accesible desenroscado y si toca un modelo tipo araña, despídete -entre sudores y calambres- de la paciencia. Hay que destornillar, extraer guayas sin rozar con los dedos la superficie del globo luminoso y -como si se tratase de la desactivación de una ojiva radioactiva- cortar con un alicate el cable azul y no el rojo. La operación corrobora furiosamente el pensamiento de nuestra señora que, ubicada en una esquina de la habitación, concluye: “éste no sabe ni cambiar un bombillo”.
Cuando ya era un típico reproche femenino señalar a los varones de cavernícolas, la complejidad de las nuevas antorchas frustra hasta el viejo gesto de restablecerle la luz a la cueva. Ahora somos, gracias a la actual e intrincada variedad de bombillos, cavernícolas perplejos.

martes, julio 14

Nubes entre los pies

(Artículo publicado en la edición aniversario de la revista Dominical, sobre el tema "Estamos al revés")

Apenas supe que esta edición de la revista trataría sobre asuntos al revés, no dudé en espolvorearme Borocanfor sobre las manos para pararme de cabeza y describir con propiedad qué resulta de andar boca abajo. La temperatura del piso más su irregular topografía no están pensadas para trajinar por ahí de tal forma, pero mantener el riguroso carácter científico que define a esta columna bien valía el esfuerzo.
Emprendí las prácticas iniciales en mi habitación, donde tras la mesita de noche hallé las llaves del carro perdidas hace meses, más restos de galletas y migas de pan como generoso suministro del reino de bichos anidado bajo la cama, a la altura de la alfombra. Durante esta primera etapa constituyó un triunfo el haber logrado entender -¡por fin!- las instrucciones para ensamblar una repisa y cuyos gráficos cobran lógica sólo si uno los mira como la niña de El Exorcista cuando baja de manos las escaleras de su casa.
Alentado por estos logros, decidí ganar la calle, no sin antes pasar por la cocina a beber un poco de agua (ya supondrán ustedes los inconvenientes que depara acometer, en dicha posición, tal actividad). Afuera descubrí que la ciudad es un cruce de zapatería con cenicero, y aunque andar boca abajo favorece el ensañamiento de las hormigas contra frente y nariz, el inédito ángulo visual al menos permite evadir con mejor suerte la caca de los perros.
- ¡Se ha vuelto loco! Mire que se le va ir toda la sangre a la cabeza –intentó corregirme una vecina bastante escrupulosa.
- Señora… ¿acaso no debería preocuparse usted porque su sangre no se le vaya a los pies?
A pocas cuadras advertí las revelaciones que ofrece esta perspectiva, y no me refiero sólo al vistoso espectáculo de pájaros y nubes a sus anchas sobre las palmas de los pies, sino a una realidad que, por vez primera, parecía más derecha que nunca. En un mundo al revés se repliegan las arrugas del rostro, la policía no da miedo, en el Metro la gente va muy sonreída durante el viaje pues la mímica facial fluye en dirección opuesta a la acostumbrada (quizá -sólo quizá- en un universo virado hasta podrían adquirir certeza los temas de Arjona).
Desde que ando de cabeza mi aspecto físico mejoró notablemente, se retrajo la papada a cambio de una melena abundante que ha vuelto a crecer gracias al empuje capilar generado por la fuerza de gravedad, sin mencionar que ahora les encuentro sentido a los noticieros y mi señora está fascinada con los originales enfoques amorosos que anima esta postura. Claro, ciertas circunstancias me obligan a poner eventualmente los pies sobre la tierra (en la oficina murmuran a mis espaldas, la vecina denunció el caso ante la junta de condominio), por lo que hoy reservo mis sesiones de faquir para ocasiones especiales.
Si llueve y es de noche, basta una pirueta de acróbata para hundir el pelo en la luna de las aceras, para tocar con los dedos las estrellas que flotan en los charcos.

lunes, julio 6

Piquito de oro

Todos conocemos a un piquito de oro, ya sea que forme parte de la familia, del grupo de amigos o de los compañeros de trabajo. Aunque no hay que confundir al piquito de oro con el simple parlanchín, individuo éste que, como dicen las señoras de cierta edad, habla más que un loro y a quien, a pocos minutos de iniciada su cháchara infinita, la audiencia suele pagarle con las monedas de la huida o el bostezo. Nada que ver. El piquito de oro, muy por el contrario, apenas abre la boca envuelve con el magnetismo de su labia al auditorio que quiere más y más de tan florida facundia.
El primer aspecto reconocible de estos magos de la oratoria es su pulcra sintaxis; como si leyeran en voz alta, hilan con primor la secuencia sujeto + verbo + predicado + breve pausa que enfatiza la trascendencia de la frase antedicha para luego, mirándote a los ojos, reanudar en el aire sus radiantes castillos verbosos. No hablan, recitan. Pueden ser ocurrentes o no. Tener salidas geniales o no. Ni siquiera, para ser piquito de oro, precisan decir la verdad. Sólo hay que manejarse como si la dijeran, expresarse con la misma fluidez y convencimiento con que la que se desliza el curso de un río que -algún día lo sabremos- esconde entre sus aguas pirañas en vez de pececitos dorados.
Una vasta bibliografía promete convertir a sus lectores en piquitos de oro -“Aprenda a hablar en público”, “Cómo ganar amigos e influir sobre las personas”, etc.- pero sospecho que tal habilidad viene de nacimiento, quizá se trate de un gen de modo alguno relacionado con la apariencia física (prueba de ello es que en las sesiones de preguntas de los certámenes de belleza, los y las piquitos de oro son casos inauditos). Tras una esmerada aplicación y horas de ensayo, los aspirantes no investidos con esta gracia apenas si lograrán acceder a la categoría de piquito de bronce o, cuando mucho, piquito de plata.
Así como en el terreno amoroso son harto conocidas las virtudes afrodisiacas del buen bembeo, si en una sala de juntas llegas a coincidir con un piquito de oro, puedes jurar que de allí saldrás corriendo a invertir los ahorros de toda tu vida en el negoción del siglo consistente en exportar sacos de arena al Sahara. Claro, hay piquitos de oro con buenas intenciones; pero también aquellos capaces de convencerte de que la luna es cuadrada, de que Herodes amaba a los bebecitos. De ahí que la elocuencia sea un requisito esencial de quien aspire a ser farsante o salvador.
Su tendencia al monólogo es amenazada cuando coinciden en un mismo sitio dos o más piquitos de oro. En compañía de iguales se sienten en riesgo, incómodos, retados a duelo con sus mismas armas; por lo que algunos deciden replegarse hacia el silencio y será esa la única vez en que notarás a un piquito de oro callado.
El hechizo de su palabrería podría conducirnos al filo del fin del mundo; antes de dar el paso definitivo, sugiero tomar la siguiente precaución: llévate los dedos a los oídos y renuncia a escucharlos por un momento, lapso durante el cual abre muy bien los ojos y mira alrededor para así distinguir la ruina que, generalmente, reina en torno a estos ruiseñores fascinantes.
Haz la prueba y verás que lo único que les brilla es el piquito.

lunes, junio 8

Los mantenidos retan la crisis

En tiempos de ventisca económica, al pie del chinchorro donde reposa el mantenido arrecian las exhortaciones del tipo: “la cosa está fea… ¿porqué no miras los anuncios clasificados a ver qué encuentras?” o –con menos sutileza- “¡Zángano, haz algo!”. Así que quienes se niegan férreamente a estudiar o trabajar, pese a tener la edad y el vigor para cumplir tales ocupaciones, hoy se las ven negras, siendo precisados a refinar sus maniobras para seguir apantuflados, en gozosa contemplación de los capítulos repetidos de El Chavo del 8. Aquí algunos consejos para quienes fotocopiar el currículo constituye un conato de hernia:

Recurra a las nuevas tecnologías
Redes sociales como MySpace o Facebook son una fuente inapreciable para desempolvar antiguos chuleos. Si, por ejemplo, logra ubicar a ese viejo compañerito de escuela al que usted solía vivirle el desayuno en el cafetín, no dude en restablecer el contacto. Eso sí: para cerciorarse de que la víctima siga cumpliendo con el perfil, deslice preguntas como “¿Y estás ganando bien en tu actual trabajo de agente aduanero”? o “Cuéntame… ¿has recibido últimamente una herencia?”.
Hágase artista
Es un clásico del mantenido figurar como promesa de la música, la literatura o cualquiera otra rama de las bellas artes, negándose así a la rutina de quince y último, propia de mortales comunes y corrientes y que tanto sofoca la sensibilidad de todo genio. Cuando pasen los años y sus allegados pregunten, impacientes, por la obra maestra, esgrima que el Nobel José Saramago comenzó a publicar luego de los 47 años, o que el príncipe de Lampedusa escribió “El Gatopardo” cuando ya mascaba el agua.
Renuncie al machismo
Deje atrás las posturas retrógradas y anime a su señora a integrar la lucha feminista consistente en adquirir los mismos derechos y deberes del hombre. No decaiga y aliéntela, también, a llenar la nevera y la mano del parquero a la salida de un restaurante.
Estimule a sus pequeñuelos
No demore en aplicar esa preclara fórmula según la cual hay que vivir de los padres hasta que se pueda vivir de los hijos: si tiene muchachos chiquitos, inscríbalos en actividades extraescolares; pero nada de danza o kárate, sino bisutería, transcripción mecanográfica, arreglo de motores u otro oficio que involucre ingresos inmediatos.
Diversifique las fuentes de financiamiento
Depender económicamente de una sola persona es una opción poco sensata: tal individuo podría perder el empleo, arrastrándolo a usted hacia las ciénagas del ladre. No sea conformista y coloque sus huevos en canastas diferentes. Si ya sus viejos, su pareja, tías, amigos de la infancia y vecinos proveen techo y comida, toca indagar entonces si hay vida luego de ésta, espíritus alcahuetes en el Más Allá.
Sea un indeciso profesional
Entre si estudiar Derecho o Psicología, la incertidumbre vocacional resulta una excusa eficientísima para invertir largas temporadas con el joystick del Nintendo entre manos (asegúrese de escoger carreras muy demandadas para así pasar meses, hasta años, en la “angustiosa” espera de cupo). Si por casualidad logra graduarse -se han visto casos-, decidirse por profesiones saturadísimas entraña beneficios a largo plazo: podrá excusar su arribo a los niveles superiores de Mario Bros bajo el argumento de que no hay trabajo dentro del mercado laboral por usted elegido ¡Y menos con esta crisis!

jueves, mayo 28

Una función embriagadora

Ahora en algunas salas de cine sirven bebidas alcohólicas, iniciativa que aúna la ya de por sí embriagadora experiencia cinematográfica, con el ritual de acodarse sobre la barra de un bar. Quizá es ese el único motivo que me lleva a ver la última cinta de Nicolas Cage, quien, con lamentable meticulosidad, ha venido opacando su brillo actoral con roles de videntes y fantasmagorías en llamas. Así que para luego es tarde: mientras ruedan los trailers, pido al camarero una primera copa sin detenerme a pensar en los insospechados efectos que genera la mezcla de alcohol con gomitas ácidas, toda una experiencia alucinógena.
Sobre la butaca contigua se aplasta un gordito rechoncho, iniciándose de inmediato ese sordo combate entre los extraños que en una sala de cine comparten asientos vecinos, y cuyo fin no es otro que dominar, centímetro a centímetro, el uso del posabrazos. Las primeras escenas del filme no auguran nada bueno, algo sobre una profecía almacenada tiempo atrás dentro de una cápsula, o al menos eso vislumbro de entre el aparatoso peinado de la pelirroja sentada frente a mí. Al cabo del segundo trago noto un formidable ingrediente de la cinta, la banda sonora, ¡estupenda!. Apenas si ahogo el impulso de levantarme a echar un pie.
Cuando me creía librado del vicio, me asaltan unas ganas tremendas de fumar. Si está permitido el consumo de bebidas espirituosas, así como una nueva correría de Cage en la ciencia ficción… ¿por qué no recobrar entonces la brumosa costumbre de ver una película en el cine con un cigarrillo entre los dedos? Investido de súbita audacia, enciendo uno. “Apague eso”, me reclama la sangrona de pelo rojo. A punto de incorporarme del asiento para sugerirle que se meta en sus asuntos, que más molesta ese greñero suyo, aparece el camarero con otro trago (“tan puntual servicio será recompensado con una jugosa propina”, añado).
La historia que al principio parecía infortunada, comienza a tomar coherencia, diría que hasta brillantez. El nudo dramático alcanza una inesperada genialidad, Cage no está nada mal en su papel de profesor de astronomía empeñado en salvar el mundo. Y así se lo hago saber al ilustre gordito de la butaca contigua, gran pana.
- Compadre, esto se está poniendo buenísimo, ah ¿Por qué usted es mi compadre, verdad?
- Chico, ve a comerte unas cotufas para que llenes el estómago.
- ¡No me voy a comer nada! –exclamo ya rumbo a la sala sanitaria por tercera o quinta vez, no me acuerdo. A mi regreso acontece sobre el fondo de luces y sombras la escena romántica, bien fina, de una majestuosidad que empobrece el recuerdo de “Lo que el viento se llevó”. Es una montaña rusa de emociones: al llanto a moco tendido, lo sigue el júbilo porque ¡el planeta está a salvo!
- ¡Bravo, bravo! Qué Sean Penn ni que nada ¡Nicolasito es mi gallo! - aplaudo de pie el colosal desempeño del intérprete de clásicos invaluables como “60 segundos” y “La leyenda del tesoro perdido”. Cuando ya los créditos del filme cruzan la pantalla y la sala comienza a iluminarse, de la butaca delantera se incorpora una visión de otro mundo, ciertamente un ángel de flameante cabellera que parte para perderse sin remedio entre la multitud. Pero qué va ¡De aquí no me voy hasta que le den un Oscar al actorazo!
Y a mí la del estribo.

sábado, mayo 23

Irradie sabiduría

¿Acaso duda usted de esa certeza astronáutica según la cual el sol sale para todos? ¿Quién en su sano juicio se atrevería a negar que, efectivamente, lo que no mata engorda? De allí que no entiendo cuando una persona lamenta haberse quedado sin palabras, sin nada que decir o algún buen consejo que ofrecer al amigo que lo necesite: toda frase pronunciada por su interlocutor da pie a irrefutables lecciones de vida que, formuladas en el momento justo, permiten largas horas de amena y edificante charla. A modo de ejemplo, vierto en estas líneas una conversación oída recientemente en el Metro, y la cual usted podrá tomar como modelo para convertirse así en un faro de elocuencia y sabiduría:
- ¡Epale, con que ave de mar por tierra! ¿Cómo está la cosa?
- Más o menos.
- ¿Y los hijos? ¡Seguro igual de listos que el padre! Es que de tal palo…
- Bueno, el otro día el mayorcito me alzó la mano.
- No te preocupes, eso pasa hasta en las mejores familias. ¿Y la mujer?
- Me abandonó hace poco.
- ¡Ver para creer! Pero no te ahogues en un vaso de agua, mira que en la vida todo tiene remedio, menos la muerte. ¿Le has intentado hablar? Así es que se entiende la gente. Hay que darle tiempo al tiempo, que lo cura todo mientras el amor perdona ese mismo todo. Aunque… ¿crees que donde hubo fuego cenizas quedan?
- No creo.
- Bueno, pasó lo que tenía que pasar, más se perdió en la guerra. Te informo: más vale solo que mal acompañado. No hace falta la que se fue, sino la que viene ¡Un clavo saca otro clavo!
- Sí, comencé a salir con alguien, pero es cleptómana.
- Explícame… ¿fue entonces peor el remedio que la enfermedad, o saliste de Guatemala para meterte en Guatepeor? Es que las desgracias no vienen solas, pero a lo hecho pecho.
- Y ni te cuento que en la oficina me va terrible con el nuevo jefe.
- Uno no sabe para quién trabaja. Déjalo tranquilo porque el que la hace, la paga.
- ¿Y las cosas caen por su propio peso?
- ¡Claro! A la larga todo se sabe. Tranquilo, que Dios aprieta pero no ahoga, da y quita, y dice ayúdate que yo te ayudaré.
- ¿Dónde dice eso Dios?
- A buen entendedor… No te preocupes que en la vida todo tiene remedio, menos….
- Ya eso me lo aconsejaste.
- Ay, disculpa.
- La buena noticia es que estoy pensando en montar mi propio negocio.
- Con lo de la crisis, es meterse en camisa de once varas. Las empresas pagarán poco, pero más vale pájaro en mano.
- Es mi sueño.
- Y soñar no cuesta nada. Aunque la peor diligencia es la que no se hace, siendo la esperanza lo último que se pierde. ¿Sabía que quien no llora no mama? En todo caso, cuenta conmigo pues dos cabezas piensan mejor que una.
- ¿Y en la unión está la fuerza?
- ¡Exacto! ¡Y también mañana será otro día!
- Chico, qué reconfortante es hablar contigo. Me siento mucho mejor luego de tan alentadoras palabras.
- Se hace lo que se puede.

viernes, mayo 15

¿Es usted intenso/a?

Cada cierto tiempo uno dice o escucha “zutano es intenso”, sin tener mucha certeza de qué se refiere tal afirmación. Así solemos clasificar a quienes le buscan la quinta pata a todo gato, el Diccionario de la Real Academia Española define a las personas dueñas de esta cualidad como “muy vehementes”, mientras los psicólogos dicen que no es bueno vivir con las emociones en constante crispación. Responda el siguiente cuestionario para saber si es usted un individuo a quien nada le hace ni coquito o si, por el contrario, su volcánica intensidad transforma todo a paso en un mar de lava:

Cuando conoce a alguien que le gusta:
1. Espera que esa persona la o lo invite a cenar a usted.
2. Usted la invita inmediatamente a cenar.
3. Le monta, al momento de conocerla, tremenda escena pues esa persona ha cenado en anteriores oportunidades.

Si la tele transmite un capítulo de El Chavo del Ocho, usted suele:
1. Reírse mucho.
2. Cambiar de canal.
3. Comentarle a quien esté a su lado que, con el paso del tiempo, se ha intensificado el drama de la infancia abandonada, fenómeno social favorecido por la desintegración de la familia como célula de la sociedad más el pavoroso colapso de los principios morales.

Si sospecha que su pareja le es infiel, usted:
1. Contrata a un/una stripper.
2. Contrata a un detective privado.
3. Contrata a un sicario.

Lleva en su iPod la colección completa de:
1. Neguito Borjas, Britney, Tito “El Bambino”.
2. Los Melódicos, Abba, Ricardo Montaner.
3. Ricardo Arjona, Amy Winehouse, Madredeus.

Cuando en una fiesta alguien expresa opiniones políticas contrarias a las suyas, usted:
1. Va y se une al trencito de la hora loca.
2. Argumenta su punto de vista.
3. Le lanza el trago encima a ese alguien mientras le vocifera que el mundo está lleno de gente bruta.

Al momento de actualizar su estado en Facebook, coloca:
1. “Tengo sueño”.
2. “Me está dando sueño”.
3. “Trata de ver las señales que te lleven a tu sueño. ¡Coelho, sabio!”.

Si lo invitan a lanzarse en paracaídas:
1. Se niega porque le da miedo.
2. Toma lecciones con un experto.
3. A 50 metros antes de llegar al piso, suelta los arneses que lo sujetan al artefacto para vivir la emoción a plenitud.

Resultados. Sume ahora los puntos de la respuesta ofrecida en cada ítem para descubrir su grado de intensidad.
De 7 a 10: A su corazón de hielo todo le resbala. No sea así y llame a su pobre madre que yace en cama.
De 11 a 15: Está decidido a vivir nuevas experiencias, aunque sin exageraciones ni dramatismos.
De 16 a 21: ¿Qué espera? ¡El grupo de emos de su vecindario espera por usted!