sábado, enero 17

Reloj sin relojero




Llegué tarde a mi cita con el relojero: cuando por fin me dispuse a reparar el par de relojes que desde años permanecían descompuestos en el fondo de una gaveta, al local destinado para tal fin lo había arrasado ese tsunami tecnológico que dentro de poco terminará de llevarse a las discotiendas, a los fotoestudios y a los videoclubs y ante el cual -todo hay que decirlo- las agencias de lotería resisten con admirable fortaleza.
Para mí el relojero fue siempre una mezcla de dios, mártir y cyborg; con un cristal de aumento pegado al ojo, dominaba ese profundo universo de engranajes dentados que poco a poco le iba comiendo la visión; pero, pobre de él, hoy cada vez son menos quienes recurren a su sabiduría, la hora pasó a ser propiedad de los teléfonos móviles y llevar un reloj atado a la muñeca es -más que un hábito útil- un símbolo de estatus, otra atrevimiento de la coquetería frente al hampa desatada.
Junto a los móviles, una segunda variante relojera goza de excelente salud. Hay mañanas en que el despertador olvida levantarnos porque se quedó dormido y la acumulación de polvo extinguió al pájaro cucú anidado en casa de la abuela, pero el reloj del PC alardea de una autosuficiencia que no precisa de relojeros. Ni siquiera de nosotros, de una mano que le dé cuerda para seguir su marcha. Cuando en la antigüedad a un griego se le caía el reloj al piso, corría en busca de una escoba para barrer aquel arenero, o los egipcios se quedaban sin tiempo durante el transcurso de un eclipse solar; pero el reloj del PC es ajeno a estas incidencias y así haya que formatear el disco duro porque le entró un virus a la computadora o llamar al técnico para que anuncie la irreversible desaparición de los archivos, al reloj del PC no le pasa ni coquito. Como esos insectos inmunes a la radioactividad que -dicen- nos sobrevivirán algún día, es el único mecanismo que permanece intacto tras la catástrofe.
Pese a su eficiencia -o precisamente debido a ella-, el reloj del PC me inspira desconfianza, le tengo rencor y varios reproches. Primero, es un chismoso. Así juremos al jefe que enviamos el informe por mail a la 10:00 a.m., el reporte generado por este delator digital denuncia que la gestión se realizó a la 5:00 p.m.; y nuestra impuntualidad hoy no tiene disculpa porque fecha y hora de la cita fueron notificadas con suficiente antelación por el Calendario de Tareas. También es un aguafiestas y cuando en medio de la jornada la narración de un brollo se acerca al clímax, o en las ocasiones en que tras una prolongada búsqueda comienzan a emerger las mejores nalgas online, desde su esquina en el borde inferior derecho de la pantalla el reloj del PC acota que ya está bueno de la guachafita.
Su principal defecto es la falta de lealtad. La mayoría de los relojes pulsera detiene su marcha cuando lo dejan a oscuras o si a la muñeca del portador no llega el pulso; pero el del PC no incurre en sentimentalismos, su latido es ajeno al corazón del usuario y si este fallece o lo botan del trabajo, el reloj del PC mantiene su curso en compañía del nuevo operario de la estación.
Tan discretamente, que ni siquiera dice tic tac.

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