sábado, abril 25

Oda al Menú Ejecutivo

Qué seguridad jurídica ni qué incentivos arancelarios. Es el Menú Ejecutivo, junto a la lonchera, el verdadero combustible que estimula la marcha del aparato productivo nacional. Claro que abundan las franquicias de comida rápida mientras en cada esquina florece la ventilada oferta de los perrocalienteros, pero tales opciones resultan insuficientes para atender a esa voraz multitud de trabajadores que, en horas del mediodía, tiende sus brazos sobre un mantel de diseño ajedrezado sobre el que humea la sopa del día, el seco y el jugo como triángulo renovador de fuerzas en medio de la jornada.
Restaurantes de cierto postín han incorporado a su menú la solución del Menú Ejecutivo; pero en estas líneas me refiero a la menos ejecutiva de las variantes, esa donde la carta es un pizarrón con escasas posibilidades de figurar en las guías culinarias. Aunque no por modesto el comensal es menos exigente, aventurándose entre tugurios plagados de gorgojos en la sopa de vegetales y el subsiguiente duodeno en llamas, hasta conseguir el Menú Ejecutivo que satisfaga su paladar.
Un buen día, gracias a un golpe de suerte o tras seguir la recomendación de un compañero de trabajo -“es un hueco, pero barato y se come bien”-, descubrimos el tesoro ni tan oculto pues a la hora pico luce repleto (buen signo; desconfiad de aquellos establecimientos solitarios o donde también vendan billetes de lotería), por lo que esperamos en un rincón hasta que se desocupe una mesa. La urgencia obliga a dirigir miradas feroces a los egoístas que ya almorzaron y se han puesto a conversar, así como a proceder con la ligereza de movimiento de un lince para cerrarles el paso a los vivitos recién llegados.
El señor del servicio distribuye la cesta con cubiertos, canilla dividida en rebanadas o arepa como quien reparte los naipes sobre una mesa de póker, no hay velas, búcaros con flores u otro estorbo decorativo que le reste espacio al flamante minestrone, al pasticho o la carne con papas, a la fruta de temporada o la ración de quesillo pensados para estómagos impasibles. Las porciones desbordan los límites del plato y sólo los conocidos dignos de nuestra simpatía serán informados del hallazgo. Entre bocados, los presentes refieren los sucesos de la jornada mientras la reputación del jefe acompaña las migas de pan sobre el mantel.
El Menú Ejecutivo es nutricionalmente balanceado, sin IVA, el señor del servicio igual agradece así la propina equipare el monto de un pasaje en autobús, y -la mayoría de las veces- hasta sabe bien, beneficios que no disipan la ingratitud de los comensales. Los fines de semana o cuando se trata de cortejar a una señorita, los parroquianos eligen otros destinos, ni locos accederían a visitar un día de fiesta estos cubiles de la gastronomía utilitaria. Pero, de lunes a viernes, el Menú Ejecutivo de nuestro antro favorito es un oasis sin palmeras; sólo aquí puede manipularse un palillo como en casa tras el festín marcado por la credulidad, pues… ¿presumir que ese aceite del envase efectivamente es de oliva, no es acaso un acto de fe?

lunes, abril 13

Reglamento de guardería

Cuando se reúnen dos o tres madres de niños pequeños, y que trabajen (las madres, no los niños, aunque se han visto casos), es una fija el tratamiento del tema de las guarderías. Como integrantes de un gremio precisado a dejar en manos ajenas aquello que más quieren, las señoras ventilan apasionadamente las virtudes y no pocas fallas de estos recintos que manejan códigos y costumbres del todo desconocidos para quienes no hayan cruzado esas puertas decoradas con honguitos, muñecas con trencitas, trencitos y demás temitas afines. Fruto de escuchar tales deliberaciones, resumo aquí algunas de las reglas típicas en dichos establecimientos cuya rigurosidad -sostiene más de una progenitora- no tiene nada que envidiarle a Fuerte Tiuna:
1. Debido a limitaciones de espacio, los padres deben reservar cupo en la guardería e iniciar el pago de las mensualidades correspondientes desde el mismo instante en que la madre sospeche estar embarazada. Para mayor seguridad, los progenitores del futuro niño o niña han de cancelar la inscripción antes o inmediatamente después de consumado el acto amoroso (preferiblemente, durante la primera cita romántica que involucre piquito).
2. El personal se compromete a consolar al niño o a la niña que llore durante su ingreso a la guardería, no así a la madre o al padre que hipee, gima o berree también en ese momento.
3. El niño o niña ha de presentar el Certificado de Buena Conducta expedido por la Junta Parroquial y/o la Dirección de Justicia Municipal de donde el cadete, perdón, de donde el bebé resida.
4. La cancelación de la matrícula debe realizarse puntualmente el día 30 de cada mes. En caso de retraso en el pago, el niño o niña será recibido en la guardería, pero no será devuelto hasta tanto no se cubra con la mencionada obligación económica.
5. El niño o niña sólo será cargado en brazos por el personal exclusivamente en caso de terremoto o cualquier otro tipo de movimiento telúrico que implique el desplazamiento de la placa tectónica sobre la cual esté edificada la guardería.
6. El niño o niña deberá traer los alimentos para su desayuno, almuerzo y merienda, preferiblemente carne regulada, paquetes de arroz (no se acepta Parboiled) o cualquier otro comestible que escasee en los estantes de los supermercados, gesto que el personal del parvulario agradecerá profundamente.
7. El personal no se hace responsable si el niño o niña dice una grosería como primera palabra.
8. Al niño o niña que pida escuchar por centésima vez alguna de las canciones de los Backyardigans, será inmediatamente expulsado del establecimiento.
9. Si el niño o niña es muy tremendo, los padres y/o representantes firmarán una autorización que permita el uso de dardos tranquilizantes y/o aerosoles de gas pimienta por parte del personal.
10. Deberá acatarse estrictamente el horario de funcionamiento. Si, cumplido el horario establecido, los padres y/o representante no han venido a recoger a su tripón, la gerencia no se hace responsable por la pérdida del mismo.

viernes, abril 3

Indigentes fashion

- Caballero, disculpe si lo incomodo, pero… ¿sería usted tan gentil de facilitarme cierta suma de dinero para costear la televisión por cable cuyo servicio están a punto de suspenderme? –me imploró un señor a la salida de una arepera, confirmándome así un fenómeno que venía advirtiendo desde hace algunos años: la aparición de los indigentes fashion dentro del mundo de la mendicidad.
La apariencia del sujeto parado frente a mí con su mano extendida, no correspondía con la imagen que manejamos del pordiosero descalabrado entre jirones de ropa, el pelo en gruesos rulos hasta la cintura y quien, apenas vemos acercarse por la acera, induce a cruzar la calle para no coincidir en un mismo metro cuadrado con tal devastación. El indigente fashion, por el contrario, podría pasar por un maestro, el presidente de la junta de condominio u otro retrato ambulante de la decencia que si te corta el paso será -suponemos erróneamente- para pedir la hora o alguna dirección. De allí que nos tomen por sorpresa.
Los indigentes fashion rechazan recurrir a la misericordia en los sitios menos afortunados de la ciudad, para agolparse a las puertas de los restaurantes del este y en las inmediaciones del Sambil en un comportamiento que recuerda a los zombis de las películas, quienes conservan cierta memoria residual que los lleva a volver a sus viejos espacios para repetir maquinal y nostálgicamente las rutinas de cuando seguían vivos.
A usted de seguro lo ha parado en la calle un sobrio caballero bajo la excusa de que la tarjeta de débito se le bloqueó y precisa efectivo para echarle gasolina al carro, percance que a cualquiera le ocurre; pero el indigente fashion va más allá, suplica según su alcurnia, a saber: parte del monto para adquirir un juego de cuchillos Ginsu o la última versión del Abdominazer.
- Disculpe que abuse de su generosidad, pero es que se me acabaron las medicinas.
- ¿Y cuáles medicinas son esas?
- Herbalife. Por cierto, también se me agotó el Ervamatin -dice el indigente fashion señalando sobre su coronilla una progresiva calvicie.
- ¿Le bastarían veinte de los fuertes?
- Para serle franco, dicha cantidad no cubre ni la mano de obra indispensable para “chipear” el Nintendo Wii de los muchachos.
- ¿Cincuenta entonces?
- Será. Así sea para el saldo del BlackBerry Pearl.
Imposible despacharlo con esa respuesta frecuente en tales circunstancias -“usted se ve enterito… ¿porqué no se pone a trabajar?”-. Nada de eso pues el indigente fashion despierta una inquietante empatía (¿cómo decirle que no a nuestra imagen reflejada dentro de un probable espejo?) que nos obliga a llevar la mano a la cartera y extraer la piedad requerida, mínimo, para unos rolls de sushi más wasabi.

miércoles, abril 1

Seamos caballeros

Según un estudio divulgado días atrás por la empresa GPC Consultores, el 95% de 3.000 encuestados de ambos sexos y provenientes de 17 países -Venezuela incluida- coincidió en una misma opinión: la caballerosidad es un valor a rescatar. Que hoy muchas mujeres presidan empresas, juntas de condominio o constituyan el principal soporte financiero de numerosos hogares, no son motivos para que los hombres desechemos la cortesía, trato imprescindible al momento de honrar a estas amazonas del siglo XXI.
“Muchos simplifican la caballerosidad con el hecho de abrir la puerta a una dama o ceder el paso, pero eso es sólo una pequeña parte de lo que este código de conducta implica”, afirma el estudio, añadiendo líneas más abajo que un gentilhombre nunca ha de mostrarse grosero, “por arrogante o rudo que sea su interlocutor”. Así que - aunque las circunstancias se opongan- derroche siempre hidalguía ante las hijas de Eva:
No sea impaciente
Si su señora demora un par de horas en arreglarse antes de salir juntos, no cometa usted la insolencia de apurarla o amenazarla diciéndole que se va a ir solo. En estos casos, invierta ese valioso tiempo dando con una solución definitiva al calentamiento global, luego la cura al cáncer y después -porque sin duda le quedarán algunos minutos extra- resuelva un par de sudokus.
Ceda su puesto
En caso de que usted espere su turno para ser atendido por la cajera del automercado, el pundonor obliga a cederle el puesto a: la señora mayor, la embarazada, la bonita pero también a la no muy agraciada para que no se sienta mal, la que trae un bebé en brazos, la que carga muletas, la que no cumple ninguna de las condiciones citadas pero se coleó, la que trae muchas bolsas, la que pagará un solo producto… no se preocupe, que algún día saldrá del establecimiento.
Vuelva a ceder el puesto
En el ámbito laboral opera la misma lógica que en el caso anterior: si usted compite con una dama para una plaza de trabajo, no se ponga ordinario y cédale el puesto (¡qué falta de delicadeza mostró Obama ante Hillary Clinton!).
Evite preguntas incómodas
Es de mal gusto preguntarle a una damisela su edad o su peso. Si es usted el doctor de la misma, omita averiguar tales detalles.
No la vea fijamente
Regla básica a cumplir, también, durante las despedidas de solteros y en los bares de desnudistas. Cuando la stripper salga a escena, demuestre su nobleza manteniendo la mirada fija en el piso.
No huya
Es sabido que muchas damas integran bandas hamponiles. Si alguna lo sorprende en un callejón oscuro para apuntarlo con un arma, no cometa la vulgaridad de empujarla, alzarle la voz y, mucho menos, interrumpirla cuando ella hable.
Cuando sea necesario, subestímela
Las mujeres odian que las consideren el “sexo débil”, pero más detestan cuando el caballero olvida tal menosprecio en la circunstancia oportuna: si por alguna razón ella lo calumnia vociferándole a todo gañote términos aquí impublicables, mantenga la boca cerrada pues, si osa responder, escuchará de inmediato la frase “¿así tratas a una dama?”.