martes, julio 14

Nubes entre los pies

(Artículo publicado en la edición aniversario de la revista Dominical, sobre el tema "Estamos al revés")

Apenas supe que esta edición de la revista trataría sobre asuntos al revés, no dudé en espolvorearme Borocanfor sobre las manos para pararme de cabeza y describir con propiedad qué resulta de andar boca abajo. La temperatura del piso más su irregular topografía no están pensadas para trajinar por ahí de tal forma, pero mantener el riguroso carácter científico que define a esta columna bien valía el esfuerzo.
Emprendí las prácticas iniciales en mi habitación, donde tras la mesita de noche hallé las llaves del carro perdidas hace meses, más restos de galletas y migas de pan como generoso suministro del reino de bichos anidado bajo la cama, a la altura de la alfombra. Durante esta primera etapa constituyó un triunfo el haber logrado entender -¡por fin!- las instrucciones para ensamblar una repisa y cuyos gráficos cobran lógica sólo si uno los mira como la niña de El Exorcista cuando baja de manos las escaleras de su casa.
Alentado por estos logros, decidí ganar la calle, no sin antes pasar por la cocina a beber un poco de agua (ya supondrán ustedes los inconvenientes que depara acometer, en dicha posición, tal actividad). Afuera descubrí que la ciudad es un cruce de zapatería con cenicero, y aunque andar boca abajo favorece el ensañamiento de las hormigas contra frente y nariz, el inédito ángulo visual al menos permite evadir con mejor suerte la caca de los perros.
- ¡Se ha vuelto loco! Mire que se le va ir toda la sangre a la cabeza –intentó corregirme una vecina bastante escrupulosa.
- Señora… ¿acaso no debería preocuparse usted porque su sangre no se le vaya a los pies?
A pocas cuadras advertí las revelaciones que ofrece esta perspectiva, y no me refiero sólo al vistoso espectáculo de pájaros y nubes a sus anchas sobre las palmas de los pies, sino a una realidad que, por vez primera, parecía más derecha que nunca. En un mundo al revés se repliegan las arrugas del rostro, la policía no da miedo, en el Metro la gente va muy sonreída durante el viaje pues la mímica facial fluye en dirección opuesta a la acostumbrada (quizá -sólo quizá- en un universo virado hasta podrían adquirir certeza los temas de Arjona).
Desde que ando de cabeza mi aspecto físico mejoró notablemente, se retrajo la papada a cambio de una melena abundante que ha vuelto a crecer gracias al empuje capilar generado por la fuerza de gravedad, sin mencionar que ahora les encuentro sentido a los noticieros y mi señora está fascinada con los originales enfoques amorosos que anima esta postura. Claro, ciertas circunstancias me obligan a poner eventualmente los pies sobre la tierra (en la oficina murmuran a mis espaldas, la vecina denunció el caso ante la junta de condominio), por lo que hoy reservo mis sesiones de faquir para ocasiones especiales.
Si llueve y es de noche, basta una pirueta de acróbata para hundir el pelo en la luna de las aceras, para tocar con los dedos las estrellas que flotan en los charcos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

genio!

Genesis Rangel dijo...

Tremendo!

Es algo poético el último párrafo, me encantó.. (: