miércoles, octubre 28

Indicios de que tu pareja te va a abandonar

- Ahora mete separada en la lavadora la ropa íntima de ambos.
- De un tiempo a acá se expresa utilizando mucho las frases: “por favor”, “gracias”, “con permiso”.
- Ya no se interesa en sacarte las espinillas.
- Se compró su propio iPod.
- Ve habitualmente en la tele los programas “Casos de familia”, “Mujer, casos de la vida real”, “Mujeres con historia”, “Quién tiene la razón”, “Necesito una amiga”…
- Se maquilla hasta para ir al abasto.
- Solicitó su cupo de Cadivi sin decirte nada.
- Cuando van en el auto ya no te invita a que te abroches el cinturón de seguridad, ni en casa a que comas más frutas y brócoli.
- Se blanqueó los dientes.
- Ya no pregunta a qué hora vas a llegar cuando sales de farra con los amigotes.
- Ahora juega lotería rogando sacarse el premio acumulado.
- Cuando le preguntas “¿Todavía me amas…?” permanece en silencio.
- Te pasa la sección de avisos clasificados de los periódicos con los anuncios de apartamentos tipo estudio en alquiler marcados con bolígrafo.
- Cuando ve a un sujeto atractivo en una fiesta o en el centro comercial, se suelta inmediatamente de la mano.
- Se compró un body de lycra.
- En una pollera ya no te ofrece la pechuga, tu pieza favorita.
- Actualizó su perfil en Facebook y colocó “Viuda”.
- Te obsequia regalos sin ser tu fecha de cumpleaños.
- Se empeña en enseñarte cómo descongelar carne en el microondas.
- Ya no se disgusta cuando dejas levantada la tapa del retrete.
- Compró un juego de maletas sin que hayan planeado salir de viaje juntos.
- Se niega a darte su PIN.
- Empeñó su anillo de matrimonio.
- Has notado como, lenta pero consistentemente, saca su ropa del closet.
- Planificó celebrar el aniversario de la relación viendo Latin American Idol.
- La has visto inventariando los bienes de la casa.
- Actualizó su firma de la cuenta bancaria común.
- La has escuchado hablar con sus amigas por teléfono sobre el tema de la pensión alimenticia.
- No te ha vuelto a visitar a la cárcel.
- Ofrece minuciosas explicaciones de a dónde va y de dónde viene.
- Pintó la habitación de verde y tú odias el verde.
- Ya no te revisa los mensajes de texto ni las llamadas enviadas y recibidas de tu teléfono móvil.
- Esquiva los puñetazos.
- En un examen de orina se descubrió la presencia en tu organismo de pequeñas dosis de arsénico.
- Llegas a casa y te anuncia “tenemos que hablar” en presencia de su abogado.
- Te dice si no extrañas la comida de tu mamá.

martes, octubre 20

Retrato con estrella

Además de promover la triste desaparición de los fotógrafos que antes se ganaban el pan en las plazas públicas retratando a los turistas al pie de estatuas ecuestres, la incorporación de cámaras a los teléfonos móviles estimuló la costumbre de tomarse fotos en compañía de una celebridad, risueño género documental que persigue dejar constancia de que por unos segundos se compartió con Galarraga el mismo metro cuadrado, de que por un ratico (el gusto es libre) se respiró el aire cercano a Mayré.
Años atrás era tomado por embustero el admirador que no dejara testimonio gráfico de su encuentro con un famoso en la calle; si corría con suerte y llevaba una cámara a cuestas, debía cumplir con el arduo trámite de enviar el rollo a revelar e imprimir las imágenes para luego fijarlas en un álbum. Gracias a la fotografía digital ahora el álbum es portátil y hasta global para quienes quieran asomarse al perfil de Facebook o al salvapantalla de la PC donde espera el registro de la fugaz cita con un representante de la gloria.
Pero hay ocasiones cuando la inocencia nada tiene que ver con esta práctica. Personajes de módica resonancia andan BlackBerry en mano en procura de una estampa junto a un personaje descollante como vehículo de promoción curricular para así granjearse, cachete a cachete con quien bata el cobre, una notoriedad por extensión. Pocos salen ilesos del impulso de retratarse en compañía de un poderoso y son los trepadores del clic quienes en tales circunstancias posan con una entereza que deja en pañales a Gisele Bündchen. Mientras el ilustre ofrece a la cámara su más paciente sonrisa, el espontáneo adjunto le cuelga confianzudamente los brazos sobre los hombros, se instala cadera con cadera, por poco le pellizca una nalga al ilustre y si el escenario de la sesión es un jolgorio, el espontáneo adjunto agitará enérgicamente el güisqui durante la toma para dejarle claro al futuro espectador “mira con quien me caigo a palos”.
El ardid también corre en reversa y cuando declina el brillo de una estrella, una técnica de reanimación consiste en figurar junto a colegas en ascenso. Esas imágenes serán a la larga su pertenencia capital. Por cuestiones de trabajo he visitado casas de viejas celebridades donde las fotos de cuando se compartió el dogout con Aparicio o el micrófono con Manzanero cubren invariablemente los muros más visibles. Desde ese papel tapiz colosal siguen sonando los aplausos en aquellas casas de apariencia silenciosa.
Pecaría de farsante si no admito aquí haber sucumbido a la tentación de aparecer abracado a una estrella; fue sólo una vez y animado por una causa legítima: en una Polaroid puede vérseme la cara de sobrado mientras por el resto de la eternidad rodeo con mi brazo izquierdo la cintura de Fedra López durante su época de rumbera, aunque cada vez muestro menos dicha gráfica pues el observador incrédulo me detalla, detalla a Fedra, vuelve a detallarme, para concluir maliciosamente que se trata de un montaje inverosímil. Y así no vale.

martes, octubre 13

Razas en red

De todo hay en la viña de las redes sociales, desde el desbordadamente comunicativo que cada media hora actualiza su perfil con impactantes aportes del tipo “se me acaba de encajar un uñero en el dedo gordo del pie derecho”, hasta los discretos que recorren a la calladita, sin dejar huella de su paso, estos salones electrónicos. Aunque ocasionalmente un mismo individuo pueda combinar en el transcurso de una conexión varias naturalezas, presentamos en las siguientes líneas una tipología básica para que lea y descubra a cuál de estas razas virtuales pertenece usted:
- Los supersticiosos: Grupo compuesto por quienes, antes de tomar el cepillo de dientes o el primer café matutino, encienden la computadora para conocer en Facebook lo que ese día les depara el destino mediante aplicaciones tales como “La galleta de la fortuna”, “El trébol de la buena suerte”, “La bruja tabaquera”, “El secreto”, “Anita la adivina”, “El hada maravillosa”, “Mi bola mágica”, etcétera, etcétera, etcétera.
- Los Paulo Coelho: Ya sea a través de los 140 caracteres que brinda Twitter, o mediante Hi5, Orkut, Myspace, Sonico y el concurrido Facebook (en algunos casos, mediante todos ellos), quienes conforman esta categoría aspiran a hacer del mundo un lugar magnífico donde vivir gracias a la inagotable formulación de frases alentadoras, al mejor estilo de la autoayuda y el New Age. Ejem: “El placer de la existencia radica en amar a los otros como a ti mismo” o “Si lo quieres, ¡lo lograrás!”.
- Los enigmáticos: Aquellos que lanzan misteriosas sentencias que dejan en ascuas al auditorio, que se devana los sesos intentando descifrar qué quiso decir el hermético internauta. Ejem: “Ando fly”, “Noche en mi alma”, “Dios, perdóname”.
- Los levanta envidia: Asisten a animadas rumbas u organizan fines de semana en paradisiacos destinos con el único fin de anunciar la buena nueva y recibir comentarios que van desde sinceros parabienes, hasta -preferiblemente- abiertas confesiones de resentimiento. Ejem: “Preparando las maletas porque me voy para Aruba” o “¡Uhhmm! Qué rica esta parrilla”.
- Los ingenuos: Quienes integran esta casta suponen que por seguir a Britney Spears o a Ashton Tucker en Twitter, por ejemplo, estos también están al tanto de las diarias vicisitudes de sus muchos seguidores. Sí, Luis.
- Los combativos: Emplean las redes sociales como tribuna, armando zafarranchos de padre y señor mío a quien ose contrariarlos. Los espacios de controversia van desde el político, obviamente, hasta el deportivo y el religioso. Han comprobado que este medio es más seguro que poner un pie en la calle.
- Los expectantes: Sector integrado por quienes, cuando hacen un comentario en red, pasan la noche en vela refrescando la página a ver quién responde.
- Los dadivosos: Andan pendientes de quién cumple años para felicitarlo y enviarle un generoso cargamento de chocolates, flores y ositos virtuales, luego de lo cual se sienten satisfechos por su desprendida nobleza, así que no hace falta despilfarrar luego una llamada telefónica para congratular al agasajado.
- Los sensoriales: Notifican toda impresión que en ese momento registre su organismo. Ejem: “Tengo hambre”, “Tengo sueño”, “Tengo ganas de ir al baño”, “Me pica la espalda”.
- Los sigilosos: Son la versión virtual de las viejas averiguadoras. No dicen ni pío, pero permanecen asomados a estas rendijas electrónicas a ver qué hacen los otros, a dónde van, con quiénes andan, qué dicen. Manejan al dedillo la vida de sus conocidos para, al menor chance, despepitar en una crónica parte de sus conocimientos.

martes, octubre 6

Todo a 0,99

Sigo de largo frente a las vitrinas que exhiben espléndidos relojes y trajes de marca, pero apenas se me cruza en el camino un mantel echado sobre la acera por los buhoneros para exhibir su versátil mercancía, el embobamiento es instantáneo. Estos modestos bazares a la intemperie ejercen sobre mí un magnetismo ajeno a la ecuación precio/calidad (en dicho sector siempre vacila el segundo ingrediente del binomio) o a cualquier otra lógica mercantil; la fascinación responde más bien a una curiosidad por los exóticos frutos del ingenio taiwanés que me obliga siempre a reanudar el paso llevando dentro de una bolsita plástica un cubo de Rubik en miniatura o un juego de dados color magenta intenso que -lo sé desde un principio- nunca soplaré entre las manos para invocar la suerte.
Asistidos por la prosperidad, algunos comerciantes saltaron la talanquera de la economía informal para alojar en los centros comerciales el anzuelo del Todo a 0,99, sin que la naturaleza de sus artículos ni la simpatía que estos despiertan en mí sufrieran mayores cambios. Son tiendas de electrodomésticos, almacenes de lencería, locales de artículos decorativos, ferretería, juguetería y hasta boutiques de bisutería combinados en un mismo establecimiento, multidisciplinariedad que le transmite al Todo a 0,99 el encanto propio de una quincalla, ahora con música de fondo y aire acondicionado, pero igual quincalla.
No hay un departamento para envolver regalos porque aquí nadie asiste con el propósito de elogiar la finura de los productos en existencia ni ninguna señorita inoportuna con la fastidiosa cortesía del “qué se le ofrece”. El carácter utilitario de estos locales lo corrobora el ama de casa que cruza la puerta con la estricta determinación de sustituir el cuchillo de rebanar pan extraviado hace días, el caballero en la urgente búsqueda de un paraguas porque afuera el cielo está por caer. También figuran maravillas rebosantes de una originalidad que pasma, velones cirios, una representación de La Última Cena dibujada con acuarela en el reverso de una concha de caracol, lámparas de lava, un vaso de loza cuyo borde reproduce la filosa punta de un pezón, y demás desvaríos que la ley de probabilidades desbaratará entre las manos apenas se extraigan de la caja o, si se corre con suerte, a la tercera semana de uso.
Un pasatiempo accesorio en estos emporios de la baratija radica en observar qué lleva la gente, en interpretar a partir del trasto. Una doña recorre los pasillos con una cesta plástica colgada del antebrazo, parece una niña que selecciona concienzudamente los coroticos en una piñatería. Al llegar a la caja registradora libera su cargamento consistente -entre otras elecciones- en un colador de tela para café, una voluminosa orquídea elaborada en foami, un cortaúñas más un peine para espulgar piojos. Al conocer por medio de la empleada el saldo a pagar, confiesa haber sobrepasado el presupuesto y con rigor científico toma con una mano el colador y con la otra mano la orquídea que seguramente haría juego con el mobiliario de su sala; es visible la preferencia pero hay que elegir entre uno de los dos artículos y la cosa no está para derroches ni siquiera en un Todo a 0,99. Algo descorazonada, paga y sale del local.