miércoles, agosto 4

Frases pañuelo


Hay flores que uno coloca delicadamente justo en medio de una conversación, como si las conversaciones fueran floreros. “Sólo es feliz quien se quiere a sí mismo”, escuché días atrás mientras viajaba en un ascensor e inmediatamente quienes compartíamos ese mínimo espacio quedamos impregnados de una cierta fragancia anímica, aquellas palabras con las que una doña alentaba a su compañera de viaje surtieron un efecto similar a que si alguien hubiese esparcido en el ambiente el contenido de un pote de Glade místico que llevó a que más de uno de los presentes saliera de allí con el espíritu aromatizado.
Son infinitas las frases pañuelo que, como la mencionada, evidencian el poder balsámico de las palabras, esa pizca de Deepak Chopra que aflora en el transcurso de un diálogo; muchas son versiones de viejos refranes del tipo "Más allá de las nubes el cielo es azul", “El sol brilla después de la lluvia, “Al mal tiempo, buena cara” y demás despachos meteorológicos con que Hallmark levantó su imperio sobre papel glasé y elegante caligrafía dorada. Cuando la tecnología se puso al servicio de la esperanza comenzaron a llegar al buzón de nuestro correo electrónico mensajes repletos de querubines y ositos animistas en formato PowerPoint; y así como abundan los servicios en internet donde uno se afilia para recibir todos los días un chiste o una receta de cocina, hay sites destinados a iluminar el mail o el móvil de los suscriptores con estos rayitos de luz virtuales.
Pero ¡pilas!, que hay que saber adecuarlas a la ocasión pues tales hormas del consuelo no entran en los pies de todas las desgracias ¿O es que acaso a un feo lo reconforta de alguna manera que le indiquen “Amanecerá y veremos”? ¿Un despechado recupera la ilusión o termina de hundirse en el desasosiego cuando un bienintencionado le asegura “Jamás le importaste”? Y un cuarentón ha de derrochar mucho optimismo para tragarse ese aliciente de reciente cuño según el cual “los 40 son los nuevos 30”. También una excesiva dosis de arco iris resulta contraproducente. Recuerdo que hace tiempo un conocido atravesaba una terrible tragedia, de esas que comprenden cirios y abundantes raciones de café servido en vasitos “Selva”, cuando un recién llegado emergió de entre los crisantemos para garantizarle con sumo convencimiento: “No hay mal que por bien no venga”. ¡Señores, hay situaciones en que es mejor quedarse con el pico cerrado!
Aunque las frases pañuelo no sólo aparecen durante una conversación sino que muchas veces nos las decimos a nosotros mismos para secarnos con palabras los ojos, auto dirigirnos una palmadita en la espalda y salir de la postración, como ahora, cuando no se me ocurre ninguna idea relevante para concluir este texto.
Pero no me angustio. Mañana será otro día.


Ilustración: Irene Pizzolante
irenepizzolante@gmail.com
http://irenepizzolante.com/home.html

1 comentario:

Anónimo dijo...

Tranquilo, Cástor. No hay mal que dure 100 años. Nadie es profeta en su propia tierra. Además, los últimos serán los primeros. Y por si eso fuera poco, todo lo que va, vuelve.