martes, febrero 22

La poesía paga


Hace mucho que pasó de moda la imagen del poeta condenado a vivir en la miseria, entre harapos y pasando el hambre hereje: gracias a la proliferación de ocupaciones vinculadas con el verbo siempre generoso, hoy todo bardo consigue no sólo pagar el alquiler y surtir la despensa, sino hasta suculentas ganancias a partir de la explotación de su arte lírico. Así que si te persiguen las metáforas y las anáforas y las epíforas con igual insistencia que los acreedores, prueba con alguna de las siguientes iniciativas para salir del ladre a cambio de uno que otro golpe propinado, eso sí, al estómago de la palabra:

Promociones de telenovelas
Todo vate seducido por los elementos de la naturaleza hallará en las promociones de las telenovelas suelo fértil donde explayar su destreza pastoril: torbellinos, cascadas, tempestades, ventiscas o cualquier otro drástico fenómeno atmosférico abundan en este género que solo requiere de sus autores un marcado estilo silvestre. Ejemplos (léanse con voz de Winston Vallenilla padre):“Un manantial de amor que desbordará las emociones” o “Su pasión desatará un torbellino de odio y venganza incontenibles” son climatológicas alternativas.

Tuitero idílico
Los jóvenes poetas (y hasta algunos pasaditos en años pero sin obra publicada) depositan en la red social Twitter la esperanza de ser descubiertos por críticos y agentes literarios. El primer paso es hacerse seguir por personalidades influyentes para, acto seguido, iniciar la sostenida e inspirada ráfaga de tuits destinados a estremecer la sensibilidad de la audiencia. Mensajes del tipo “Noche oscura, ave rapaz que me rasguña el alma” o “La torva cae tras mis párpados insomnes” labrarán la consagración a punta de 140 caracteres.

Sucesor de Arjona
Ya el trovador guatemalteco va para el medio cupón, lo que abre un nicho para la nueva camada de cantautores ¿Requisitos? Fácil. Con matricularse al gym más constantes sesiones en la máquina bronceadora, tendrás medio camino recorrido, que la poesía (“Quién diría que el mink y la mezclilla/podrían fundirse un día / Quién diría tú caviar y yo tortilla/Quién diría/Parece que el amor no entiende de plusvalías”)ya tú ves.

Gala del Miss Venezuela
No es territorio de aficionados. Se amerita de mucho ingenio para convertir los atuendos exhibidos durante el desfile en traje de gala, en joyas andantes del bello decir o -como acertadamente definiera Boris Izaguirre- “literatura de la moda”. Para ilustrar tan insinuante género basta una muestra que deja en pañales la pericia alegórica de Neruda: “Inspirada en las Aves del Paraíso cuando la luz triza su esplendor sobre el rocío mañanero, Miss Apure recrea en destellante cantú metalizado a los unicornios que, multiformes, deambulan frente al prodigio de la aurora boreal”.

Alto funcionario público
Mientras bajan las musas y, con ellas, la esquiva posteridad literaria, bien puedes desempeñarte al frente de la gobernación de tu estado natal, de la Vicepresidencia de la República, como parlamentario, embajador, Fiscal General de la República Bolivariana de Venezuela, o aspirante al Tribunal Supremo de Justicia, al que se le empaña el ojo, y no es adulación ni es maña, con "un sentir muy bonito".


Ilustración: Irene Pizzolante
irenepizzolante@gmail.com
http://irenepizzolante.co

martes, febrero 15

Mi debut en la autoayuda


Descorazonados caballeros y damas melancólicas, hoy decidí imprimirle un tono edificante a la presente sección con el propósito de brindar sosiego a todos aquellos que andan sin guía por el mundo, atribulados, carentes de un faro espiritual que los ilumine en medio de la encrespada marea de la existencia; así que oído al tambor que en las líneas que siguen revelaré el secreto de la felicidad y los pasos para alcanzarla, la fórmula para que tomes las riendas de tu destino y consigas absolutamente todo lo que te propongas, desde caminar sobre las aguas hasta acertarle al Triple Gordo.
Quizá el hecho que seas un miserable perdedor se deba a que te dejas arrasar por el oleaje de las emociones, pero.... ¿cómo saber si ese es tu caso? Muy fácil ¿Quedas sumido en la oscuridad cada vez que se va la luz? ¿Te carcomen los celos si descubres a tu pareja con uno o varios amantes en tu propia cama? ¿Te invade la ira si tienes un terrenito y te lo expropian? ¿Eres de los que pierden el buen humor en medio de un secuestro express? Si respondiste afirmativamente alguna de las interrogantes, estas palabras son para ti.
La primera tarea para transmutarte en el constructor de tu futuro consiste en revisar tu yo interno, sin olvidar que todo depende del cristal con que se mire y, fundamentalmente, que no hay mal que por bien no venga. Y es que la felicidad es una semillita a la que hay que sembrar y abonar y regar cada día para que germine en medio de la noche y crezca como un roble colmado de hadas y duendes, cosa que me recuerda la fábula del periquito que no podía hablar. Y no podía hablar debido a que mantenía la autoestima por el piso, pero cierta vez meneó su alma para sacudirse de encima los pensamientos negativos y desde entonces diserta con tal fluidez que hoy hasta conduce su propio talk show en Animal Planet. Como la semillita y el periquito, en tus manos reposa el poder del ahora que te convertirá en un ¡GANADOR!
Claro que sacar a relucir al héroe que vive en ti amerita ¡ACTUAR! El arco iris no toca a la puerta ¡Eres tú quien debe salir a buscarlo tras la tempestad! Por ello y en primera instancia, elabora una lista de aquellas metas que deseas cumplir. Si, por ejemplo, eres de baja estatura, repite cada mañana frente al espejo: “Yo soy alto”. Y, como es de esperarse, a los pocos días comenzarás a ganar centímetros de manera pasmosa; o si tu pareja te cae a palos cada vez que llega a casa vuelto leña, escribe todas las noches en un papelito naranja “Yo me quiero”, y al cabo de media resma notarás cómo mejora tu relación de pareja y ese bichito maltratador se convierte en un bendito.
Eso sí, para conseguir todo esto que te digo, graba en tu memoria la siguiente certeza: saber que se puede, querer que se pueda, quitarse los miedos, sacarlos afuera, pintarse la cara color esperanza ¡tentar al futuro con el corazón! Y si luego de poner en práctica estas sabias lecciones sigues siendo un miserable perdedor, te sugiero invertir una módica suma para asegurarte un asiento en mi próxima conferencia, “21 claves para sonreír eternamente”, o adquirir mi libro “La culpa es del queso”, cuya edición de lujo viene acompañada de una semillita y abundantes imágenes para colorear.

Ilustración: Irene Pizzolante
irenepizzolante@gmail.com
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jueves, febrero 10

La firma


Google me arroja entre sus resultados de búsqueda una página donde aparecen firmas de personalidades históricas, lo que de inmediato me activa el gen de la ociosidad y cual aprendiz de grafólogo procuro entender qué revelan de sus autores estas arañas salidas de los dedos, el sinuoso camino de hormigas que fue la firma de Picasso, la de Pelé cuyas P y l parecieran divertirse maniobrando un balón, esa especie de agitado electrocardiograma de líneas oblicuas que fue el sello manuscrito del Padre de la Patria, o la oscura pendiente hacia donde se precipitan las últimas letras del apellido Hitler… intriga, en definitiva, como la caligrafía desemboca en fines tan opuestos como suscribir una obra artística o desatar catástrofes con el gesto de quien libera un pájaro terrible del interior de una pluma fuente.
De pequeños fuimos ingenuos pensando que la nuestra acarrearía frutos colosales y, tras saber que pronto cumpliríamos con el requisito de sacarnos la cédula de identidad, pasamos tardes enteras ensayando sobre un cuaderno diversas tentativas hasta que la mano encontrara su ritmo íntimo e intransferible, la marcha con que de ahí en adelante los dedos sellarían nuestro destino. No hay duda de que la primera firma garrapateada en alguna gris dependencia de la Onidex, fue nuestra renuncia a la infancia, el equivalente jurídico a la pérdida de la virginidad.
Cada rúbrica es un golpe de timón, lo que lleva a considerar el peso ejercido en nuestras vidas por ese karma que, en ocasiones con excesivo candor, trazamos al pie de los documentos cruciales, ya sea para acordar el contrato que nos garantizará el pan, emitir el cheque que silenciará algún chantaje, anunciarnos como el remitente de melosas cartas de amor o resolver un adiós definitivo… En fin, esa cicatriz que deja nuestro paso por notarías públicas y entidades bancarias interpreta en un mismo tiempo los roles de llave y cerradura y hasta fija el curso que tomarán nuestros bienes cuando ya no estemos. La dejamos esparcida por ahí como el cuento de las migajas de pan. Quien tenga el cuidado de seguirla, sabrá siempre dónde encontrarnos.
A través de la tinta que humedece el papel se filtran residuos de nuestra sustancia y cada quien almacena un inventario de firmas que lo define, libera y condena. Yo me arrepiento de unas que, durante mi adolescencia y con la seguridad de que luego se convertirían en autógrafos, estampé bajo las letras de unas canciones bochornosas y, ya mayorcito, de otra con la que emití un cheque destinado a la compra de un retroproyector hecho de cartones; aunque admito que las firmas pospuestas son las mayormente lamentables, aquellas abandonadas en el interior de las tarjetas navideñas que cada año olvido cursar, o esas muchas otras atascadas en una esquina de los agradecimientos y las disculpas que jamás envié.

Ilustración: Irene Pizzolante
irenepizzolante@gmail.com
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martes, febrero 1

Romances de oficina


En ocasiones el 14 de Febrero se traspapela con el 1 de Mayo y -según The Wall Street Journal- casi la mitad de los empleados ha mantenido un romance con una compañera de labores, circunstancia que para mí resultó tremendamente afortunada (hace casi 20 años quedé prendado de la morena de ojos verdes que cada mañana llegaba al escritorio situado frente al mío) y que depara beneficios tales como compartir la vianda a la hora del almuerzo o costear las visitas a la heladería con los cestatickets percibidos por ambos. Trabajar es muchas veces un fastidio, por lo que incentiva sazonar la jornada con una pausa de besos clandestinos en el salón de la fotocopiadora.
El coqueteo laboral se inicia ofreciéndose a abastecer con frecuencia y galanura la engrapadora para, a medida que avanza el idilio, generar en torno un animado clima organizacional donde el resto de la nómina goza un puyero compartiendo junto a la mesita del café sus meticulosas observaciones (“¿viste que esos dos tortolitos vinieron hoy con la misma ropa de ayer?”). Y como toda historia de amor que se precie, los romances de oficina también afrontan adversidades: aunque recientes estudios apunten que este género de relación cruzada incrementa la productividad en las empresas, los departamentos de Recursos Humanos todavía la miran con malos ojos pues, ciertamente, los compañeros de trabajo y a la vez de cama tienen día y noche para hablar mal del jefe.
Sigmund Freud sostuvo que lo que define a un hombre sano es su capacidad de amar y de trabajar, pero cuando ambos dominios se superponen sin la debida cautela afloran no pocos percances como que las invitaciones a cenar se concretan casi siempre en el cafetín, se invierte una pequeña fortuna en emperifollarse cada día para ir a trabajar como si se tratase de una cita, cuando se aspire a salir de farra con los compinches queda al desnudo el viejo pretexto de “hoy no nos vemos porque tengo mucho trabajo”, y si ella o él no son precisamente unos colosos entre las sábanas, hasta la ascensorista se entera. Con tales rasgos, no es difícil imaginar una plática entre amantes/compañeros de trabajo en pleno amorío a la hora del burro:
- Espera un momento -dice ella entrecortando una caricia-… ¿le enviaste el memo a Martínez?
- Por supuesto, chinchetica de mi alma; ya tramité eso con la recepcionista.
- A la que, por cierto, te mantienes escaneando. No creas que no he visto cómo le llevas tóner y Post-it a cada momento.
- La pobre anda salario mínimo porque estropeó la cafetera.
- ¿Y acaso tú eres del departamento técnico?
- Y tú qué criticas, o crees que se me olvidó aquel par de horas que te perdiste con el gerente durante el juego del amigo secreto…
- Claro, si ahora no me sacas ni para la reunión del sindicato.
- Te juro entonces que esta noche nos vamos solos tú yo a donde los chinos, pero ahora jubila los celos y abóname un besito extra.
- Solo si prometes no seguir conferenciando con la recepcionista, esa calculadora.
- No lo dudes, mi caja chica. Y recuerda siempre que tú eres la única tesorera de mi corazón.

Ilustración: Irene Pizzolante
irenepizzolante@gmail.com
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