jueves, febrero 10

La firma


Google me arroja entre sus resultados de búsqueda una página donde aparecen firmas de personalidades históricas, lo que de inmediato me activa el gen de la ociosidad y cual aprendiz de grafólogo procuro entender qué revelan de sus autores estas arañas salidas de los dedos, el sinuoso camino de hormigas que fue la firma de Picasso, la de Pelé cuyas P y l parecieran divertirse maniobrando un balón, esa especie de agitado electrocardiograma de líneas oblicuas que fue el sello manuscrito del Padre de la Patria, o la oscura pendiente hacia donde se precipitan las últimas letras del apellido Hitler… intriga, en definitiva, como la caligrafía desemboca en fines tan opuestos como suscribir una obra artística o desatar catástrofes con el gesto de quien libera un pájaro terrible del interior de una pluma fuente.
De pequeños fuimos ingenuos pensando que la nuestra acarrearía frutos colosales y, tras saber que pronto cumpliríamos con el requisito de sacarnos la cédula de identidad, pasamos tardes enteras ensayando sobre un cuaderno diversas tentativas hasta que la mano encontrara su ritmo íntimo e intransferible, la marcha con que de ahí en adelante los dedos sellarían nuestro destino. No hay duda de que la primera firma garrapateada en alguna gris dependencia de la Onidex, fue nuestra renuncia a la infancia, el equivalente jurídico a la pérdida de la virginidad.
Cada rúbrica es un golpe de timón, lo que lleva a considerar el peso ejercido en nuestras vidas por ese karma que, en ocasiones con excesivo candor, trazamos al pie de los documentos cruciales, ya sea para acordar el contrato que nos garantizará el pan, emitir el cheque que silenciará algún chantaje, anunciarnos como el remitente de melosas cartas de amor o resolver un adiós definitivo… En fin, esa cicatriz que deja nuestro paso por notarías públicas y entidades bancarias interpreta en un mismo tiempo los roles de llave y cerradura y hasta fija el curso que tomarán nuestros bienes cuando ya no estemos. La dejamos esparcida por ahí como el cuento de las migajas de pan. Quien tenga el cuidado de seguirla, sabrá siempre dónde encontrarnos.
A través de la tinta que humedece el papel se filtran residuos de nuestra sustancia y cada quien almacena un inventario de firmas que lo define, libera y condena. Yo me arrepiento de unas que, durante mi adolescencia y con la seguridad de que luego se convertirían en autógrafos, estampé bajo las letras de unas canciones bochornosas y, ya mayorcito, de otra con la que emití un cheque destinado a la compra de un retroproyector hecho de cartones; aunque admito que las firmas pospuestas son las mayormente lamentables, aquellas abandonadas en el interior de las tarjetas navideñas que cada año olvido cursar, o esas muchas otras atascadas en una esquina de los agradecimientos y las disculpas que jamás envié.

Ilustración: Irene Pizzolante
irenepizzolante@gmail.com
http://irenepizzolante.com

1 comentario:

Yudith Valles de Perez dijo...

Feliz dia del Amor y la Amistad! Que toda la energia de este dia nos envuelva de optimismo, buenos deseos y muchisimo amor! Besos!