martes, julio 12

Foto tipo carnet


Mucho chip y firma digitalizada pero nada que pierde vigencia ese clásico de la identificación que es la foto tipo carnet, delgada punta de la que se sostienen los fotoestudios tras el auge de las cámaras digitales, y cuyo destino es ser la hija mecanógrafa de la fotografía. Su carácter utilitario le arrebata toda aspiración estética, nos guillotina y saca de contexto, tampoco pretende articular un sentimiento ni servir de insumo para la nostalgia futura pues en esa superficie 4,5 x 3,5 somos apenas un requisito más a sujetar con un clip o goma de barrita en los documentos cruciales.
Nos estrenamos en el formato con la instantánea tomada para la ficha del colegio, debut que inicia nuestro largo y accidentado viaje por entre folios y carpetas manila sin sospechar luego que el flash que estalla para la foto de la cédula de identidad nos saca irremediablemente de la infancia. En ella el fotógrafo no te pide que sonrías ni intervienen los arreglos del Photoshop (los rostros que en esta o cualquiera otra categoría de retrato son sometidos al Photoshop, adquieren durante el transcurso de la manipulación esa tersa calidad de muñeco de cera a la que nos tiene acostumbrados Ricardo Montaner en las tapas de sus discos desde finales de los noventa hasta hoy); aunque hay ciertas medidas a considerar para, no lucir bien, eso es imposible, pero sí atenuar la expresión de apendejeado con que uno siempre sale en la foto tipo carnet.
Un evento trascendental es tomarse la foto que acompañará el currículum vitae; sobrarán talentos y excelentes calificaciones pero sin una adecuada foto en el currículum, la carrera más prometedora podría irse al fondo de la gaveta de un escritorio. Para evitar eso, el modelo toma ciertas precauciones (ellos, actitud marcial y corbata no muy estridente; ellas, moño prieto más collar de perlas sacado del cofre de la abuela), aunque el truco está en lo que se piensa a la hora de posar; como si en ese momento miraras a los ojos de tu futuro empleador, fantasea ya con la pensión de vejez y demás beneficios contractuales, procura un aire de aplomo pero nunca desafiante puesto que los seleccionadores del Departamento de Recursos Humanos poseen un talento natural para construir el perfil psicológico con solo echarle un vistazo a la foto del currículum: mucha risita, rochelero; demasiada severidad, un potencial sindicalista.
Entre sus variantes están esa que toma el cajero del banco y donde seguramente salimos con cara de preso, y la de perfil si caemos presos; aunque la Ley de Parson indique que nadie es tan feo como en la foto del pasaporte, de un tiempo a acá las máquinas de tickets de los estacionamiento entregan, como quien saca la lengua desde el interior de un buzón, una captura muy desafortunada que en lo particular afronto tensando el bíceps al momento de sacar el brazo por la ventanilla y hacer el clic. Para ser justo he de decir que el género se reivindica cuando la foto tipo carnet del ser amado es llevada con celo en un compartimiento de la cartera o dentro del relicario que cuelga del cuello de una madre triste; al otro extremo de sus usos, nada más sospechoso que cuando se le utiliza de avatar en las redes sociales. Huye de estas personas, tenles miedo, son del tipo de gente que almidona sus camisas y duerme en pijamas, muy aburridas o tan apropiadas porque algo quieren venderte.

Ilustración: Irene Pizzolante
irenepizzolante@gmail.com
http://irenepizzolante.com

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