jueves, julio 7

Visa espacial


Srs. alienígenas
Presente.-

Me dirijo a ustedes a través de la presente correspondencia con el propósito de exponer los motivos que me han llevado a tomar la difícil decisión de abandonar mi querido planeta Tierra y -porque en algún sitio tengo que vivir- solicitarles me sea concedida la visa de residente en su hermoso y lejano mundo. Son muchas las razones que me obligan a asumir dicha determinación, entre las cuales destacan el horno microondas en que está a punto de convertirse mi actual casa debido al calentamiento global; las sacudidas de las placas tectónicas responsables de los cada vez más continuos terremotos y tsunamis, un muy probable y devastador choque de asteroide y, primordialmente, el cada día más insoportable comportamiento de mis compañeros de la raza humana, circunstancias estas que llevan a que hoy el cuerpo celeste donde nací esté en lo que en la jerga terrícola denominamos “en pico´e zamuro”.
Tras examinar los millones y millones de alternativas existentes en el Universo conocido, he seleccionado su magnífico planeta debido a las propiedades climatológicas del mismo y que tanto se asemejan a las de mi orbe natal: ni tan inhóspito como Mercurio, donde hace un calor del demonio, ni tan helado como Neptuno, cuyas nieves absolutas no ofrecen las mejores condiciones ambientales para mi disnea, según me aclara mi médico de cabecera (¡ah!, también he sabido que en su Edén los canales de televisión por cable rara vez retransmiten La guerra de los sexos).
De seguro se preguntarán, señores alienígenas, en qué podría beneficiarles mi establecimiento acullá, por lo que paso a subrayar determinadas competencias que serían de gran provecho para su boyante civilización: soy un lince sacándoles brillo a las empuñaduras de los sables de luz, preparo un chili bastante parecido al de Wendy´s - ¡su platillo favorito! - y, gracias a mis vastos conocimientos de las películas de Spielberg y de la serie X files, no tendría problema alguno en ponerlos al tanto de las debilidades del Pentágono si en un futuro se animan a invadir; asimismo y de ser aceptada mi solicitud, concentraría mis esfuerzos en renunciar a las feas costumbres que por siglos ha ejercido mi especie, comprometiéndome a no chalequear a mis nuevos prójimos ni a lanzar botellas ni papelitos desde las ventanillas de sus naves espaciales.
Sé que extrañaré la Luna, bañarme en el mar, a Chiquinquirá Delgado y, sobre todo, las arepas con ensalada de gallina (¿allá donde ustedes viven se consigue Harina PAN? ¿Hay gallinas?), pero la situación aquí es inaguantable y como muchos amigos y familiares que procuran reconstruir su hogar lejos del país donde nacieron, no permitiré que la nostalgia ni el cerco de la soledad empañen mis sueños de un mundo mejor. Adjunto a esta correspondencia, pasaporte vigente, los certificados con las vacunas reglamentarias más una carta de recomendación de Don Francisco, animador muy apreciado entre los selenitas; tras lo cual me despido y permanezco a la espera de que la presente solicitud sea atendida de manera positiva antes del 2012 que -según el calendario maya y uno que otro profeta sombrío- no trae nada bueno.

Ilustración: Irene Pizzolante
irenepizzolante@gmail.com
http://irenepizzolante.com

5 comentarios:

Vanessa Casanova dijo...

¿Y respondieron...? *lagrimita*

Cástor E. Carmona dijo...

Me rebotaron la solicitud por las dudas que despertó la carta de recomendaciòn de Don Francisco. Pero insistiré.

Anónimo dijo...

yo fui... y volví! los alienígenas son unos comisarios grises y la comida sabe a aserrín. además, hacen el amor tocándose el hombro con cara de yonofui.

Cástor E. Carmona dijo...

Aclárame algo, Anónimo ¿Por allá... viste o no viste gallinas?

Anónimo dijo...

ninguna! y me miraban con mucha sorpresa! sobre todo cuando largaba el huevo.