viernes, diciembre 16

En defensa de Diosa Canales

No quedan rastros de la tabla de dividir ni noción alguna de geometría, pero mi memoria almacena con pulcritud las apariciones de Iris Chacón en la tele de los sábados de mi infancia, cuando en ciertas noches “La bomba de Puerto Rico” aparecía a medio cubrir con un bikini de lentejuelas e interpretando aquella calórica estrofa según la cual “Si tu boquita fueeera… de mayonesa / Si tu boquita fueeera… de mayonesa / yo me la pasaría / besa que besa” y que desde las primeras líneas avivaba en casa un tumulto de maridos y cuñados embobados frente a la pantalla mientras tías y primas proferían abominaciones contra la vedette del vasto lunar sobre el párpado derecho.
Chacón, junto a la Tongolele -la del fantasmal rizo blanco en medio de la cabellera-, fue descendiente directa de la legendaria Joséphine Baker -la de la falda de plátanos-, y pionera tardía, latina y salerosa del vodevil y el burlesque; luego vendrían, con desenfrenos variables, Charityn Goyco, Rafaela Carrá, Susana Giménez, Silvina Luna, Mónica Farro, Belen Francese, mientras que en los ochenta la hoy primera actriz Fedra López estremeció al país agitando sus curvas en compañía de Juan Carlos y su Rumba Flamenca. A esa antigua orden de legionarias de la piel se incorporó recientemente la controversial Diosa Canales, de quien hablar pestes se ha convertido en una especie de deporte nacional.
La diva nacida en El Tigre le ha sacado el jugo, literalmente, a la máxima que reza “si la vida te da limones, haz limonada” (sabio principio cultivado por todos en su respectiva materia, si a ver vamos); lo curioso es la actitud de cierta crítica que pide que Diosa baje del escenario para irse a calcular la fórmula de la fusión fría o a escribir la novela americana del siglo. Es una vedette, damas y caballeros, y el fin primordial de una vedette es mover el rabo pasmosamente.
El sistema hipotético-deductivo arroja luces sobre las trampas de agarrarla contra Diosa Canales: partiendo de la generalizada pero no demostrada premisa según la cual “La gente inteligente habla mal de Diosa Canales”, se salta al segundo postulado: “Yo hablo mal de Diosa Canales”; en consecuencia: “¡Yo soy inteligente!”. Dicha lógica sufre sutiles variantes utilizadas por los vivarachos para sembrar alucinaciones en la mente de las mozas cuando éstas escuchan en una fiesta o leen en Twitter que sus parejas atacan a la diva: “Los hombres decentes hablan mal de Diosa Canales”, supone la ingenua damisela, así que si “mi marido/novio/pretendiente habla mal de Diosa Canales”, ergo: es una certeza casi matemática que “mi marido/novio/pretendiente es un hombre decente”. Sí, Luis.
Nadie duda que tras empotrar el tubo del striptease en la sala del PC, la Canales sobrepasó los límites de la vedette tradicional, así como que sus formas y modo de conducirse materializan en el imaginario femenino a la sátira que podría adueñarse, al menos entre las sábanas de la fantasía, del deseo del hombre en casa; lo que sorprende es el encono de algunos señores pues no imagino a esos mismos señores en la soledad de su habitación, atentos al famoso twitcam y -apenas Diosa se empelota o canturrea, como la Chacón de mi infancia, “…yo me la pasaría/ besa que besa”- tapándose con grima ojos y oídos para no presenciar semejante bochorno.

Si así pasara, señoras, ahí sí tendrían de qué preocuparse.

martes, diciembre 13

De PIN a Twitter

Descubro el agua tibia al afirmar que la gente no es la misma por Twitter que por PIN. Cuando se visita un restaurante de lujo, por ejemplo, de inmediato los dedos saltan al teclado del teléfono móvil para presumir del boato en la red social del pajarito: “Fabuloso el restaurante X, una exquisitez para los sentidos ¡No dejen de venir!”; pero si nos detenemos en un puesto callejero para saciar el hambre con un mugrosito, ¡ni locos! vamos a rayarnos publicando en Twitter tamaña ordinariez, por lo que la falta de garbo queda relegada al PIN, que, por su carácter íntimo, emana mayor franqueza.
El mismo teclado nos conduce a esferas diferentes, la pública y la privada, convirtiendo a muchos usuarios en una especie de bicho de dos cabezas que no solo se limita a seleccionar los mensajes convenientes para uno u otro medio, sino también a caer en la contradicción de decir una cosa en casa (PIN) y otra muy diferente en la calle (Twitter): en la primera soltamos verdades brutales, mientras en la segunda nos esmeramos en esculpir la imagen que anhelamos proyectar, mantener el buen gusto, ser políticamente correctos y moralmente aceptables, es decir, meter la coba o, a lo sumo, arropar la sinceridad con los velos de los eufemismos y las indirectas.
La doble moral ahora levanta tienda en los medios electrónicos, pero es imposible mantener las apariencias por largo rato y llega el instante en que el bicho de dos cabezas termina mostrando los pies; para facilitar la tarea de reconocimiento, traigo en líneas sucesivas algunos ejemplos con los que muchos bicéfalos se pasean en paños menores por PIN mientras corren a ponerse su mejor traje cuando toca figurar en Twitter:
- Un poeta se frota las lagañas mientras escribe un verso de amor. PIN: “Me saco las lagañas”. Twitter: “Escribo un verso de amor”.
- Es asesinado el dictador de un país lejano. PIN: “¡Qué bueno que mataron a ese desgraciado! Desde hace mucho merecía arder en las llamas del infierno y no solo él sino también toditica su familia”. Twitter: “La muerte de todo ser humano es sagrada y merece respeto y consideración”. - Vamos al cine a ver Destino Final y entre los tráileres proyectan un adelanto de la más reciente película de Woody Allen. PIN: “Ahora el bululú es en un puente colgante”. Twitter: “No se pierdan Medianoche en París, del acrisolado Woody Allen #Imperdible”.
- Asistimos a la vinatería. PIN: “Tomé unos tragos y quedé mamando”. Twitter: “Estupendo el Château Petrus, con su mezcla untuosa al paladar y de un equilibrio superior al de cualquier Burdeos”.
- Sintonizamos Jersey Shore. PIN: “Marica, Snooky le ha vuelto a caer a trompadas a The situation”. Twitter: Silencio.
- Se le ofrece a la pareja una oferta romántica. PIN: “Cuqui, espérame despierta que esta noche te pongo como tarita de museo”. Twitter: “Que es amor dulce materia/para no sentir las horas/que por los amantes vuelan. Lope de Vega”.
- Respuesta de la pareja a la oferta romántica. PIN: “¡Aquí te espero, mi negro!”. Twitter: “¡Maravilloso el legado del afrodescendiente!”.

Ilustración: Irene Pizzolante irenepizzolante@gmail.com http://irenepizzolante.com

Los monólogos de la vecina

Disculpe, vecino, que venga a molestarlo a esta hora; acudo a su amabilidad para ver si me regala un poquito de aceite de comer pues el que me quedaba se me acabó anoche y ya usted sabe lo difícil que está conseguirlo, pero en cuanto encuentre se lo devuelvo con creces. Es para aderezar una ensaladita, nada de frituras que, además de ser malísimas para los triglicéridos, dejan un terrible olor en el ambiente, como sin duda usted ha podido notar de otros apartamentos, donde fríen chuletas y pescado a cualquier hora del día y de la noche y los pasillos se ponen que no se aguantan de la hediondez, principalmente la vecina del piso de arriba, la de las mechitas, sí, esa, la que saca a pasear al perro a las áreas comunes y es ¡incapaz! de recoger las porquerías que deja esa bestia por ahí. Algunos inquilinos insisten en envenenarlo o hasta llevárselo por delante con las ruedas del carro, pero yo me he opuesto vehementemente a que le hagan tamaña crueldad a ese pobre animalito que no tiene la culpa, la culpa es de la dueña, esa sí merece arder en las llamas del infierno por desconsiderada. De paso le digo que la fulana lleva meses sin pagar el condominio aunque, eso sí, se compró hace poco un carro último modelo y viaja todos los meses al exterior, sabrá Dios en qué cosas anda, tan diferente a la muchacha del 5-C, esa sí que se mantiene al día con las cuentas, muy amable ella, a mí me saluda con mucho cariño y me ataja el ascensor cuando una está por montarse. Su único defecto es que es una depravada, siempre llega a altas horas de la noche con un tipo diferente y se le escucha rocheleando hasta el amanecer mientras el resto de los vecinos tiene que levantarse a primera hora de la mañana para ir a trabajar entre tanto ella sigue con la música a todo volumen y yo, que sufro de los nervios, me he negado a decir ni pío y mucho menos a dejar furibundos mensajes anónimos bajo las puertas de los otros apartamentos, usted sabe que no soy ese tipo de persona, pero una tiene un límite. A mi hija, la menorcita, no la de la cicatriz en la cara, el otro día le quiso buscar conversación, pero yo le prohibí terminantemente a mi muchacha que hiciera amistad con esa perdida, una tiene que velar por el bienestar de sus hijos y más las mías que son tan inocentes en las cosas de este mundo ¡Igualitas a su madre! Mi marido coincide conmigo en que la tipa es una desvergonzada, varias veces ha ido a reclamarle que le baje volumen al aparato y eso está horas y horas convenciéndola hasta que por fin ella desiste, pero el regaño solo le dura unos días y al otro fin de semana él tiene que regresar a ponerla de nuevo en cintura; pero ya verá, vecino, cuando gane las venideras elecciones de la junta de condominio ¡Rodarán cabezas! Comenzando con la guachafita de esa malviviente, como suelen llamarla en el edificio o al menos eso me han dicho las malas lenguas que aquí abundan pues yo sería incapaz de andar pendiente de la vida ajena y mucho menos no cerrar ni un ojo en toda la noche por permanecer asomada a la puerta y con las luces apagadas, como se dice, a contraluz, vigilando qué pasa en los alrededores, cada quien a lo suyo, como usted, vecino, que es todo un ejemplo para la comunidad, ni se siente ni nada… ¿Y por qué tanto silencio? ¿No me venga a decir que es un asesino en serie o algo así? Siempre tan misterioso. Y con lo interesantes que son los hombres misteriosos… Ahora me despido para irme a preparar la cena ¡Ah!, y no se me preocupe por el aceite de comer, vecino, déjelo así.

Ilustración: Irene Pizzolante irenepizzolante@gmail.com http://irenepizzolante.com