lunes, febrero 13

Compartir el carro


- Disculpen la tardanza, es que anoche me eché unos palos y amanecí fatal -se excusa, tras cinco minutos de demora, quien hoy ocupa el asiento de copiloto luego de que la junta de condominio animara a los vecinos que participan de horarios y destinos similares, a compartir el automóvil durante la ida y el regreso al trabajo con el fin de ahorrar gasolina y reducir el embotellamiento vehicular; pero tan magnífica medida, no hay duda, también depara reveses insospechados…
- Aquí traigo una musiquita para amenizar el trayecto -anuncia copiloto, sacando de su maletín el más reciente CD de Lady Gaga.
- ¡Qué alienante esa música, camarada! -precisa el vecino instalado en el extremo izquierdo del asiento posterior-. Propongo colectivizar el asunto eligiendo entre todos un género musical por día. Los lunes, por ejemplo, cumbia y mapalé; los martes, Nueva Trova…
- ¡Yo podría grabar las diferentes categorías en las carpetas del iPod! -se ofrece asiento posterior extremo derecho.
- ¿iPod? ¡Ese es un dispositivo perverso utilizado por el capitalismo para enajenarnos y...! -se desboca extensamente asiento posterior extremo izquierdo.
- Por cierto… ¿no oyeron el atajaperros de anoche donde la parejita del 5-A? -interviene copiloto, revelando con su participación que enterarse a primera hora de las intimidades del vecindario es el atractivo dominante (además de combatir el calentamiento global, por supuesto) que entraña compartir el carro. Dirijo los dedos al bolsillo para tomar un cigarro y saborear el cuento como mejor se le saborea, pero de inmediato asiento posterior extremo derecho emprende un escándalo de tosidos mientras, según distingo por el espejo retrovisor, me mira fijamente la nuca. No tarda en sobrevenir la inaplazable reflexión:
- Vecino… ¿sabía que fumar da cáncer? Y no solo eso: el Señor condena los vicios.
- Tendremos que buscarnos un letrero de “Ambiente 100% libre de humo” -bromea copiloto y desisto de encender el cigarrillo pues, aunque voy en mi auto y me ampara el derecho, sobre mí se precipitará la venganza el día que me toque ir de pasajero en alguno de sus vehículos, menos en el de copiloto, que no tiene carro y acostumbra irse en camionetica a la oficina… Ahora que lo pienso, fue él quien expuso ante el vecindario la idea de “compartir” el automóvil y el que, además de figurar como el más exigente del grupo (“¿Por qué no te pasas por una panadería para comprarnos unos cachitos?”), gusta dirigir desde su asiento la conducción del vehículo: “Compadre, bájele un pelín al aire acondicionado… ¿Desde cuándo no le hace el motor al carro?… Por aquel atajo no hay cola”.
Asiento posterior extremo izquierdo, que es corredor de seguros, procura colocar unas pólizas entre los pasajeros hasta que asiento posterior extremo derecho rompe el silencio en el que ha estado sumergido durante casi todo el camino, estallando como un dique dinamitado: “Sospecho que mi mujer me va a abandonar”, confesión que impone en el grupo la tarea de pañito de lágrimas mientras yo no veo la hora de solazarme en el postergado privilegio de desatar la tormenta de truenos y relámpagos que me acontece cada vez que ceno brócoli. Ecológicamente, cada quien llega su destino.
- ¡Hasta el atardecer y sus fulgores, compatriotas! -se despide asiento posterior extremo izquierdo.
- Véngase temprano que hoy juega el Barça -me advierte copiloto.
- Queda con el Señor -reconforta asiento posterior extremo derecho.
Todo sea por el planeta.

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