miércoles, febrero 8

Riesgos del romance


El cine y la televisión, en insensato acuerdo con la revista Cosmopolitan, modelaron un catálogo de rutinas amorosas que se vuelve trizas apenas los amantes se tienden sobre las sábanas de la realidad: los riesgos varían desde querer robar un beso en el ascensor y terminar machucado por las puertas hidráulicas, hasta ese clásico de la pasión que es retozar entre las olas del mar, práctica esta que -según confirman aquellos que han incursionado en el idilio costero- esconde bajo su espuma no pocas emboscadas.
Supongamos que dimos con una playa que el Ministerio del Poder Popular para el Ambiente considere no contaminada y apta para el disfrute de los bañistas, adentrarse al océano en compañía de la media naranja exige una fortaleza de piernas digna de un pesista más el equilibrio de un acróbata del Cirque du Soleil, ello con el propósito de sobrellevar el peso de la pareja “abandonada entre tus brazos” así como para prevenir que el oleaje empotre en un peñasco a los tórtolos; pisar una aguamala, guillotinarse el pie con la superficie coralina, los calambres típicos de las actividades acuáticas más un tabardillo producto de la sobre exposición a los rayos ultravioleta, han enviado a no pocos amantes a dormir pero entre los peces.
En la orilla el asunto no mejora. Aquel arenero convierte la mano más suave en una piedra pómez que brinda lacerantes “caricias” al rostro, la espalda y demás áreas corporales de la persona amada; mientras que para combatir el enjambre de mosquitos se acostumbra impregnar la piel con repelente Off. Y no hay nada menos sensual que una piel impregnada de repelente Off.
Ya en casa, las velas aromáticas ordenadas sobre el borde de la bañera son una excelente iniciativa debido al racionamiento eléctrico más las multas que las compañías del sector aplican para evitar el despilfarro, pero tan fragante y ahorrativa propuesta ha llegado a achicharrar el dedo gordo del amante que, perdido en el jaleo amoroso, desliza inadvertidamente su pie sobre la llama del cirio. Más allá del shock térmico si el agua caliente no está debidamente graduada o de un patinazo mortal durante el enjabonamiento mutuo, lo de la bañera merece especial atención.
En los apartamentos tipo estudio las tinas son un lujo inaccesible y para prestarse a esta aventura romántica habría que solicitar en calidad de préstamo el baño en casa de los padres; otra posibilidad es recurrir a un hotel con habitaciones provistas de jacuzzi, eso sí: a mitad de una acrobacia amorosa, cuidado con caer de bruces fuera de la cápsula en forma de copa de Martini de la cadena Aladdin y -si se corre el riesgo- recordar traer consigo un frasco de Betadine para combatir los microorganismos plantados por la pareja que retozó allí quizá minutos antes.
Pasemos a la cama, donde un espina infiltrada entre los pétalos de rosa esparcidos sobre el lecho ha llevado a la ceguera a numerosos amantes, mientras que el trapo colocado sobre la lámpara de la mesita de noche para sumir entre penumbras el escenario podría agarrar candela gracias a la concentración calórica generada por el bombillo y aquello pase a ser, en rigor, un “momento ardiente” del que se concluye que el mejor regalo para agasajar a tu pareja este 14 de Febrero es una afiliación a Rescarven, que por algo su lema es “medicina con corazón”.

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