martes, mayo 14

Apartamento de soltero y soltera



Es inaceptable la ausencia de una política habitacional destinada a cubrir el establecimiento de la “concha”, la “guarida”, también llamado con cierta sutileza romántica el “nidito de amor” o, llanamente, el “apartamento de soltero”, ese inmueble que sirve de techo tanto al caballero que luzca en su cédula de identidad dicho estado civil, como al casado que desee poner a buen resguardo su segundo frente.
Se trata por lo general de un apartamento de pocos metros cuadrados, de esos que llaman tipo estudio (aunque, en el caso que nos concierne, para lo que menos se le utilice sea para estudiar), con una sola sala sanitaria y dotado de los enseres precisos para un alojamiento básico pero confortable. Eso sí: el protocolo de este feng shui de la infamia dicta la exhibición de una mullida alfombra con diseño atigrado, un pequeño pero bien surtido bar y -este requisito no es negociable- una cama Queen Size sobre la cual tender la traición.
El escondrijo ideal incorporaría, no faltaba más, la sigilosa presencia de una conserje cuya complicidad de tumba es recompensada generosamente cada Navidad y día de su santo; así como que se halle en una dirección apartada de la “Vivienda principal”, allí donde la incauta esposa bate el plumero sobre las cortinas, aunque lo suficientemente cercana como para llegar en pocos minutos tras el acaecimiento de un ultimátum.
Dadas estas características, tal franquicia del libertinaje sigue estando en manos de los sujetos con cierta solvencia económica, apenas un sueño para el adúltero de a pie, ese que al momento de cultivar sus bajas pasiones ha de recurrir a una pensión a una cochambroso motel de ocho horas como horario límite; pero si hoy se aspira a un igualitarismo donde todas las personas disfruten de los mismos derechos y oportunidades, se hace ineludible la inserción del punto del cacho dentro del temario de la simetría social.
La realidad prueba lo contrario ¿Los alquileres? ¡Por las nubes! Y eso si el arrendador no se pone malicioso ante la sospecha de que el arrendatario sea un potencial invasor; entre tanto, la cartera hipotecaria que ofrecen las instituciones financieras no solo desconoce de plano la crisis que también clava sus colmillos sobre las paredes de la institución del adulterio, sino que la subestima y acorrala: “Si es casado, fotocopia legible de la cédula de identidad del cónyuge. En caso de no coincidir con el estado civil que aparece en la C.I., consignar Acta de Matrimonio”.
La deslealtad femenina es también otro pecado a la intemperie. Según un reciente estudio de la Universidad de Indiana, el margen de infidelidad entre hombres y mujeres se ha venido estrechando en los últimos años, situación que lleva a que la mayoría de las señoras que les montan cuernos al marido -según la sexóloga clínica Diana Resnicoff- “elija un lugar diferente a sus propias casas para encontrarse con sus amantes, y muchas veces recurren a pequeños hoteles o al apartamento de su affaire como sitio oficial de los fogosos encuentros”.
La imagen legendaria del amante que salta en interiores por una ventana cuando llega a casa el marido, es una atrocidad desatendida hasta por las más vehementes feministas, quienes han pasado la inclusión del “apartamento de soltera” como punto decisivo en su lucha por la igualdad de los sexos.

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