martes, mayo 21

Apuntes para la foto-baño



El auge de los teléfonos con cámara digital supuso la aparición de un género fotográfico que combina la foto-pose y la fotografía documental en un mismo plano medio americano: la foto-baño, esa que muchos usuarios de las redes sociales cuelgan como avatar tras cumplir la hazaña de incorporar a fotógrafo y modelo en un mismo sujeto inmortalizado frente al espejo de la sala sanitaria. Hasta Lady Gaga -por quien los fotógrafos más brillantes matarían por retratar- recurrió hace poco a este formato que hoy supera la fase larval y remonta el vuelo como otra expresión de las bellas artes. Y como todo arte, la foto-baño precisa de cánones a seguir con esmero.
Antes hay que despejar la duda que carcome a los incrédulos: si una persona desea una foto de sí tomada por la cámara del móvil… ¿por qué no le pide el favor a un amigo o simplemente voltea el perol y le da al clic? La respuesta es obvia ¡Entonces no sería una foto-baño! Así que el primer elemento a contemplar es, sin lugar a dudas, la locación. Ha de ser evidente que el modelo posa en una sala sanitaria, por lo que la toalla a medio secar o una porción de la tapa del inodoro son presencias ineludibles; y si los agrietados azulejos de la pared del fondo o el cielo raso a punto de desplomarse sugiriesen una desafortunada condición económica, con la aparición del cepillo dental, la jabonera y el desodorante le tapará la boca a los espectadores calumniosos que podrán decir que usted es pobre, pero aseado.
El próximo desafío a superar es ser fotógrafo y a la vez modelo objeto de la sesión, o sea, usted. Si es un caballero desprovisto de chocolaticos en el abdomen, no se acoquine e igual súbase orondo la camiseta hasta la altura de las tetillas, mientras ellas lograrán lucir sus atributos con la Leonisa estrenada el pasado 31 de diciembre, aunque para ambos casos la foto-baño ofrece la ventaja de orientar el flash de manera que el destello disimule el rasgo menos sublime. Aún no se ha llegado a un acuerdo de si mirar al visor de la cámara, al reflejo en el espejo o al pote de champú; en cualquier caso, la actitud del modelo ha de exhibir en partes iguales la picardía de Pepeto, la intensidad de Arjona y la lascivia de Diosa Canales.
Tan o más importante que el modelo es el espejo. Todos coinciden en que aquellos tipo botiquín de primeros auxilios son ideales si se ha decidido por el formato close up, y aunque los puristas aleguen que pasarle un trapito a la cochambre del cristal disipa esa atmósfera de espontaneidad que caracteriza a la foto-baño, no se puede ser tan espontáneo y asegúrese de que la papelera no aparezca dentro del encuadre así como de darle bomba al retrete minutos antes del clic.
Como en todo arte, las normas están para romperlas y los vanguardistas innovan el género con aportes que van desde reproducir una atmósfera brumosa haciendo uso del Glade en aerosol, hasta imitar la fuente de Plaza Venezuela a partir del chorrito del bidé, entre las infinitas posibilidades más con que la foto-baño nos sorprende cada día en su empeño por no dejarse opacar por esa otra boyante expresión fotográfica de la que hablaremos en la próxima entrega: la foto-espejo retrovisor.

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