miércoles, mayo 29

Los otros contaminantes



Por supuesto que el smog y los plaguicidas participan del largo inventario de contaminantes que socavan la salud del planeta, pero hay muchos otros factores que trastornan el ambiente con igual o mayor malevolencia y ante cuyo asedio ni autoridades ni ONGs ecológicas han planteado acciones urgentes. Acá, algunos de esos detonantes que confirman que el fin del mundo previsto por los mayas es una certeza:

El whisky puya´o
Uno de los agentes tóxicos que con mayor saña emponzoñan el agua mineral, la aguaquina y la soda. Es adulterado por manos inescrupulosas y adquirido por beodos inocentes para, al momento de ser servido en compañía del vital H2O, afectar el organismo con terribles consecuencias que van desde temblores, alucinaciones, escalofríos, ataques de pánico y violencia, hasta nauseas y espasmos. Los dramáticos efectos se prolongan por varios días en los que el sujeto intoxicado ha de permanecer en cama y ser hidratado tenazmente con sopita de pollo y Red Bull.

El borrachito callejero
Estrechamente relacionado con el rubro anterior, el borrachito callejero deambula por la ciudad dejando a su paso una estela de postes, jardines y kioscos empapados con una marea de pis a cuyo lado Chernóbil es un jardín de infancia.

El conductor de camionetica
Al ingresar a una de estas unidades de transporte público, el pasajero es sacudido violentamente por la contaminación sónica que emiten las cornetas y su estridente emisión de reggaetón o la suma de éxitos del grupo Aventura (según el estado de ánimo del conductor, el repertorio podría derivar hacia Montaner, Lasso y Arjona). Pero ahí no acaba la catástrofe y la contaminación sonora es acentuada por los pasajeros inconformes que, desde que suben al autobús hasta que llegan a su destino, protestan a todo gañote la selección musical.

El vecino jacarandoso
También dentro del rubro de la contaminación sónica se agrupa el vecino que enciende la rumba desde el viernes hasta el domingo a mediodía, y aquel que en el asiento contiguo en el metro tararea el “Ai se eu te pego” despedido por los auriculares de su iPhone. Mención especial merece el bebé recién nacido que al otro de la pared de nuestro apartamento, insiste en chillar durante toda la madrugada para desvelo tanto de padres como del resto de la insomne comunidad.

Parrilladas
De emisión frecuente durante los fines de semana, asuetos y feriados, estas poluciones caldean el aire con su característico vaho a chorizo y chinchurria que hace que quienes aspiren tales vapores comiencen a salivar y se les retuerzan las tripas. Si el banquete es preparado en una acera de la Baralt, su consumo puede incluso causar la muerte en el acto.

Pedradas al ojo
Cholas Crocs, lycras de diseño atigrado, y señores de  más de cincuenta años que circulan en motos de alta cilindrada y embutidos en chaquetas de cuero, sobresalen en el catálogo de la contaminación visual que afea el paisaje citadino con mayor insidia que el tendido eléctrico y las vallas publicitarias en el Ávila.

El machacón político
La concurrencia la está pasando muy a gusto sentada alrededor de la mesa en un restaurante o en el salón de la casa, hasta que uno de los asistentes lanza el dardo letal: “¿Se enteraron del reciente anuncio presidencial? ¡Una barbaridad!” o “¡El candidato opositor no da pie con bola!”, lo que empaña la atmósfera y lleva a que la alegría pierda su toda pureza.

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