lunes, noviembre 15

Curdo 2.0


Al fin se inventó lo que muchos esperábamos: el alcoholímetro virtual, recurso indispensable para quienes, luego de varias copas, llegan a las redes sociales tambaleándose y con los dedos hechos un trapo sobre el teclado. La aplicación se llama Social Media Sobriety Test y, una vez instalada en el navegador, despliega en pantalla una prueba de agilidad cuyos resultados muestran si el usuario está juicioso y puede conducir por la superautopista de la información, o si mejor apaga el PC y se acuesta a dormir la mona.
Desde las presentes líneas aplaudimos esta versión electrónica de “hacer el 4”, tomando en cuenta que licor y redes sociales son una mezcla desafortunada, que hasta ahora los avances de la tecnología no han hecho más que sumar espectadores al ridículo que se hace cuando se consume mucho alcohol. Antes de la web 2.0, el borrachín tomaba el móvil para fastidiar a punta de mensajitos de texto a los panas o, si se hallaba con el corazón roto, incurría en la imprudencia de marcar el número telefónico del autor del guayabo para cantarle sus verdades y/o suplicarle entre sollozos una segunda oportunidad. Al momento de la resaca, la vergüenza era enorme pero circunscrita a los pocos destinatarios de la insensatez; las redes sociales expandieron el círculo y apenas uno, vuelto leña, envía hoy un mensaje por Facebook o Twitter, los descalabros de la intoxicación etílica son advertidos ¡en tiempo real! por una multitud compuesta por amigos, familiares, conocidos, parientes políticos, colegas y ex compañeritos del kindergarten.
Esconder la pea en red es tan o más difícil que disimularla desde la barra de un bar. No hay caramelo de menta que valga. Las pifias ortográficas no son el problema (gracias a las abreviaturas propias del medio, un “chik q tal” bien pasa por una frase escrita por un abstemio); pero con cada trago ingerido avanza el vértigo de las ideas que tropiezan entre sí como los pies del ebrio cuando sube una escalera de caracol. Sin embargo y al igual que el conductor en plena rasca se cree Schumacher frente al volante, el beodo virtual jura que sus intervenciones son brillantísimas, que cada mensaje enviado es de una agudeza digna de @WoodyAllen.
Las damas lucen más bellas en sus avatares, desaparece el pudor de publicar las fotos donde salimos en la cuna con las nalguitas al aire; desmanteladas las inhibiciones, la pea en red toma rumbos diferentes de acuerdo a como le caigan los palos al curdo 2.0, siendo las principales categorías: a) Veraz: “mija, ahora sí te cayó el viejo”; b) Necio: “cómo que t desconectas, si apenas son las 4 d la madrugada!!”; c) Romántico: “Margot, sales rica en el perfil. xq no me das tu # para llamart, mami??”; y d) Perreroso: “@jefe, bengo a decirle que lo odeo projundamente #fail”.
A la mañana siguiente, recobrada la lucidez, nos llevamos las manos a la cabeza -“¡qué de bolas las mías!”- y toca deslizarse de puntillas para borrar aquella barbaridad… pero demasiado tarde, ya ha sido leída y hasta comentada y retuiteada por la porción del ciberespacio que nos observa. Y uno ahí, además de enratonado, también sermoneado, bloqueado, unfolloweado por unos cuantos seguidores o -los milagros online existen- con el número telefónico de Margot a la espera en el buzón de los mensajes pendientes.


Ilustración: Irene Pizzolante
irenepizzolante@gmail.com
http://irenepizzolante.com

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