Hay que tomar con pinzas esa frase servida como un elogio: “tienes mucho potencial”. En principio, la afirmación traduce que alguien guarda los atributos para mañana sorprender a la humanidad con la vacuna contra el cáncer o versos magníficos. Pero el Diccionario de la Real Academia es despiadado en una de las acepciones que da al término potencial: “que puede suceder o existir, en contraposición de lo que existe…”. Es decir, el presunto halago expresa entre líneas algo así como: “Tienes mucho potencial… pero al momento en que te digo esto no eres nada, sino un cero absoluto; date una vuelta y ve a hacer vainas, que después hablamos”.
Hay maneras desaconsejables de ser potencial. El niño que espera tras una pared para arrebatarle la lonchera al compañerito de estudio, es un potencial azote de barrio. También abundan los pronósticos desacertados. Cualquier madre se maravilla al saber que su querubín gusta de diseccionar sapos en la clase de ciencias, confiando que de adulto el carricito destacará como médico cirujano. Ha ocurrido que tanto interés zoológico incuba un rebrote de Jack El Destripador.
El término se emplea irresponsablemente. Suele decirse que toda mujer es una cuaima potencial. Nada de eso: toda mujer es una cuaima encubierta, vigente la flor del hostigamiento desde la más tierna infancia, sólo que no se le ha presentado la oportunidad de exhibir a plenitud sus facultades.
Lo de potencial comparte el mismo principio de una maldición gitana. El aspirante invierte sus fuerzas en consumar el desafío, trascender la categoría de promesa, cosa muy estresante que depara, junto a una úlcera gástrica, terribles complejos en caso de no alcanzarse las expectativas. Peor aún: en obediencia a la potencialidad establecida por uno de los padres o el profesor universitario, el candidato a luminaria sobresaldrá como abogado litigante cuyo ejercicio sepulta la floración del genial acuarelista. Lo de potencial, sin duda, ha arruinado muchas vidas.
A medida que transcurre el tiempo la conjetura se va espaciando, hasta que llega el día en que no se escucha más. Quien fuera esperanza encara el convencimiento de haberse quedado en el aparato, en calidad de prospecto, de pólvora mojada dentro de un cartucho que ya no detonará. Luego sobreviene la etapa última, cuando la afirmación pasa a conjugarse en pasado, en una suerte de epitafio en vida.
“Tenía potencial”.
1 comentario:
Excelente post!
Es mi primera vez por aquí y me gustó mucho.
Es evidente que tienes mucho potencial :)
Saludos desde Argentina.
Mi blog: Pánico Escénico
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