jueves, marzo 15

Promotora


Está uno de lo más fiel en una tasca, jurándole a nuestra señora que es la cosa más bella del mundo cuando, de sopetón, llega a la mesa una señorita dentro de una pasmosa lycra bicolor. Con su sonrisa de promotora, explica que si ordenamos dos cartones y medio de cierta marca de cigarrillo, obtendremos de ñapa un yesquero.
La mujer que nos acompaña no pierde la compostura, qué va. Ni de vaina va a mostrarse menos risueña que la anónima hermosa. Hasta se pone participativa, exhibiendo un interés donde brilla una verdad grande como el sol: parte del instinto femenino se destina a estudiar el comportamiento con que los hombres reaccionan ante una promotora.
Hasta hay damas que, siendo abstemias y sin nunca haber aspirado el humo de un cigarro, prestan una atención inusitada al grado alcohólico de la bebida ofertada o si el cigarrillo en promoción ostenta doble filtro ¿El plan? Extender la estadía de la forastera para analizar con detenimiento la actitud del tipo ante un hembrón.
Es de novios y esposos sensatos hacerse los locos, reunir toda la fuerza de voluntad para fijar la mirada en el servilletero, tragar grueso, disculparse: “No, señorita, gracias por su gentileza. Yo fumo otra marca”; cuando en el fondo de la garganta se agolpa el grito: “Mami, yo inhalaría perejil si me lo pides ¡Al carajo con el cáncer! Pero déjate de esto y huyamos en el carro que tengo estacionado aquí cerquita”.
Pero no. “Muchas gracias”, repetimos, con una frialdad que podría valernos una postulación al Oscar en la categoría de Mejor Actor.
De los recursos del mercadeo directo, la gracia de las promotoras entraña la más perversa manipulación hormonal. En los pasillos del automercado sale a tu encuentro una chica para invitarte a probar un jugo de chirimoya endulzado con papelón. En un vasito de café sirve el absurdo elixir. Aquello sabe a diablo, pero la lycra tan bien arraigada, sus dulces modos… Uno termina llevando a casa dos cuñetes del menjurje.
Más el recuerdo de una sonrisa.
Aunque dudo que la promotora lo pase mejor.
Lidiar con adolescentes mamones, con viejos verdes, con las esposas de los viejos verdes, con cronistas babosos… todo eso que compone la noche, en el intento por juntar el dinero para la matrícula del tecnológico, quizá la rinoplastia fundamental para otra incursión ante Osmel (Dios quiera que con mejores resultados que en los dos casting anteriores), o cualquiera de los muchos alpistes que llevan a una ave espléndida a detenerse al borde de nuestro mantel durante su migración de mesa en mesa.

6 comentarios:

J. dijo...

vivan las promotoras!!!!

Anónimo dijo...

y las descaradas que en los restaruantes te ofrecen un whiskycito?? son las peores!

Principito dijo...

Bendita perversa manipulación hormonal!

Unknown dijo...

Jajaja Excelente...ustedes que son unos babosos ;) (lo dijo Usted)

Anónimo dijo...

Almenos tu lo admites, mi marido se hace el tonto mientras se las come con los ojos... Ja, ja, ja

Anónimo dijo...

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