Cada vez que abro un libro de cocina asumo la expresión de un mono que se rasca con sus dedos la cabeza ¿Un bol es una ensaladera o un pocillo? ¿Alguien conoce qué son acidular o besuguera? ¿Existe una diferencia genuina entre el cilantro y el perejil? Y el mayor enigma de todos: ¿por qué tantos ingredientes si el cubito trae ya media despensa incorporada? Para quienes la preparación de unos ñoquis guarda una complejidad equivalente al desmontaje de un misil atómico, por mucho que sigamos las instrucciones nunca el resultado se verá igual a la foto del libro. Y es que hasta el propio libro sabe mejor.
Pese al envidiable talento que numerosos caballeros exhiben en la cocina, es difícil desprenderse del prejuicio machista de emparentar a la mujer con los recetarios. Sospecho en ese vínculo una relación sentimental. El grado de enamoramiento de diversidad de novias y recién casadas puede medirse por el entusiasmo con que recortan recetas de las revistas, coleccionan los libros de Armando Scannone o sintonizan los canales de televisión por cable especializados en el buen comer, con el propósito de impresionar con platillos excelentes a su pareja. Hasta a la más feroz feminista cuando se enamora (no sea incrédulo, lector; de seguro las feministas también se enamoran) se le despierta el instinto de Yuraima Blanco que permanecía dormido y enciende una hornilla para hervir el agua de tomar.
Dicha aplicación gastronómica no es ajena a la malicia. Esas líneas que encauzan la confección de una vinagreta de camarones o un pudín de espárragos, esconden las claves de una estrategia marcial. Primero la maniobra tuvo por objeto conquistar un corazón, para luego convertirse en una herramienta de castigo: algunas damas se esmeran en cocinar maravillosamente con miras a que -llegado el momento de las represalias- la ausencia de comida duela más, teoría comprobada cada viernes de quincena por los maridos que llegan tarde a casa. Ni el estratega Sun Tzu fue tan perverso.
Las telarañas de la rutina avanzan de la cama al fogón. El paso del tiempo no sólo amenaza la regularidad con que los amantes retozan entre sábanas, sino que también deteriora ese otro indicador del ímpetu romántico que es el uso de los libros de cocina, puestos un día a coger polvo en la alacena. Consumidas por el cansancio y los resentimientos, las elaboraciones culinarias disminuyen en variedad hasta alojarse en la útil circunstancia de la salsa boloñesa (y eso porque los hijos también tienen que comer). Cualquier desgracia puede ocurrir cruzado el límite de la gelatina como postre.
Hay que estar atentos a las señales. Pan canilla con carne endiablada traduce desgano ante las caricias; y sólo los distraídos no advierten que una sopa de sobre en el aniversario de bodas anuncia deseos de separación.
De ahí en adelante, carne con papa como única compañía.
6 comentarios:
Hola Castor,
Como siempre, me encanto tu post.
Te digo que si, las feministas (inclusive esas que no nos vemos machorras)nos da por cocinar solo cuando estamos enamoradas.
Para la mujer no hay mejor satisfaccion que ver a su pareja comer felizmente el plato que se le ha preparado. Es casi como un afrodisiaco. Jejeje.
La deterioracion pasional, como tu dices, comienza en la habitacion y pasa luego a la cocina.
Por que sera?
Pues yo debo estar ya bajo cero, porque entro poco en la cocina. Me quito el sombrero ante la agudeza de tus observaciones sociodomésticas o emociogastronómicas. Nuestras abuelas aseguraban que antes de plantear a un hombre una petición, había que darle una buena comida: es más dificil negarse con el estómago lleno y satisfecho. Ahora, por lo que veo, siguen funcionando los mensajes dirigidos directamente a la barriga. Saludos cordiales.
No se cocinar! Coincido con la primera parte de que el libro sabe mejor y que no hay diferencia entre esas maticas que llaman "cilantro" "perejil" y etc etc... Pero siempre hago mi mayor esfuerzo para complacer a mi novio, pero el siempre pone mas empeño cuando le toca COMERSELO!!!
Es bueno saber cual es la diferencia entre cilantro y perejil para ayudar, en el supermercado, a hombres solos y poco diestros en la cocina ja ja ja
Yo que no cocino¡¡ He realizado mis mayores esfuerzos al momento de engatuzar...digo enamorar a algun incauto jajaj. Así que encuetro muuuuchas razón en tus palabras
Pero debo confesarlo...a mi, que a veces me ataca el feminismo, no encuentro cosa mas seductora que sea el hombre el que cocina... Me e n c a n t a :) Así que los avatares con los libros de cocina se los dejo a ellos....
pues si, como para no cocinar hoy
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