domingo, septiembre 16

Los ricos también lloran

Hace poco la revista Forbes publicó el inventario de las cien personas más ricas del mundo, y amarga fue la sorpresa de no ver allí a ningún venezolano. Es un manotazo a la autoestima nacional que no se les diera a los potentados locales, entregados por décadas a transacciones y plusvalía, ni siquiera un taquito, al menos una mención a pie de página.
No es para menos. La crisis estrangula el bolsillo de cada uno de nuestros compatriotas, sean estos pobres o ricos, muy ricos, abrumados todos por la actividad de sumarle agujeritos al cinturón presupuestario. Hoy, cuando los magnates de otros países hasta viajan al espacio, acongoja el desconsuelo de nuestras damitas de sociedad al enterarse que el Tour de las Quinceañeras, que antes comprendía la visita a ocho ciudades de Europa, este año se redujo a seis. O el bochorno de volar en primera clase puesto que al jet se le desconchó la pintura y para conseguir otro hay que apuntarse a una larga lista de espera.
Ni hablar de los precios de los inmuebles que ponen cuesta arriba la compra de un apartamento de soltero, por lo que cada fin de semana una legión de mártires marcha junto a su segundo frente rumbo a las Islas Vírgenes o (¡el colmo!) Aruba. Los más golpeados por la espiral inflacionaria se resignan con un sórdido chalet de 1.500 metros cuadrados en Isnotú. No hay derecho.
Los medios de comunicación social denuncian hasta el cansancio el desabastecimiento de carne y caraotas negras, pero ninguno ha criticado la escasez de rubíes, zafiros y demás piedras preciosas con que todo industrial serio acompaña sus declaraciones de amor. Esta mengua ha generado la aparición de un floreciente mercado negro, olas de rumores y compras nerviosas. “Llegó un lote de topacios al San Ignacio, chica, apúrate antes de que se lo lleven todo”, susurra por teléfono una dama a su mejor amiga la provisión de los productos del cofre básico.
Aunque dudo que la maniobra desesperada de llevarse del restaurante los dos dedos de whisky que quedaron en la botella baste para estirar la cuentica en dólares. De allí la urgencia de sensibilizar a la ciudadanía mediante la organización de telecorazones y bingos de la bondad con otra suerte de beneficiarios. Todo granito de arena será bien recibido, y que sea el chofer quien pague el combustible del BMW, o las empleadas domésticas se adhieran a la causa donando de su bolsillo el vuelto para así encarar, en un mismo frente, la precaria situación que a todos agobia.

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