Junio 23: A ver, a ver… sí, ¡eso
mismo!: las mujeres son atunes nadando en el camión cisterna de mi alma,
cometas sobre la carabela celeste de mi corazón ¡Carajo, sí! Camión cisterna de
mi alma. Carabela celeste de mi corazón. Tengo que anotar eso no me lo vaya a tumbar
Chico Buarque un día de estos. ¡No te llevo nada, Serrat!
Julio 14: Hoy me bronceé.
Julio 28: Anoche proseguí la
composición de este intuitivo análisis mío del alma femenina, aunque no
determino si las mujeres son una bombona de oxígeno luego de la explosión en Chernóbil,
o un chaleco que nos protege del gas mostaza de la rutina. ¿Qué más, a ver? ¿Dónde
carajo habré puesto la Enciclopedia Tragedias del Siglo XX?
Agosto 02: Hoy le pegué a mi mujer
¡Mujeres!
Agosto 06: Acabo de ir al baño a hacer del cuerpo y dudo si limpiarme o no
el fundillo, porque no limpiarme el fundillo no significa que he dejado de
limpiarme el fundillo, sino que he renunciado a hacerles el juego a las
trasnacionales de papel sanitario que se limpian con nosotros su fundillo cuando
nos limpiamos el nuestro.
Agosto 15: Hoy no me bronceé.
Agosto 29: Tras componer aquel inspirado pasaje homérico de “Si el Norte fuera el Sur”, pienso dar a conocer al mundo qué pasaría si el Oeste fuera el Este, o si tuviéramos la nariz en la rodilla y el dedo gordo del pie en la frente. ¡Caracha, qué sutil y sagaz se va a sentir la gente cuando oiga esto!
Septiembre 30: Perdona, querido diario, por no dedicarte unas líneas desde hace semanas, he estado ocupado atendiendo diversas demandas interpuestas contra mi persona por el sindicato de las metáforas. Y es que el mundo no está preparado para un Nietzsche de la melodía, poeta, fustigador de este vergonzoso sistema de cosas, y cantautor tan políticamente incorrecto y curvilíneo como yo.
Octubre 10: Le pegué otra vez a esa “incapacitada física y emocionalmente”. Cómo tan sensible trovador, mañoso en las albercas del alma femenina (hey, albercas del alma femenina. ¡Voy por ti, Machado!), pudo aliarse con senda mamarracha. ¡Mujeres!
Octubre 19: Al humano no le está vedada la posibilidad de enmendar los errores cometidos y hoy juro ante ti, querido diario, no volver a tropezar con la misma piedra (piedra no: maciza flema expectorada por pretéritas eras geológicas sobre la fachada terrícola), y nunca más volver a tomarme fotos en blanco y negro. Claro, me veo en ellas profundo e insondable, pero… ¡se pierde el efecto de tanta bronceadera!