Salve, Santa Francisca Romana, Patrona de los Motorizados, y no nos desampares en nuestra cruzada por calles y avenidas, líbranos de los huecos y las alcantarillas rotas, e intercede para que la lluvia caiga cuando estemos ya en casa o, si no es mucho pedir, pon en nuestro camino un puente o una cornisa bajo cuya superficie guarecernos de la tormenta.
Dale sosiego al fiscal de tránsito para que no nos matraquee toda vez que olvidemos llevar encima los papeles de la moto; y prudencia al chofer de la camionetica negado a mirar por el espejo retrovisor, sin interesarse en nuestra posible presencia al reanudar su marcha. Cuídanos de los niños que desde las ventanillas de los autobuses escolares compiten para ver quién acierta el escupitajo sobre el dibujo de la estrella en el casco; y defiéndenos de las abuelitas que atraviesan el rayado sin importarles un carrizo nuestra proximidad, convencidas de que con apenas una patada o, peor aún, una pedrada, podrían hacernos rodar miserablemente sobre el asfalto.
Ampara al mototaxista para que llegue a su destino sin señales de arma blanca en las costillas; resguardando con igual fervor al que circula en una “perlita” y al entronado sobre la Harley-Davidson de seis velocidades y flequillo de cuero sobre el manubrio; que entre nosotros, sin duda, también hay clases sociales, aunque todas ellas se diluyen para fundirse en una solidaridad unánime al momento de una coleada o tras soltarse el cardán en medio de la vía.
Media ante Dios por nuestros pecados, que no son pocos: la urgencia con que desobedecemos el semáforo en rojo para llegar antes de que cierre el banco; la desmesura de los colegas repartidores de pizzas que cruzan la noche con los faros rotos, zigzagueando como posesos con el fin de entregar en manos de los ansiosos el alimento caliente. Ilumina a los hombres para que entiendan que sin nuestra participación, la economía del país, del mundo, se detendría; y si alguno se ha apartado del camino del bien, cediendo a la infamia de arrebatar cadenitas y relojes, devuélvelo al rebaño, junto a las muchas ovejas negras que también abundan tras los cristales ahumados de los vehículos de cuatro ruedas. A cambio de tu gracia, prometemos de ahora en adelante renunciar a la insensatez de conducir con un carricito parapetado sobre el depósito de combustible.
Protege con especial atención la integridad física de nuestras hermosas parrilleras, quienes arriesgan sus vidas por acompañarnos en este oficio de pájaro al ras del suelo, devorando el asfalto en vertiginoso equilibrio, mientras el sol broncea la piel y la brisa alborota el pelo.
Y si todo esto que te pedimos, Santa Francisca Romana, te parece demasiado ¡concédenos entonces, chica, un Toyota Camry!
Amén.
4 comentarios:
jajaja me gustó la petición final
Saludos
Te falto decir "libranos de los que se cambian de canal en las autopistas, para que no nos estrellemos contra su puerta"
Muy bueno como siempre, soy fanatico tanto en la pagina como en la revista del diario..
Saludos
gracias...de veradad falto pedir q nos libre de los q se cambian ed canal.., si previo avisa.,jejejjej
Falto colocar "Libra a los demás conductores de nosotros los motorizados que rompemos sus espejos retrovisores, rayamos sus carros y los robamos en las colas de la autopista" Amen.
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