Insto a las autoridades sanitarias a combatir un problema de salud pública presente en muchos centros laborales: la adicción al trabajo, escalofriante patología que consiste en bregar más de la cuenta mientras el resto de la nómina disfruta armando complejas figuras con clips, toma hora y media para fumarse un cigarrillo junto a la mesa del café, mira los pajaritos que pasan por la ventana y demás derechos alcanzados tras siglos de dura lucha sindical.
Como ocurre con toda adicción, dicho trastorno deja a su paso un reguero de víctimas ¿Quiénes son las primeras víctimas de la adicción al trabajo? Pues los otros trabajadores, bruscamente relegados de cualquier oportunidad de ascenso por la abeja obrera. Y es que nadie puede seguirle el trote a alguien que no sabe lo que es un reposo médico y los domingos se instala en la oficina para adelantar las tareas de la semana próxima. Todo esto bajo la mirada radiante del jefe, que por primera vez en la historia una enfermedad responde al más negrero de los sueños empresariales.
Ahora advierto que las pruebas psicotécnicas formuladas por la gente de Recursos Humanos persiguen, sí, detectar locos. Pero para contratarlos: “Cuando usted le está haciendo el amor a su mujer piensa en: A) Los senos de su mujer. B) Que a la fotocopiadora se le acabó el papel extraoficio. C) Que además de papel hay que pedir toner”. Quien responda la opción A, tendrá que seguir pateando la calle con el currículo bajo el brazo.
El punto debe de ser incorporado de urgencia al concierto de las batallas gremiales. Si los adictos al trabajo siguen llegando a su puesto media hora antes y marchándose dos horas después de lo debido, los patronos querrán establecer el horario laboral de 4 de la mañana a 11 de la noche, y reducir a 5 minutos la hora de almuerzo. De allí que combatir este trastorno es asunto que compete a los lanzadores de liguitas y demás empleados mentalmente saludables.
Si usted identifica en la empresa a un adicto al trabajo, tome la medida higiénica básica: no lo toque (aún no se sabe si el mal es contagioso) mientras le enseña a jugar en la computadora Solitario y Buscaminas. Inícielo en el fascinante mundo de chatear por Messenger, y no olvide colocarle debajo del escritorio unos cojines que lo animen a echar un camarón a la hora del burro.
Si el sujeto no se recupera, es que amerita de tratamiento especializado. No queda más remedio que llevar al paciente a una ronda por los bingos y los bares de los alrededores, notables centros de desintoxicación para los trabajadores compulsivos; o -con la ayuda de compañeros sensibilizados- aplique electroshock con cables pelados de PlayStation más inhalaciones farmacológicas de esmalte de uñas.
La terapia se considerará un éxito sólo cuando, en la próxima navidad, el juego del amigo secreto incluya al nuevo y glorioso militante.
4 comentarios:
me gustó tu articulo!!! jajaja como nos deshacemos de ellos?
Esos empleados son una creación de patronos que llaman a reunión justo a la hora de almuerzo, que te traen trabajo extra cuando faltan 10 min para la hora de salida y que te buscan por celular y por internet cuando estás en su casa.
No podemos dejar que esa plaga nos ataque! Si no morirán los blogs y los comentarios...para no hablar del twitter.
Tuve que contener la risa o mis compañeros de trabajo se iban a dar cuenta que estaba leyendo blogs...
Jejeje, muy bueno este Blog.. todas las historias me recuerdan mucho a "SEINFELD" la mejor serie de todos los tiempos..
jajajajajajajajaja!!!
el que trabaja no sabe lo divertido que es comer cotufas y cerveza viendo Pare De Sufrir...jejejejejejeje
un abrazo bro
J
Publicar un comentario