
Al igual que aquellos de los que abominan, los disidentes profesionales son esclavos condenados dentro del barco de la moda, sólo que reman en sentido inverso: andan pendientes de lo que arrase pero para blandir armas y marcar la diferencia. Detestan por rebote. Con este tipo de personas ocurre una cosa muy simpática y es que, pese a estar convencidísimos de que sus preferencias levitan por sobre las del vulgo, dependen sistemáticamente del gozo ajeno. Su disgusto se supedita a todo aquello que cautive al gentío.
Se informan de la película con mayor recaudación en taquilla para… no irla a ver, o estudian en los periódicos la cartelera Billboard para no cometer la pifia de oír o bailar esa música. De ahí el encanto que despierta en muchos pronunciar la frase: “Yo odio el reggaetón”, enunciado que lleva implícita una declaración de finura, como decir: “¡Ey!, éste que está aquí es un alma elevada” (quizá esa misma persona nunca ha comprado el CD con la Quinta Sinfonía de Tchaikovsky, pero ni de vaina va por ahí confesándolo públicamente y con tanto orgullo).
Prefieren sacarse los ojos antes de ver la final de un reality show, y si acceden es por puro interés irónico que los rescate de la culpa. Al gusto de los disidentes profesionales le atrae jugar al escondite, y una conversación con alguien de esta índole avanza más o menos de la siguiente manera:
- ¿Nos reunimos entonces en un centro comercial para redactar ese informe?
- No me gustan los centros comerciales. Va mucha gente.
- ¿Y si nos comunicamos por Messenger?
- Me sacan la piedra los smileys.
- ¿Por celular?
- No tengo porque aborrezco los mensajitos de texto.
- ¿Será entonces mediante señales de humo?
- Enviar señales de humo podría interpretarse como que formo parte de la actual tendencia pro indigenista, y yo no me apunto en esa. Además, el humo afecta el calentamiento global.
- Claro, y lo del calentamiento global está en boca de todos.
- ¿En boca de todos? Entonces me niego a salvar al mundo del calentamiento global.
- ¿Y sabías que querer a la mamá también es una costumbre masiva?
- No me lo digas porque empiezo a odiar a la mía.
- Sin contar con que ir al baño resulta una rutina muy propagada…
- ¿Así es la cosa? ¡Pues de ahora en adelante no hago más pipí!