Nuestro
destino es tan precario como el de las viejas estrellas del cine y de la
televisión, pero no de ésas que, en el hervor de su gloria, hallaron la muerte
en un accidente automovilístico o en el fondo de un frasco de pastillas, quedando
su juventud congelada en la memoria de las multitudes; no, nuestro destino
guarda mayor correspondencia con el de esas otras celebridades que fascinaron a
las masas hasta que el sobrepeso envolvió sus carnes y el tiempo echó de sus
rostros la tersura. Como estas últimas, también nosotros fuimos relegados; en
el mejor de los casos, confinados a la extravagante nostalgia de algunos fans
que gustan coleccionar rarezas extraídas de los viejos estudios de grabación.
Claro, nunca
fuimos hermosos (a decir verdad, en la fealdad radicaba nuestro encanto) y era
el grado de fiereza demostrado en pantalla una virtud proporcional al
estremecimiento sufrido por los más chicos sobre las butacas del cine y frente
al televisor, o a la vehemencia con que los novios, fingiéndose aterrorizados,
se tomaban de las manos cada vez que llegábamos del espacio exterior, de las
profundidades de un pantano o, ya sea por efecto de una sustancia vertida
accidentalmente sobre el lomo de una larva, nos abríamos paso desde algún húmedo
sótano para deshacer a dentelladas ciudades en miniatura.
Dirán que
el argumento no ha variado en todos estos años, y así es, pero los avances de
la técnica (primero mecanismos hidráulicos y ahora veraces efectos concebidos
desde un teclado) afinaron la credulidad del espectador cuyos nervios ya no se
crispan ante los trajes de goma espuma, las costuras asomadas bajo las axilas
del leviatán o la cremallera zurcida deficientemente sobre nuestras espaldas.
Para los habitantes del mundo que una vez gobernamos, hoy somos motivo de risa o,
lo que es peor, hasta de ternura. Y es sabido que a los monstruos se nos
permite cualquier flaqueza, menos inspirar ternura.
Un
desafío nos ocupa actualmente. Marginados en las trastiendas de los viejos
estudios de grabación donde un día fuimos echados, libramos una última y fiera
batalla, esta brutal lucha a muerte contra el hongo y las burlas; pero el ego sobrevive
al naufragio y como toda vieja estrella del espectáculo, confiamos en la
reaparición gloriosa, en que algún guionista sagaz madure la idea y, a partir
de un rayo catódico o de una desacertada manipulación genética, regrese a la
vida a los viejos monstruos de caucho y yeso, rescatándonos del ridículo para
desafiar cuerpo a cuerpo a los actuales advenedizos, aliens, dragones,
tiranosaurios y demás engendros concebidos digitalmente, y conquistar así el
deseo acariciado durante nuestra larga permanencia en el exilio: recobrar la
admiración de la audiencia reunida frente a la tele o entre las sombras de una
sala de cine, más el dominio del planeta.
4 comentarios:
Es difícil encontrar nostálgicos de Goldar. O tenía muy poco rating o se borró de las memorias al mismo tiempo que salió de las pantallas.
Sin embargo los japoneses lo recuerdan -y mucho- como un antecesor magnífico de la guerra de robots que vino luego. Hace algún tiempo escribí un TOP5 en el que metía a Goldar entre mis preferidos. Si quieres echarle una ojeada: http://www.panfletonegro.com/sesentaysiete/topfive.shtml
Hola, mi nombre es Deci Raquel Oronoz, vivo en Sn Felix-Venezuela, deseo que volvieran a pasar la serie de moustros del espacio o porlo menos como consigo el video, por que toda mi vida he sido fans de goldar. mi correo es decioro@hotmail.com
gracias
Me gustaria dejar esta ilución infantil a mis hijos, nada me hizo tan feliz en mi niñez como ver esta serie (moustros del espacio), y me gustaria que mis hijos disfrutaran de ver la familia goldar.
Hola a mi me encanta Goldar (Moustros del Espacio) pero me dijeron ke al parecer durante el terremoto del 85 en el DF se perdieron las series dobladas, por eso solo las encuentras en inglès.
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