viernes, mayo 3

Freelancers del mundo, uníos



En el último peldaño de la escala laboral, muy por debajo de la ascensorista y hasta de la señora encargada de la limpieza de la oficina, yace el trabajador freelancer, ese que al no integrar la nómina de la empresa recibe un tratamiento bastante similar al de una vendedora de productos Avon (con la diferencia que la vendedora de productos Avon es mejor recibida y gana más). Ante tal desmesura, planteo en las líneas siguientes una serie de reivindicaciones destinadas a mejorar nuestra calidad de vida o, al menos, a que no nos miren como unos asomados:
- Privados de bono de alimentación, solicitamos… solicitamos no, ¡exigimos! que una vez concluida la celebración del cumpleaños de un empleado de nómina (evento al que, dicho sea de paso, nunca nos invitan y ni hablar de que nos lo celebren), nos sea permitido visitar las instalaciones de la empresa con el fin de recoger las sobras de Tosticos, refrescos, antipasto y -en caso de que el cumpleañero haya olvidado llevársela a casa- una porción de la torta.
- Se suplica al personal de seguridad que deje de tratarnos como posibles choros cada vez que nos presentamos en la recepción, así como que desistan de acompañarnos hasta la sala sanitaria cuando pidamos un permiso para la consumación de necesidades fisiológicas.
- Que nos sea respetado el derecho a regatear.
- Aunque no tenemos problema en mandarnos a imprimir nuestras propias tarjetas de presentación, sería un lindo gesto que la empresa aportase el 25% del costo del portatarjetas.
- Clamamos para que el tiempo de espera para hablar con un representante de la compañía se reduzca de las acostumbradas 5 ó 6 horas, a 3 horas 45 minutos como máximo.
- Solicitamos que cada quince días sea asignado un responsable de compartir con el freelancer los brollos de los empleados de nómina, que si zutana quedó embarazada del mensajero o que si agarraron in fraganti a fulana mientras se llevaba en la cartera una resma de papel. Asimismo, la ocasión será aprovechada para ejercer ese inalienable derecho laboral que consiste en hablar mal del jefe, actividad que hasta hoy los freelancers efectuamos inmersos en una árida soledad, hablando con nosotros mismos como dementes.
- Ni en sueños pretenderíamos un puesto fijo de estacionamiento, pero eso sí: que se nos conceda el privilegio de estacionar en la acera de enfrente o a un lado del edificio de la empresa sin que el personal de seguridad amenace con llamar una grúa o nos inste a recurrir al centro comercial más cercano, que regularmente queda a cuatro o seis cuadras.
- Ante la inexistencia de Seguro Social o ramo de flores en caso de atropello vehicular o resbalón en la ducha, instamos a la gerencia a que no nos llame al hospital público donde convalecemos, para que “te levantes un momentico y nos envíes por mail el trabajo pendiente”.
- Los freelancers tenemos nuestro corazoncito y demandamos libre acceso al cafetín con el propósito de participar en romances de oficina.
- Como último punto, estamos dispuestos a renunciar a las solicitudes expuestas así como a dejar de lado el delirio de disfrutar algún día de jubilación, vacaciones, prestaciones sociales o derecho a huelga, pero por favor ¡qué salga el cheque a tiempo, por la Virgen Santísima!

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