Por supuesto que el smog y los plaguicidas participan del
largo inventario de contaminantes que socavan la salud del planeta, pero hay muchos
otros factores que trastornan el ambiente con igual o mayor malevolencia y ante
cuyo asedio ni autoridades ni ONGs ecológicas han planteado acciones urgentes.
Acá, algunos de esos detonantes que confirman que el fin del mundo previsto por
los mayas es una certeza:
El whisky puya´o
Uno de los agentes tóxicos que con mayor saña emponzoñan el agua mineral, la aguaquina
y la soda. Es adulterado por manos inescrupulosas y adquirido por beodos inocentes
para, al momento de ser servido en compañía del vital H2O, afectar el organismo
con terribles consecuencias que van desde temblores, alucinaciones, escalofríos,
ataques de pánico y violencia, hasta nauseas y espasmos. Los dramáticos efectos
se prolongan por varios días en los que el sujeto intoxicado ha de permanecer
en cama y ser hidratado tenazmente con sopita de pollo y Red Bull.
El borrachito callejero
Estrechamente relacionado con el rubro
anterior, el borrachito callejero deambula por la ciudad dejando a su paso una estela
de postes, jardines y kioscos empapados con una marea de pis a cuyo lado Chernóbil
es un jardín de infancia.
El conductor de camionetica
Al ingresar a una de estas
unidades de transporte público, el pasajero es sacudido violentamente por la
contaminación sónica que emiten las cornetas y su estridente emisión de reggaetón
o la suma de éxitos del grupo Aventura (según el estado de ánimo del conductor,
el repertorio podría derivar hacia Montaner, Lasso y Arjona). Pero ahí no acaba
la catástrofe y la contaminación sonora es acentuada por los pasajeros
inconformes que, desde que suben al autobús hasta que llegan a su destino, protestan
a todo gañote la selección musical.
El vecino jacarandoso
También dentro del rubro de la
contaminación sónica se agrupa el vecino que enciende la rumba desde el viernes
hasta el domingo a mediodía, y aquel que en el asiento contiguo en el metro tararea
el “Ai se eu te pego” despedido por los auriculares de su iPhone. Mención
especial merece el bebé recién nacido que al otro de la pared de nuestro apartamento,
insiste en chillar durante toda la madrugada para desvelo tanto de padres como
del resto de la insomne comunidad.
Parrilladas
De
emisión frecuente durante los fines de semana, asuetos y feriados, estas
poluciones caldean el aire con su característico vaho a chorizo y chinchurria
que hace que quienes aspiren tales vapores comiencen a salivar y se les
retuerzan las tripas. Si el banquete es preparado en una acera de la Baralt, su
consumo puede incluso causar la muerte en el acto.
Pedradas
al ojo
Cholas Crocs, lycras de diseño atigrado, y señores de más de cincuenta años que circulan en motos de
alta cilindrada y embutidos en chaquetas de cuero, sobresalen en el catálogo de
la contaminación visual que afea el paisaje citadino con mayor insidia que el tendido
eléctrico y las vallas publicitarias en el Ávila.
El machacón político
La concurrencia la está pasando muy a gusto sentada alrededor
de la mesa en un restaurante o en el salón de la casa, hasta que uno de los
asistentes lanza el dardo letal: “¿Se enteraron del reciente anuncio
presidencial? ¡Una barbaridad!” o “¡El candidato opositor no da pie con bola!”,
lo que empaña la atmósfera y lleva a que la alegría pierda su toda pureza.
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