Hago responsable a la flamante teoría gerencial de una
epidemia que azota a los organismos tanto públicos como privados: el virus de
la reunidera, fenómeno que lleva a convocar asiduamente a parte de la nómina con
el propósito de discutir proyectos, evaluar estrategias y -¡no faltaba más!- fijar
el cronograma de las próximas reuniones. Poco importa la naturaleza de la
organización: si es un abasto, se reúne a la cajera, al bolsero, al verdulero y
a la señora de la limpieza y ya se cuenta con el quórum necesario para replantear
la Misión y la Visión del negocio.
Antes bastaba con acercarse al escritorio del jefe
para exponer el orden del día y chao pesca´o. Ahora no. Ahora encontrarse junto
a la mesita del café o en el área de fumadores entra en la categoría de
cháchara si no se sigue un riguroso protocolo que comienza enviando la
convocatoria a través de Microsoft Outlook o los cientos de aplicaciones del
móvil cuya alarma recuerda la cita una semana antes, un día antes, cinco
minutos antes y hasta durante la reunión. Y afuera el rancho ardiendo.
Ahora ni la distancia es excusa y si uno de los
convocados está enfermo o de viaje, ahí está el entusiasta que sugiere organizar
una videoconferencia por Skype; es precisamente este uno de los miembros de la fauna
esencial en toda reunión de trabajo que se respete:
El tecnológico
Asistir con una tablet en mano da al
reunido un aire contemporáneo que acoquina al pata en el suelo que llega con una
libretica para tomar nota de los puntos cruciales (aunque ninguno de los dos volverá
a revisar tales apuntes). Se le reconoce porque hasta para decir “Hola” recurre
al PowerPoint, sin cuyas láminas caería trágicamente en la amnesia y el tartamudeo.
El disperso
Aprovecha el tema del alza de las ventas para comentar el buen año que ha
tenido Messi, y en medio de la revisión presupuestaria lanza un “¿Se enteraron
de lo último de Diosa Canales?”.
El ectoplasma
Aunque esté de cuerpo presente, su atención
se concentra en la pantalla del teléfono móvil desde donde riega los cultivos
de su granja en Facebook o envía un “ola k ase” por Twitter. Eso sí: no se
olvida de asentir proactivamente cada vez que levanta la mirada del aparato.
El metafísico
Da un toque inmaterial a la faena con
intervenciones del tipo: ‘‘El inicio general de la formación de actitudes
cumple deberes importantes en la determinación de las directrices de desarrollo
para el futuro y…’’.
El semanero
Aquella figura estudiantil encargada de borrar el pizarrón y llevar la
carpeta de asistencia, tiene su duplicado en el responsable de consignar la piedra
filosofal de toda reunión seria, la minuta. Casi siempre eso es lo único que
hace, aunque toda cosa que apunte en la minuta será una obligación cuyo
incumplimiento lleva a la siguiente categoría:
El ausente
Cuando mengano acusa a zutana de
haber descuidado sus tareas, zutana responde achacándole la culpa a El ausente,
quien no puede defenderse porque no está.
El sibarita
Le saca el máximo provecho a la faena
y -mientras la tormenta de ideas deriva en tormenta de acusaciones- arrasa discretamente
con la provisión de cachitos y pasta seca, cuando los hay.
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