En el último peldaño de la escala laboral, muy por debajo de la
ascensorista y hasta de la señora encargada de la limpieza de la oficina, yace el
trabajador freelancer, ese que al no integrar la nómina de la empresa recibe un
tratamiento bastante similar al de una vendedora de productos Avon (con la
diferencia que la vendedora de productos Avon es mejor recibida y gana más). Ante
tal desmesura, planteo en las líneas siguientes una serie de reivindicaciones
destinadas a mejorar nuestra calidad de vida o, al menos, a que no nos miren
como unos asomados:
- Privados de bono de alimentación, solicitamos… solicitamos no, ¡exigimos!
que una vez concluida la celebración del cumpleaños de un empleado de nómina
(evento al que, dicho sea de paso, nunca nos invitan y ni hablar de que nos lo
celebren), nos sea permitido visitar las instalaciones de la empresa con el fin
de recoger las sobras de Tosticos, refrescos, antipasto y -en caso de que el
cumpleañero haya olvidado llevársela a casa- una porción de la torta.
- Se suplica al personal de seguridad que deje de tratarnos como posibles
choros cada vez que nos presentamos en la recepción, así como que desistan de acompañarnos
hasta la sala sanitaria cuando pidamos un permiso para la consumación de
necesidades fisiológicas.
- Que nos sea respetado el derecho a regatear.
- Aunque no tenemos problema en mandarnos a imprimir nuestras propias tarjetas
de presentación, sería un lindo gesto que la empresa aportase el 25% del costo
del portatarjetas.
- Clamamos para que el tiempo de espera para hablar con un representante de
la compañía se reduzca de las acostumbradas 5 ó 6 horas, a 3 horas 45 minutos
como máximo.
- Solicitamos que cada quince días sea asignado un responsable de compartir
con el freelancer los brollos de los empleados de nómina, que si zutana quedó
embarazada del mensajero o que si agarraron in fraganti a fulana mientras se
llevaba en la cartera una resma de papel. Asimismo, la ocasión será aprovechada
para ejercer ese inalienable derecho laboral que consiste en hablar mal del
jefe, actividad que hasta hoy los freelancers efectuamos inmersos en una árida
soledad, hablando con nosotros mismos como dementes.
- Ni en sueños pretenderíamos un puesto fijo de estacionamiento, pero eso
sí: que se nos conceda el privilegio de estacionar en la acera de enfrente o a
un lado del edificio de la empresa sin que el personal de seguridad amenace con
llamar una grúa o nos inste a recurrir al centro comercial más cercano, que
regularmente queda a cuatro o seis cuadras.
- Ante la inexistencia de Seguro Social o ramo de flores en caso de
atropello vehicular o resbalón en la ducha, instamos a la gerencia a que no nos
llame al hospital público donde convalecemos, para que “te levantes un momentico
y nos envíes por mail el trabajo pendiente”.
- Los freelancers tenemos nuestro corazoncito y demandamos libre acceso al
cafetín con el propósito de participar en romances de oficina.
- Como último punto, estamos dispuestos a renunciar a las solicitudes
expuestas así como a dejar de lado el delirio de disfrutar algún día de
jubilación, vacaciones, prestaciones sociales o derecho a huelga, pero por
favor ¡qué salga el cheque a tiempo, por la Virgen Santísima!
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