El auge de los teléfonos con cámara digital supuso
la aparición de un género fotográfico que combina la foto-pose y la fotografía
documental en un mismo plano medio americano: la foto-baño, esa que muchos
usuarios de las redes sociales cuelgan como avatar tras cumplir la hazaña de incorporar
a fotógrafo y modelo en un mismo sujeto inmortalizado frente al espejo de la
sala sanitaria. Hasta Lady Gaga -por quien los fotógrafos más brillantes
matarían por retratar- recurrió hace poco a este formato que hoy supera la fase
larval y remonta el vuelo como otra expresión de las bellas artes. Y como todo
arte, la foto-baño precisa de cánones a seguir con esmero.
Antes hay que despejar la duda que carcome a los incrédulos:
si una persona desea una foto de sí tomada por la cámara del móvil… ¿por qué no
le pide el favor a un amigo o simplemente voltea el perol y le da al clic? La
respuesta es obvia ¡Entonces no sería una foto-baño! Así que el primer elemento
a contemplar es, sin lugar a dudas, la locación. Ha de ser evidente que el
modelo posa en una sala sanitaria, por lo que la toalla a medio secar o una
porción de la tapa del inodoro son presencias ineludibles; y si los agrietados
azulejos de la pared del fondo o el cielo raso a punto de desplomarse sugiriesen
una desafortunada condición económica, con la aparición del cepillo dental, la
jabonera y el desodorante le tapará la boca a los espectadores calumniosos que podrán
decir que usted es pobre, pero aseado.
El próximo desafío a superar es ser fotógrafo y a la
vez modelo objeto de la sesión, o sea, usted. Si es un caballero desprovisto de
chocolaticos en el abdomen, no se acoquine e igual súbase orondo la camiseta
hasta la altura de las tetillas, mientras ellas lograrán lucir sus atributos con
la Leonisa estrenada el pasado 31 de diciembre, aunque para ambos casos la
foto-baño ofrece la ventaja de orientar el flash de manera que el destello
disimule el rasgo menos sublime. Aún no se ha llegado a un acuerdo de si mirar
al visor de la cámara, al reflejo en el espejo o al pote de champú; en
cualquier caso, la actitud del modelo ha de exhibir en partes iguales la
picardía de Pepeto, la intensidad de Arjona y la lascivia de Diosa Canales.
Tan o más importante que el modelo es el espejo. Todos
coinciden en que aquellos tipo botiquín de primeros auxilios son ideales si se
ha decidido por el formato close up, y aunque los puristas aleguen que pasarle
un trapito a la cochambre del cristal disipa esa atmósfera de espontaneidad que
caracteriza a la foto-baño, no se puede ser tan espontáneo y asegúrese de que
la papelera no aparezca dentro del encuadre así como de darle bomba al retrete minutos
antes del clic.
Como en todo arte, las normas están para romperlas y
los vanguardistas innovan el género con aportes que van desde reproducir una atmósfera
brumosa haciendo uso del Glade en aerosol, hasta imitar la fuente de Plaza
Venezuela a partir del chorrito del bidé, entre las infinitas posibilidades más
con que la foto-baño nos sorprende cada día en su empeño por no dejarse opacar por
esa otra boyante expresión fotográfica de la que hablaremos en la próxima entrega:
la foto-espejo retrovisor.
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