Los afrodisíacos son una coartada del deseo. En nombre del ginseng se levantan imperios
de dudosa reputación; mientras el chocolate, el más famoso de los alimentos
vivificantes, lleva
a que ellas arrojen hondos suspiros y se acaricien el pelo apenas dan el primer
mordisco a la barra de chocolate (en este caso no hablamos estrictamente de un estímulo de la pasión, sino de la pasión
misma, de un substituto). Aunque en
tal despensa de la lujuria no hay peor trampa que nuestro criollo rompecolchón.
Apenas el lugareño
se acerca por la orilla de la playa trayendo su roñosa cava contentiva de coctel
de pepitonas,
pulpo, camarones, chipichipi y pimiento morrón, la moza lanza a su pareja una
mirada entre picarona y suplicante seguida del próximo comentario: “Cielo… ahí viene
lo tuyo”, obvia sugerencia de que usted, señor, urge de esa pócima marina para reactivar
el vigor. Una señal más obvia sería decirle que vaya a la farmacia a comprar un
frasco de pastillitas azules. Y, señora, cuando su compañero le propone saborear
este aperitivo conocido también como “Siete potencias”, es porque quizá él pretende
verla tendida en la cama… de un hospital.
Me pregunto por
qué el cine venezolano no ha filmado la primera película donde Erich Wildpret
se deshaga de su pareja mediante el aplicado y riguroso ofrecimiento de
rompecolchón. Hay varios
métodos para perpetrar el crimen sin levantar sospechas:
1)
Manera inmediata: La incorrecta
preparación de este aperitivo trae consigo la actuación de especies diversas de vibriones (Vibrio
cholerae, Vibrio parahaemolyticus, Vibrio vulnificus) así
como Salmonella typhi y
Escherichia coli, entre cuyos efectos sobresale -tras el hormigueo, la
náusea, los vómitos y los resortijones- parálisis del diafragma que podría
detenerle el pulso a la amante que no tuvo la cautela de exprimir un limón
sobre la pócima.
2) A
mediano plazo: La alicina contenida en el ajo y la
cebolla favorece el flujo sanguíneo necesario para la “firmeza” masculina… más
la aparición de besos irrespirables y su lógica excusa: “No eres tú, es tu
aliento”.
3)
Gradualmente: Los
moluscos y crustáceos concentran en su carne los tóxicos consumidos, desde insecticidas
hasta metales pesados como mercurio, cadmio, plomo y -¡no faltaba más!-
arsénico. Asiduas invitaciones a Macuto y su ponzoñosa carga de rompecolchón perpetrarían
un delito indetectable durante la autopsia.
En
medio de las circunstancias que hoy vivimos, hay delicias, sí, que precipitan sanamente la pasión. Aparecerse en la primera cita con un
frasco de aceite de comer garantiza el despertar de la libido, y aquí el mejor “vuelve
a la vida” es sorprender con azúcar refinada guardada en una
gaveta de la mesita de noche.
Fascina a tu pareja esparciendo sobre su ombligo un paquete
de Harina PAN. ¡Oooohhh!
Impregna
su cuerpo con pechugas de pollo. ¡Rico!
Embadúrnense
con desabastecida margarina. ¡Aaaaaahh!
¡Así,
así!
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