viernes, mayo 31

Sobrevivir a los “reencuentros” virtuales



Atrás quedó la época cuando los excompañeros de bachillerato o de la universidad o los tripones que compartieron la infancia en un mismo vecindario, concertaban una cita para verse de nuevo tras tomar otros rumbos en sus vidas: hoy la gente ya no necesita reencontrarse pues las redes sociales conducen al encuentro permanente, a una velada que insiste en prolongarse las 24 horas de los 7 días de la semana, durante -al parecer- el resto de la existencia.
Lo que sí permanece inalterable son los niveles de angustia que definen a este tipo de eventos, y que van desde el temor a figurar como el más abollado del grupo, hasta la relación de tribulaciones cotidianas que incluyen un par de divorcios más un empleo de salario mínimo. Aunque minimizar las terribles consecuencias de los “reencuentros” virtuales parezca una tarea imposible, en líneas siguientes expongo ciertas maniobras que a mí me han resultado de gran utilidad para -ya sea en Facebook, Twitter, Google+ ¡y hasta en grupos abiertos para tal propósito en el PIN del Blackberry!- salir ileso del día a día en que se han convertido aquellas ocasionales gestas de la nostalgia:
- Modifica regularmente tu geo-ubicación de modo que las viejas amistades presuman que una semana estás en Río de Janeiro y, la próxima, en Nueva Zelanda.
- Remozar con Photoshop la foto del avatar es una maniobra gastada, mientras estrategias como mandarse a hacer una lipoescultura o inyectarse botox podrían resultar insuficientes para contrarrestar el nivel de deterioro físico alcanzado con el tiempo; por lo que se sugiere contratar a un modelo que guarde cierto parecido contigo para ponerlo delante de la cámara y hacer creer que uno se mantiene así de espléndido.
- Si no has ascendido económicamente, una excelente idea -a implementar en combinación con la maniobra anterior- consiste en adquirir un vistoso mobiliario, quizá un platón de cobre o una repisa de trofeos y medallas (obviar vinilos decorativos y tapices autóctonos) a colocar a tus espaldas al momento de conectarte a Skype, ocultando así la penosa circunstancia de que aún resides en casa de tus padres.
- Lánzate en parapente o come iguana con el único fin de contarlo a tus viejos panas ahora online.
- ¿En un desliz, comentaste por Twitter que están a punto de suspenderte el servicio eléctrico por falta de pago? ¡Aclara enérgicamente que te clonaron la cuenta!
- Si sientes una profunda envidia porque tus amistades de bachillerato “andan” con gente famosa o temes a que te compadezcan porque no llegas a la docena de amigos electrónicos (“pobrecito: ¡todavía está tan solo!”), la alternativa más óptima para hacer creer que tienes más vida social que Paris Hilton reside en darle a la opción “Asistiré” a cuanta parrillada o bautizo de libro te inviten en Facebook.
- Envía “accidental” y públicamente tu número telefónico a la cuenta en Twitter de Justin Bieber.
- Por sobre las recomendaciones sugeridas, la mejor estrategia para sobrevivir a los “reencuentros” virtuales radica en negarse a ellos, desistir de andar recobrando viejas amistades y colocarle el candadito a Twitter bajo el argumento de que estás en un programa de protección de testigos o que temes a que la CIA abra un expediente con información de tu apasionante y secreta vida personal. Nada como el enigma para inflamar la imaginación de los fantasmas del pasado.

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